El pensamiento, cuando se hegemoniza y se hace corriente dominante, se termina transformando en pensamiento autoritario. Como explicaba Freud: en la masa el ser humano entrega su libre albedrío a ese total informe que lo diluye hasta hacerlo desaparecer y lo absorbe.
En la columna del sábado pasado critiqué el alineamiento noventoso, “carnal”, con un Estados Unidos que solo sigue existiendo en mentes colonizadas y arcaicas del subdesarrollo pero no en los círculos intelectuales del propio Estados Unidos. Perspectiva que se asustaba por las consecuencias que podría tener el discurso crítico a las formas latinoamericanistas de Estados Unidos que pronunció Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas.
Paralelamente, el mismo coro de indignados de la oposición denunciaba hasta judicialmente la corrupción en la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, tomando como única prueban las declaraciones del ex ministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas sobre el grosor de los caños del gasoducto, dando por cierto que la elección de 33 milímetros de espesor en lugar de 31 era una semiplena prueba de corrupción que justificaba una denuncia penal.
Son los mismos integrantes de la oposición quienes se presentan ante la Justicia y los medios denunciando las posibles irregularidades en el ingreso al país del avión venezolano de Emtrasur con cinco tripulantes iraníes.
Sobre el gasoducto, con ingenuidad, chocaron el propio Macri y el ala dura del PRO, para quienes: 1) si hubiera habido corrupción en la licitación de los caños, se estaría acusando a Techint, lo que resultaría contradictorio con los intereses que defiende el PRO, y 2) Juntos por el Cambio es el principal interesado en que ese gasoducto se construya sin dilaciones porque, de asumir en diciembre de 2023 un nuevo gobierno nacional, precisará ese gasoducto funcionando.
Respecto del avión venezolano, por ejemplo, repiten sin confirmar que Volkswagen negó que el avión de Emtrasur transportara autopartes mexicanas para ensamblar en sus autos argentinos cuando las autopartes eran para el proveedor de Volkswagen, la multinacional de las autopartes Faurecia, con destino final a Volkswagen. Cuando además ya llegó el segundo embarque de autopartes con una empresa de carga de EE.UU.
Graciela Ocaña es el caso paroxístico: sabe de todos los temas. Denunció judicialmente posibles hechos de corrupción en la construcción del gasoducto, por incumplimiento de deberes de funcionarios públicos a quienes dejaron ingresar el avión venezolano, también el desvío de fondos del PAMI a locales de La Cámpora, las indemnizaciones millonarias por parte de los ex panelistas del programa kirchnernista 6,7,8, más una denuncia de “abuso sexual” de una empleada y los fondos destinados a televisar el mundial de fútbol de Qatar, además de recurrir a la Justicia para impedir que Cristina Kirchner cobre 2,8 millones de pesos por mes en jubilaciones de privilegio más un retroactivo, como la demanda sobre irregularidades con el plan Qunitas. La mayoría de estas causas son desechadas de plano pero, al momento de su presentación, logran gran visibilidad mediática que crea en el inconsciente colectivo una sensación de realidad confirmada.
El mismo coro de indignados critica al papa Francisco ante cada declaración suya que no apoye irrestrictamente al capitalismo y los valores declarados de los Estados Unidos. Valores que el propio Estados Unidos no practica, comenzando por que no adhiere al tribunal internacional de La Haya dependiente de las Naciones Unidas pidiendo a los demás países aquello a lo que no está dispuesto a someterse.
El caso de la detención y posible condena a cadena perpetua del periodista Julian Assange –sobre el que se refirió esta columna ayer– contrasta con la declamada defensa de los derechos humanos de los Estados Unidos, cuando al mismo tiempo mira para el costado privilegiando su relación estratégica en Medio Oriente al no tener una posición igualmente exigente con el asesinato del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi por agentes del gobierno del príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman.
Pensar que todo lo que provenga de los Estados Unidos o Israel está bien y todo lo ruso, iraní, venezolano o chino es sospechoso es parte de esa misma simplificación que construye el pensamiento binario –y esencialmente cómodo– de la grieta: la complejidad de la realidad traducida de forma de requerir el menor esfuerzo cognitivo.
Este viernes, en un foro económico celebrado en San Petersburgo, Putin advirtió que “Estados Unidos, tras proclamarse victorioso en la Guerra Fría, se ha declarado mensajero de Dios en el mundo”. Y agregó: Estados Unidos “dice que no tiene obligaciones sino solo intereses, y estos intereses, según ellos, son sagrados”. Que Putin sea un personaje decadente y muy criticable no impide que tenga alguna parte de razón, siendo el provinciano colonialismo cultural de un sector de la dirigencia argentina lo que le impide ver cómo el juego de intereses no pocas veces se camufla en valores.
Ante las controversias que generan ciertas declaraciones del Papa sobre la invasión a Ucrania, la agencia alemana Deutsche Welle entrevistó a Massimo Borghesi, profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Perugia, y autor del libro Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual, dialéctica y mística. La opinión del filósofo es: “El Papa, acusado de utópico, se revela como el verdadero realista”.
Releer la obra de Edgar Morin sobre su teoría de la complejidad puede resultar un buen antídoto para que los sentimientos no esclavicen nuestro pensamiento en épocas de buenos y malos perfectos.