Con Astrid Riehn nos une el haber compartido una pequeña aventura. Hace unos cuantos años el Festival de Mar del Plata nos alojó con otros periodistas en un hotel-palomar del centro, testimonio de la época del turismo sindical y la administración socialista de la ciudad. A la pequeñez de las habitaciones, la mala calidad del desayuno y la atención descuidada se agregaba un inconveniente mayúsculo para trabajar. El wi-fi no llegaba a las habitaciones y el único modo de conectarse con la internet era enchufando por turnos la computadora a un cable ubicado en el minúsculo lobby del hotel. Pero conseguir lugar allí tampoco era sencillo: había que competir por los asientos con la comitiva de Rafael Di Zeo, el líder de la barra brava de Boca que recién había salido de la cárcel.
Astrid es una alemana esbelta, eficiente y simpática que entonces trabajaba para la agencia DPA y luego se dedicó a ser agente de prensa de pequeñas editoriales. Hace unos días me ofreció un libro de la editorial Metalúcida, cuyas ediciones son tan atractivas que tienen un pequeño hexágono negro con la sigla SBD, que corresponde al “Sello del Buen Diseño argentino”. El libro era la novela Thatcher, de Carolina Cobelo. Le pregunté a Astrid si la iba a odiar y me contestó: “Tal vez no, probá”, y agregó que era divertida y la escritura tenía algo de Aira. Con ese argumento me convenció y se la pedí. Astrid me contestó que me la iban a llevar el sábado pasado (a veces me trae libros el fin de semana porque vive cerca). Efectivamente, el sábado sonó el timbre y una voz femenina dijo “Vengo de parte de Astrid a dejar un libro”. Bajé y había en la puerta una mujer seguida por un hombre, ambos con actitud francamente amistosa, o eso creí adivinar detrás de sus respectivos barbijos. Le pregunté a la chica si era pariente de Astrid y me dijo que no, que era la editora de Metalúcida. Después averigüé que se llama Sandra Buenaventura y también me cayó simpático que repartiera sus libros a domicilio.
Tanta buena onda me llevó a leer enseguida la novela. Resultó absolutamente original, pero además tiene una escritura fluida y un desparpajo espléndido. Thatcher es un relato de espías en clave de farsa (aunque bien documentado) protagonizado por figuras clave de la política en los años del colapso soviético. Ronald Reagan es un opa místico abusado durante la infancia, su mujer Nancy es un topo de la KGB, Jodie Foster una agente de la CIA, Gorbachov un ruso despistado y Margaret Thatcher es una alcohólica que habla como una travesti de los barrios bajos porteños, se refiere constantemente a la verga que tiene entre sus piernas (la sexualidad de los personajes es siempre confusa y difusa), está enamorada de Reagan (“de hombre a hombre”) y decidida a liquidar a los mineros y a todo lo que suene rojo. Cobelo logra un milagro: que sus monstruos, tan políticamente incorrectos, sean una excelente compañía. En particular, Margaret “agarrame la chota” Thatcher es irresistible.
Después de leer Thatcher gugleé a Cobelo y me encontré con una entrevista que le hizo Guillermo Piro en la radio. Cobelo tiene una voz ronca, una ingenua espontaneidad y un interés (que se nota en la novela) por los chinos. Otro personaje simpático en esta historia que expone, de paso, cómo funciona el amiguismo en la crítica.