El matrimonio Kirchner aparece atrapado en un pantano de acechanzas políticas que no hubieran imaginado ni en sus peores pesadillas.
El infantilismo conspirativo y presuntamente antiimperialista de poner sus propias culpas en los Estados Unidos, el millonario costo político que paga en cómodas cuotas mensuales cada vez que el INDEC anuncia sus mentiras y los abrazos que esta semana se dieron en medio de ovaciones Julio Cobos, Hermes Binner y Eduardo Buzzi son apenas las expresiones mas notorias de la crisis.
En esa agenda negativa muchas veces autogenerada no puede faltar la lentitud paquidérmica para tomar decisiones, la forma lastimosa en que siguen desperdiciando las oportunidades que la historia les pone a su paso y esa actitud caprichosamente suicida de hacer política con una venda en los ojos para no ver lo que no quieren ver y con el defecto devastador de escucharse sólo a sí mismos.
Néstor y Cristina han vuelto al plano inclinado luego de transitar una meseta de tres semanas. Juntos han engendrado un monstruo grande que pisa fuerte, llamado desconfianza. Cada vez más argentinos les creen menos. Se nota en las calles y se confirma en las encuestas. Ese animal se deglute en un instante aún las mejores intenciones como el pago al Club de París (pese a sus insólitas marchas y contramarchas) o los acuerdos de Cristina con Lula en Brasil. Les cuesta muchísimo recuperar la iniciativa y tomar el toro por las astas. Hay gestos políticos como interesarse por la salud de Raúl Alfonsín o de Alfredo De Angeli, pero duran segundos. Y hechos políticos que se evaporan en el aire en un par de días. Está claro que hay algo muy importante que no funciona en la maquinaria gubernamental. No hay señales de alguna renovación, algo que, a esta altura, tampoco alcanzaría.
El Gobierno necesita ir mucho más a fondo: refundarse. El segundo turno kirchnerista está agotando acelerada y peligrosamente su reservas de credibilidad, producto de la falta de reacción y sentido común.
El manejo pendular y espasmódico de la relación con los Estados Unidos está repitiendo aquellos peores momentos, cuando tempranamente Cristina se victimizó al denunciar “operaciones basura”. Mucho tiempo costó reparar ese daño. Sin embargo, el despropósito ahora se repite corregido y aumentado. Primero porque el gobierno de Cristina tiene un fuerte deterioro que en aquel momento no tenía y, segundo, porque ahora los ministros se desesperan tirando declaraciones irresponsables que nadie cree frente a la contundencia de los hechos.
Valijas bolivarianas y narco-aportistas
Si es verdad que Guido Alejandro Antonini Wilson es un delincuente, tal como dijo el jefe de Gabinete, Sergio Massa, ¿por qué desembarcó de madrugada en un avión fletado por el Estado y acompañado de dos altos funcionarios kirchneristas, como Ezequiel Espinoza (quien no dice esta boca es mía) y Claudio Uberti (gestor de los negocios paralelos entre Venezuela y Argentina que, según Elisa Carrió, es el cajero de Néstor Kirchner).
Los ministros Florencio Randazzo y Aníbal Fernández sostuvieron que se trató de una “burda operación política armada por el FBI”. El quilmeño, incluso, apeló a la ironía de compararla con la gloriosa serie Superagente 86. Lo preocupante es que no acompañaron sus declaraciones con ninguna evidencia concreta. Repitieron el esquema del día en que anunciaron que Quebracho, el Partido Obrero y hasta la película de Pino Solanas habían tenido que ver con el vandalismo y el incendio de ocho vagones de tren en Castelar y Haedo. En la Justicia no hay un solo detenido que tenga alguna vinculación con la política y el expediente no tiene ni una sola imagen de un militante encendiendo aunque sea un fósforo pese a que en el lugar había una marea de camarógrafos y fotógrafos.
El ex camarista Guillermo Ledesma confirmó que Antonini le dijo lo mismo que se escuchó en el juicio de Miami: que la valija era de Uberti, que le pidió que se la pasara, que le hizo un gesto de “lo siento” cuando lo descubrieron y que, finalmente, en una reunión en la Casa Rosada, tanto Julio De Vido como Claudio Uberti le dijeron que no se preocupara porque iban a arreglar todo. Una suerte de pacto de encubrimiento de un delito que involucró a Néstor Kirchner y Hugo Chávez.
