“El dinero es una nueva forma de esclavitud que sólo se distingue de la antigua por el hecho de que es impersonal, de que no existe una relación humana entre amo y esclavo.”
Leon Tolstoi (1828-1910)
Si el Milan se ha resignado a la mitad de tabla con un Inter multicampeón y un plantel de veteranos, superestrellas saturadas como Ronaldinho o muy verdes como Alexandre Pato, debe ser porque los euros de don Silvio Berlusconi están distraídos en otros menesteres, acaso más divertidos que comprar cracks de moda. ¡Picarone!
El ingeniero Florentino Pérez, que a los 62 años acaba de asumir por segunda vez la presidencia del Real Madrid, es su contracara perfecta. Un señor bajito, de tono grave, trajes impecables, ideas conservadoras, mujer y tres hijos, que se hizo rico asfaltando media España pero alcanzó la fama por su manía de coleccionar galácticos. Empezó gracias a un negocio inmobiliario descomunal –la recalificación y venta de los terrenos de la vieja ciudad deportiva del club– y ahora reincide, con 300 millones de euros prestados por los bancos. Mirá vos.
En 2000 le robó a Figo al Barcelona y se ve que le tomó el gustito. Zidane, Ronaldo, Beckham… Le fue muy bien y muy mal. Ganó Champions y Liga pero fracasó en su proyecto hegemónico. Sus galácticos convirtieron el club en un cabaret, tuvo que despedir al pobre Vicente del Bosque, que era el único que mediaba entre tanta vedette y en 2006, luego de tres años de humillante sequía, se fue por la puerta de atrás. Volvió, eso sí, con la misma política de shock y se gastó 200 millones sólo en las tres figuritas difíciles: Cristiano Ronaldo, Kaká y Benzema. Taka taka.
La convivencia entre estos chicos de burbuja tan sobrevalorados suele ser difícil... o directamente imposible. Como prueba, este botón: una increíble historia que me fue susurrada en el mismísimo Bernabeu, en 2004. Como el 2 de mayo Beckham cumplía años, se le ocurrió invitar a sus compañeros a una fiesta en su mansión de La Moraleja. Los galácticos fueron recibidos por Victoria, su mujer, que los acompañó a una mesa VIP. Allí esperaron por más de una hora, sin noticias de David. De pronto, las luces del salón se apagaron; de la nada bajó una pantalla gigante y, con fondo musical, se proyectaron sus mejores goles y jugadas. Una vez finalizado el clip, un spot apuntó a la puerta y entonces sí, apareció él, mano el alto y sonrisa de póster. “¡Hi, everybody!” Uy, uy, uy. Figo abrió ojos y boca: no lo podía creer. Zidane se atragantó. Ronaldo, indignado, codeó a Roberto Carlos: “¿Pero qué quiere, impresionarnos? ¡¿Con quién se cree que está?!”. Un vestuario incontrolable, guerra total.
Todo mal. Tres años sin ganar nada, galaxia aniquilada, Florentino, out. Hubo, sí, algún par de éxitos que sonaron a muy poco frente a la reciente triple corona del deslumbrante Barça, así que… ¡zas! Pérez is back. Otra vez sopa galáctica. Millones, en medio del terremoto económico mundial. Así de fácil. ¿Y si por esos caprichos de la pelota o de estos fifís con botines la cosa vuelve a salir mal? ¿De qué se disfrazará este hombre? Ah… Misterio.
Argentina está bien lejos de esa galaxia. Acá hace mucho frío y no hay ni un mango partido por la mitad. En Racing, Carusito se la pasó sorteando electrodomésticos de canje para motivar a sus futbolistas y hoy prueba hasta a extras de cine a ver si encuentra a algún tapado. Los otros clubes, en lugar mirar esta exótica modalidad con piedad perdonavidas, envidian su oficio de busca y los datos de su mágica libretita de almacén. ¡Economía de guerra!
Independiente, sin cancha, con medio plantel liquidado, un técnico al borde de un ataque de nervios y el promedio escaso, desempolva a su Patito para hacer de Rolfi. ¡Milagro! A San Lorenzo, con el pase libre de Ideas del Sur, sólo le falta recurrir a los imitadores de Tinelli para completar su equipo. El oscuro River, que depende de la luz que emane de los baqueteados Ortega y Gallardo, reza para que Fabbani tenga la amabilidad de embocarla donde debe y no piensa traer a nadie si antes no vende. Glup. Boca mantiene a Palermo y al enganche melancólico, recicla a Insúa, pero ningunea a Ibarra, deja ir a Vargas y transfiere a Palacio por menos de la mitad de lo que valía un año atrás. Flor de malaria. Así las cosas, el título será peleado por las aplicadas hormiguitas de la fábula de Samaniego: el Estudiantes de Verón, el sólido Vélez o el simpático Lanús, con su semillero top. ¡Estamos vivos de milagro, muchachos!
El pequeño señor Pérez huye hacia adelante como Galtieri, sus colegas poderosos lo acusan de romper el mercado y nosotros vendemos hasta lo que no tenemos para salvar la ropa. ¿Qué hacer, en medio de semejante crisis? ¿Keynesianismo gallego para que la inversión genere más recursos o ajuste vonhayekiano a la criolla? ¿Austeridad o pagadiós? ¿Inhabilitación a los deudores? ¿Pura realidad o más de lo mismo?
Dilemas de receso que, intuyo, se esfumarán mágicamente en cuanto la pelota ruede. Pasa, muchachos. Sucede en el viscoso mundillo del fútbol y en el despacho de cualquier chichipío con poder. Es inútil. Nadie deja que la realidad le arruine un buen campeonato.