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Frente al pobrismo de la política, el remedio de la filosofía, por Fontevecchia

Si la política abdica de su función transformadora y productora de progreso, pierde su esencia trascendente y se convierte en el mero ejercicio de un juego formal.

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COMTE-SPONVILLE, el filósofo francés actual. | Cedoc Perfil

Ver al Presidente ir a inaugurar cada Metrobus como si fuera una central atómica o a la ex presidenta crear el Frente Unidad Ciudadana para no competir en las PASO del peronismo son señales de cómo nos fuimos acostumbrando a la pérdida de grandeza. Santiago de Chile, que inauguró su primer subte tres décadas después que Buenos Aires, tiene el doble de kilómetros de líneas, construye la séptima y nos triplicará en subtes los próximos años. Buenos Aires, con el doble de habitantes que Santiago de Chile y un producto bruto per cápita no inferior, se debe conformar con metrobuses porque los subtes son caros. Cristina Kirchner, luego de haber ganado con el 54% de los votos su reelección en 2011 y su Frente para la Victoria incluido al peronismo y otros partidos mayoritarios en todas las provincias del país, competirá ahora sólo en tres y en la principal, la de Buenos Aires, por fuera del partido peronista.

Política que no genere progreso se convierte en la continuidad de los negocios por otros medios

En un contexto así, más que analizar las diferencias de ideas entre Cristina Kirchner, Randazzo y los candidatos de Macri, resulta más terapéutico preguntarle sobre política, filosofía, religión y costumbres a quien, según la editorial Paidós, especializada en ciencias sociales, es “el filósofo francés vivo más importante de la actualidad”: André Comte-Sponville, también el mayor vendedor de libros de ciencias sociales de Europa y Latinoamérica.

Ya antes de las últimas PASO, en el invierno de 2015, PERFIL prefirió publicar un extenso reportaje al hasta entonces mayor vendedor de libros de ciencias sociales del momento, el sociólogo Zygmunt Bauman, quien falleció hace pocos meses, para hablar de los mismos temas que ahora con Comte-Sponville. En aquella oportunidad calificamos el reportaje como La Teoría del Todo porque se cruzaban todos los temas y, siguiendo esa línea, el reportaje largo que se publica en esta edición (ver página 40) es La Teoría del Todo II.

Para facilitar la lectura a quienes tengan intereses específicos, el reportaje está dividido en cuatro: el cuerpo principal de la nota se dedica a política, y luego hay tres grandes secciones separadas: una dedicada a la filosofía, otra a la religión y una última a las emociones. En política, Comte-Sponville reivindica el liberalismo de izquierda, que denomina “socialiberalismo”, y lo considera sucesor de la socialdemocracia. Falta en la Argentina un partido nacional que represente al progresismo moderno, que sea de centro en lo político y amalgame la ortodoxia económica con la vanguardia cultural, ideología a la que adhieren los principales diarios de Estados Unidos y Francia, The New York Times y Le Monde: “De derecha en lo económico, de centro en lo político y de izquierda en lo cultural”. Aquel candidato que encarnara masivamente al liberalismo de izquierda superaría al autodeclamado progresismo de izquierda del kirchnerismo, al eficientismo capitalista del PRO, con el respeto a las instituciones del radicalismo.

Si la política abdica de su función transformadora y productora de progreso, pierde su esencia trascendente y se convierte en el mero ejercicio de un juego formal. Deconstruyendo la célebre frase de Carl von Clausewitz sobre la política y la guerra, una política como la actual es la continuación de los negocios por otros medios. Al ser un simulacro, la verdad no importa; y cuando la verdad no importa, el periodismo es la continuación de la guerra por otros medios.

Eso estamos padeciendo crecientemente en el mundo desde mediados de los años 90. Hasta la caída del Muro de Berlín, el capitalismo competía con el comunismo por crear mejores condiciones de vida para sus ciudadanos. Al acabársele la amenaza del comunismo el capitalismo se achanchó, perdió parte de su vocación de progreso para, una década después, pasar directamente a desarmar el llamado “Estado de bienestar” que caracterizó a Europa durante la última mitad del siglo XX como verdadera cortina de hierro frente a la expansión de la ex Unión Soviética. Otro francés, en este caso economista, Thomas Piketty, lo demostró estadísticamente en su libro best-seller mundial El capital en el siglo XXI.
Comte-Sponville, quien integra también el Comité Consultivo Nacional de Etica de Francia, dijo: “Deseo que nuestra gente se beneficie de la eficacia económica del capitalismo para crear riqueza, la única forma de reducir la pobreza, pero también que le impongan, desde fuera, lo que yo llamaré, a priori, un cierto número de limitaciones –no mercantiles ni comerciables–. Este es el modelo socialiberal. El socialiberalismo es la socialdemocracia frente a las obligaciones y oportunidades de la globalización, y que las asume”. 

En otro momento dijo: “Sigo votando a la izquierda, pero obviamente la revolución ha dejado de hacerme soñar, desconfío de la exaltación en política. Y todos aquellos exaltados de extrema izquierda revolucionaria, o de extrema derecha, lo cual es incluso peor, me asustan. A mí me gusta el modelo reformista socialiberal, porque la política no está allí para exaltarnos, sino para ayudarnos a tomar nuestro destino colectivo en nuestras manos”.

Si la política es simulacro, la verdad no importa y el periodismo se convierte en la continuidad de la guerra por otros medios

Comte-Sponville fue discípulo de Louis Althusser, profesor de La Sorbona hasta 1998, cuando se dedicó sólo a escribir (respondió este reportaje por escrito). Tras la muerte de Jacques Derrida, en 2005, es el filósofo francés contemporáneo más relevante pero, al igual que Zygmunt Bauman, escribe para el gran público y no sólo para la academia: algunos de sus best-sellers son La felicidad, desesperadamente y Pequeño tratado de las grandes virtudes. Sus mentores son Epicuro, Montaigne y Spinoza, y el estoicismo, su principal guía. 

Una frase final: “Aquel que dice ‘no me interesa la política, sólo me interesa la filosofía’ es alguien que no ha entendido ni la filosofía ni la política. Y al revés”.