Es verdad que la Argentina pidió la extradición de Antonini, pero no se explica por qué no pudo hacer alguna gestión con un gobierno amigo como el de Chávez para que vinieran a declarar los Uzcátegui, padre e hijo, quienes se negaron reiteradamente a hacerlo. ¿O Chávez no tiene mando absoluto sobre todo lo que ocurre en la empresa petrolera estatal que está sindicada como el lugar de donde partió el dinero?
El gobierno de los Estados Unidos, a través de Tomas Shannon y de su embajador Earl Anthony Wayne, apelaron a todo su arsenal dialéctico para transmitir que no tienen dudas sobre la honorabilidad del gobierno argentino, que en su país la Justicia actúa en forma independiente del poder político y colocan la guerra de declaraciones en el lugar de un “malentendido”.
Todo esto ocurre a una semana del viaje de Cristina para participar en la asamblea de Naciones Unidas, luego de la sorpresiva cancelación de la escala en Venezuela, y en medio de las acusaciones de golpista contra George Bush, tanto de Hugo Chávez como de Evo Morales.
Los problemas se potencian y multiplican. Al comienzo de su gestión, Néstor Kirchner había denunciado que donde apretaba salía pus. Hablaba de anteriores corrupciones de Estado. Hoy se podría decir lo mismo del tema de los fondos del financiamiento para la campaña de Cristina. No solamente por la mancha gigante que desde Miami los salpica con la novela de Antonini. El Farmagate o el caso de los narco-aportistas promete más sorpresas desagradables. Hay que seguir con atención la ruta y los testimonios ante la Justicia de Julio César Posse (a) “el Gitano”. Tal vez se puedan responder algunas de las preguntas más vinculadas a su doble aporte a la campaña de Cristina con el mismo documento y el apellido escrito con una y con dos “eses”. En total fueron 325 mil pesos y eso lo coloca entre los máximos cotizantes a título personal. ¿La SIDE aprovechó su nombre para blanquear el dinero que puso aprovechando que Posse es un empleado inorgánico de ellos? ¿La DEA, de la que fue colaborador en varias ocasiones, le ordenó que hiciera buenas migas con los recaudadores del kirchnerismo? ¿Qué llevó a Posse, a Sebastián Forza y a otros involucrados en semejantes negocios sucios a donar dinero para financiar la política del Gobierno? ¿El juez Claudio Bonadío y los jefes de la SIDE no tendrán datos para dar sobre Posse? No es un tema menor, porque Solange, la viuda de Sebastián Forza, lo cita en el expediente como guardaespaldas y también como posible autor de las amenazas que recibía. Es un personaje clave para entender los contactos entre el poder político y los traficantes de efedrina y otras yerbas.
Y, además, porque han hecho trascender que hay dando vueltas una foto de Posse con la presidenta Cristina Fernández. Esa imagen habría aparecido –según rumores no confirmados– en una de las notebook decomisadas durante un allanamiento a un laboratorio. De existir, esa foto no certifica nada atento a la cantidad que se sacan los políticos con personas anónimas, pero esto aumentaría la inquietud entre por lo menos dos altos funcionarios kirchneristas que conocen bien a Julio César Posse.
Todo esto aumenta las posibilidades de que el Congreso de la Nación, antes de quedar demasiado pegado, vaya asimilando el proyecto de la Coalición Cívica y de varios bloques opositores para crear una comision especial investigadora del financiamiento de las campañas. Sería muy sano para todos los políticos, menos para los delincuentes.
Aprietos políticos y callos económicos
Más allá de los delitos, hay que decir que desde lo estrictamente político y económico las cosas también van de mal en peor para los Kirchner.
Aldo Ferrer es, claramente, un economista de prestigio y un decidido amigo del Gobierno. De todas las maneras públicas y reservadas, se encargó de sugerirle a la Presidenta que el objetivo central del Gobierno debe ser reducir la inflación y que “es conveniente remover el entredicho actual sobre el INDEC y la credibilidad de sus índices” para no alimentar “la crítica de los enemigos del modelo”. Es una manera respetuosa de reconocer que si Néstor Kirchner sigue defendiendo casi en soledad con su esposa el trabajo sucio de Guillermo Moreno, no podrán registrar el cambio de clima de época que se ha registrado en la opinión pública. Era tan amenazante el recuerdo de 2001 que la mayoría de la población colocaba al gobierno de Néstor en un estado de gracia con la esperanza de que le fuera bien. Hoy hay sectores cada vez más amplios que depositan sus esperanzas en la oposición y eso coloca a la gestión Cristina en estado de desgracia.
