Boca está peor que hace una semana. De eso no hay dudas. Después de ganarle a Cruzeiro en Brasil, con suficiencia, “apenas” empató 2-2 con Atlas de México el miércoles. Los brasileños le metieron un gol y los aztecas dos. En términos subjetivos, se puede decir que Atlas es mejor que Cruzeiro, que debe tener una de las peores formaciones de su historia.
En cambio, Atlas está muy bien. En la serie inicial, ganó sus tres partidos como local en los que metió tres goles en cada uno, y sólo cayó en la Bombonera. En octavos, superó a Lanús en el Sur y empató en Guadalajara. La victoria en terreno visitante le definió pronto los trámites. Y ahora le empató a Boca en Buenos Aires.
El tema es qué hará Boca en el partido de vuelta. Ahí está la parte complicada de la historia. Uno puede suponer, especular, hacer nombres, esquemas, planes, pero Boca siempre tiene un plus a mano. Es como si Carlos Bianchi le hubiese dejado al equipo en la sangre aquella idea de que siempre se puede un poco más; que el que está enfrente siempre le va a dar una oportunidad y allí va a estar Boca para aprovecharla. Eso puso en práctica Boca con el ordinario Cruzeiro en Brasil. Y eso fantasea llevar a cabo en Guadalajara el miércoles que viene.
No será fácil, está claro. O, por lo menos, no será tan sencillo como fue con Cruzeiro. Porque más allá de los defectos que puede aprovechar de sus rivales, Boca tiene que hacerse cargo de algunas deficiencias propias. El 2-1 del partido de ida contra los brasileños fue mentiroso, ya que fue muy superior y de no ser por los ya trillados errores de Palacio pudo golear. El problema fue que ni siquiera este pobre Cruzeiro perdonó el peor defecto xeneize: la falta de reacción cuando la pelota aterriza cerca de Caranta. Le marcó un gol y lo mandó serio a la revancha, cuando Boca había hecho méritos suficientes para ir a Brasil relajado.
Después del pase a cuartos, perdió con Estudiantes por el Clausura, con un (otro más y van...) gol de cabeza. Días más tarde, Atlas inauguró el marcador en Vélez con un gol similar. Boca lo dio vuelta y Atlas lo empató por un error que la mayoría atribuye a Caranta, pero que fue compartido.
Boca tiene que compensar virtudes y defectos. Hasta ahora, defectos y virtudes empataron, salvo en Belo Horizonte. O sea, todo lo bueno que construyó con las cada vez más esporádicas apariciones de Riquelme, la inteligencia de Palermo, el empuje de Battaglia, el fútbol de Dátolo y la velocidad de Palacio no pudo plasmarse en beneficios cómodos por los yerros aéreos de Caranta, Cáceres y Morel Rodríguez, principalmente. No es que la responsabilidad por los puntos perdidos haya sido exclusiva de ellos. Estamos cansados de repetir que el fútbol es un juego de equipo. Si un delantero llega hasta la cara del arquero, es, entre otras cuestiones, porque los volantes rivales no recuperaron la pelota en una zona más desahogada.
El principal problema es que Riquelme no está bien. Con Atlas terminó en una pierna, con Estudiantes ni jugó. Román está pagando el apuro por volver, después de aquella lesión muscular que sufrió contra Colo Colo en Chile. Boca lo necesitaba urgente contra Maracaibo porque corría riesgo de quedar afuera. Ischia lo puso, Román jugó, rindió y Boca pasó a octavos. Pero aún lo está pagando. No puede entrenarse normalmente y eso redunda en una marcada merma física en los partidos. A esto hay que sumar que Gracián, su reemplazante natural, no respondió a la altura de las circunstancias. Esto explica que Ischia recurra a jugadores de otras características, como Fabián Vargas y Alvaro González.
En cambio, Jesús Dátolo está en un buen nivel. En él se apoyó Riquelme en estos días de dolor. Y a Dátolo hay que sumarle a Battaglia. Los dos se cargaron a Boca al hombro y lo llevaron a cuartos en la Libertadores.
Boca viajará a Guadalajara con inconvenientes: el primero y principal es el 2-2 que Atlas se llevó de Buenos Aires y que lo obliga poco menos que a ganar. A eso se le suma el desgarro de Caranta. Morel Rodríguez y Riquelme juegan con déficit físico. Palacio está entre su ida al Barcelona y su pelea con el arco rival. La ausencia de Ibarra es notable y la de Paletta se recuerda en cada centro rival.
De entre todos estos datos negativos, uno positivo: es en estas circunstancias cuando Boca más fácil se impone, cuando menos le cuesta imponer su jerarquía de campeón de América.
Ischia, Riquelme, Palermo y su tropa saben esto. Lo llevan en la valija en cada viaje que Boca hace en busca de su trofeo más preciado.