Un consagrado periodista español que está radicado en Argentina hizo un diagnóstico muy filoso: “La oposición dice que éste es un gobierno autoritario y corrupto y el Gobierno dice que la oposición es impresentable por su vinculación al pasado, que sólo pone palos en la rueda y que no ofrece ninguna alternativa superadora. El problema es que ambos tienen razón.” No fue muy esperanzador que digamos. Pero mal de muchos, consuelo de tontos. “Esto pasa en casi todo el mundo”, dijo el colega, quien fue corresponsal en varios países. La realidad de los últimos días parece darle la razón. Nadie hizo más a favor de la oposición que el propio Gobierno. Y nadie hizo más a favor de los Kirchner que la oposición. No es bueno para una democracia más equitativa que sus principales fortalezas sean las debilidades de sus adversarios.
El Peronismo Federal después de lograr ponerse de acuerdo en una foto y en llevar un solo candidato, no hizo más que mostrar impúdicamente sus diferencias y sus ataques. Es más, peligra la redacción del documento conjunto de coincidencias programáticas que prometieron para la semana que viene. Es la consecuencia de estos chisporroteos que privilegiaron más los posicionamientos personales que las necesidades del conjunto. Ni siquiera pudieron establecer reglas de convivencia pacífica mínimas como evitar criticarse entre ellos durante un tiempo y ofrecer una propuesta concreta ante cada crítica al oficialismo. Mario Das Neves y Felipe Solá, los primeros que se juntaron con Martín Lousteau como asesor en común, fueron igualmente contundentes con sus planteos claramente antagónicos. El gobernador dijo que no cuenten con él si la idea es ir por afuera del PJ y el diputado manifestó exactamente lo contrario. El potencial votante recibió un mensaje contradictorio y en Olivos festejaron como el gol de Palermo. ¿Qué los une si ni siquiera eso los une? Francisco de Narváez le tiró dos misiles a Mauricio Macri a quien el duhaldismo pretende seducir en su política de alianzas. Más allá de las disculpas posteriores, le dijo bipolar y derechoso y abrió otra brecha. Macri y De Narváez estuvieron de acuerdo en negarle a Felipe Solá la posiblidad de festejar juntos el primer aniversario del triunfo que ellos lograron sobre Néstor Kirchner. Es el principal capital simbólico que tienen. Y no encontraron la manera de juntarse para volver a sacarle el jugo. No parecía ser tan complicado. Todo terminó con De Narváez en La Plata, Solá en San Nicolás y Macri en los medios. Duhalde estuvo a los gritos de gol en las tribunas del Mundial y aquí hizo silencio de radio. Pero Dante Camaño, hermano de Graciela y cuñado de Luis Barrionuevo, se despachó con declaraciones jurásicas dignas de su anterior alianza con Luis Patti: “Este es un gobierno montonero y terrorista”. Solá declaró que se siente diferente de Eduardo Duhalde, y lo desafió a competir en una interna externa al PJ. Es el mismo Solá que hace un año fue aliado de Mauricio Macri, quien no se destacó precisamente por su militancia a favor del juicio y castigo a los culpables.
En los últimos tiempos, llama la atención la velocidad de las traiciones, que producen duras condenas a quienes fueron grandes amigos o aliados hasta hace un ratito. En el tironeo que el Gobierno hizo para apropiarse del homenaje a los asesinados Kosteki y Santillán y que denunciaron sus ex compañeros y familiares, apareció un ejemplo claro. El afiche firmado por los piqueteros K acusa a Clarín y la Policía de Duhalde y Solá. Y el de los movimientos sociales de izquierda suma a Aníbal Fernández a esa lista. Lo curioso es que Emilio Pérsico, líder del Movimiento Evita y convocante del acto kirchnerista que involucra a Solá, fue luego su vicejefe de Gabinete. Cambia, todo cambia.
El gobierno de los Kirchner es la vanguardia del pragmatismo sin escrúpulos. Cristina citó a Francis Ford Coppola y comparó a Duhalde con el Padrino de la mafia. Olvidó súbitamente que un par de años antes, Duhalde había sido el partero de la candidatura presidencial de Néstor y el pingüino había trabajado en su momento para la fórmula Duhalde- Ortega desde su puesto de gobernador.
En ese camino, se pueden citar las acusaciones que tanto Néstor como Cristina le siguen haciendo a Alberto Fernández al que satanizan como el responsable de todos los errores y el desagradecimiento feroz que tuvieron hacia Jorge Taiana, quien sufrió espionaje amigo (fuego amigo, dicen los más belicosos), igual que Duhalde y Fernández.
Ese uso y abuso de los servicios de inteligencia como arma de destrucción política tiene una presencia inédita desde el retorno de la democracia. Nadie utilizó tanto las metodologías del apriete y la extorsión como este gobierno. Enrique Olivera, Francisco de Narváez y últimamente Luis Juez las padecieron en carne propia. Falsedades acuñadas en oscuras cuevas estatales que hicieron circular colaboracionistas disfrazados de periodistas. La amenaza encubierta como pregunta de Carlos Kunkel a Eduardo Sadous en el mismísimo Congreso de la Nación muestra hasta qué punto están dispuestos a utilizar situaciones de la vida privada para combatir al adversario.
Piensan que el fin justifica los medios y vale todo porque la pelea es entre los patriotas revolucionarios (que son ellos) y los enemigos golpistas (el resto del mundo).
Aníbal Fernández y Néstor Kirchner coincidieron en apuntar contra el jefe máximo del Grupo Clarín: Héctor Magnetto. Uno lo llamó perverso y sinvergüenza y el otro, delincuente. En un par de semanas, sabremos si se trató de un signo de debilidad de un gobierno que retrocede tirando con todo lo que tiene a mano o una muestra de fortaleza, apoyada en un anticipo que tendrían de los resultados del ADN de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble.
A medida que se acerca la fecha para conocer formal y oficialmente la información genética que demostrará si Marcela y Felipe son o no hijos de desaparecidos, la guerra va creciendo hasta su punto de máxima saturación. Ni Clarín ni el Gobierno ni la libertad de prensa saldrán igual de ese momento definitivo. La reacción nerviosa, descalificadora y con promesas de veto de Néstor Kirchner, producto de la declaración de Sadous y la media sanción que liquida los superpoderes muestra hasta que punto nos estamos acercando a la hora de la verdad.