Las clases medias se han ilusionado con otros proyectos en ciernes. Eso quedó demostrado en la Facultad de Derecho, cuando alrededor de 1.200 personas aplaudieron de pie y con ganas el abrazo del vicepresidente Julio Cobos con el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, y con el jefe de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi. Fueron los tres más reconocidos por la concurrencia después de la incansable luchadora social del comedor Los Piletones, Margarita Barrientos. Fue la noche de la entrega de los premios Konex 2008 a “Instituciones, Comunidad y Empresas”. En la platea estaba Elisa Carrió, que fue a respaldar a sus jóvenes premiados. “Tengo tres”, le dijo al presidente de la Fundación, Luis Ovsejevich. Se refería al diputado Adrián Pérez, al piquetero y diputado Hector “Toti” Flores y al empresario Santiago del Sel. Monseñor Jorge Cassaretto y el rabino Daniel Golman coincidieron en comentarles a sus amigos que flotaba en el recinto un clima de convivencia plural, tolerancia, respeto y admiración por la excelencia que bien podría ser una plataforma de lanzamiento de una nueva cultura política en la Argentina. Jorge Capitanich, el gobernador del Chaco, premiado por su actuación cuando fue legislador y actual cara muy representativa del kirchnerismo más verticalista, fue uno de los que recibió menos aplausos, pero no se registró ni un solo insulto o actitud destemplada. Ideológicamente había de todo entre los premiados. Desde Martín Sabbatella hasta Federico Pinedo. Desde Hugo Sigman hasta Juan José Aranguren. Desde Luis Pagani o Paolo Rocca hasta el Centro Cultural de la Cooperación, vinculado a Carlos Heller. Lúcidos intendente kirchneristas como Omar Perotti, de Rafaela, e implacables críticos como el rabino Sergio Bergman. Ex funcionarios de reconocida eficiencia como Alberto Abad y ONG o entidades públicas y privadas como el Equipo de Antropología Forense, el INVAP o el INTA.
La presencia del radical Raúl Baglini (distinguido por su trayectoria parlamentaria) fue seguida también por su carácter de asesor de Cobos, quien fue, por decisión propia, el centro de la noche. En 29 años, el único vicepresidente en funciones que concurrió a estas ceremonias fue Daniel Scioli, que al contrario de los Kirchner suele valorar este tipo de vínculos cuasi sociales.
La misma funcionaria de ceremonial del Senado que arregló todo en nombre de Scioli en su momento fue la encargada de comunicar que Julio Cobos había decidido concurrir pese a que no había recibido una invitación especial. Los organizadores celebraron el hecho que le iba a dar, como le dio, mayor lustre al acto. No hay dudas de que Cobos sigue construyendo su agrupación, llamada Consenso Federal, mas allá de si se concreta su regreso al partido radical. En dos semanas, en Rosario, repetirá esos abrazos con Binner y Buzzi y se permitirán ir esbozando algunos caminos en común que muchos imaginan como fórmula para las presidenciales de 2011. Falta demasiado tiempo, por supuesto. Las alianzas del radicalismo oficial con el socialismo existen en varios territorios, pero no será fácil armar ese rompecabezas con Carrió, quien caracteriza a Cobos como un competidor por el mismo electorado y socio de los Kirchner más que como un posible aliado en una formación anti-K.
El diputado Claudio Lozano, que también fue reconocido en los Konex y es crítico del Gobierno y compañero de ruta de Víctor de Gennaro, puso en cifras el desgarro social que produce la patota de Moreno con sus truchadas: “Manipulando los precios se ocultan 2.500.000 pobres y 1.800.000 indigentes”.
Todo esto indica que no le será fácil al ex presidente Kirchner sostenerse a flote en las elecciones del 2009 sólo con el aporte de la provincia de Buenos Aires. Por más alquimias que haga con intendentes icónicos de la vieja política y por más obras públicas que lleven a esos distritos, hay un impuesto inflacionario que les cercena demasiado poder adquisitivo al histórico votante del peronismo. Eso les achica la cancha y los obliga a moverse con mayor equilibrio en espacios más reducidos.
Está claro que hay una especie de pesadilla perfecta que está rondando el poder en la Argentina y que sólo tiene un remedio milagroso: la refundación del kirchnerismo. El gran riesgo es que estén gastando mucha energía en el lugar equivocado, al construir el Frente para la Derrota.