Falta poco más de diecisiete meses para que el partido del Gobierno (justicialista), representado en estos últimos años por el matrimonio Kirchner, culmine su mandato dejando al país sumido en una profunda crisis de legitimidad institucional.
La sociedad descree de las instituciones de la República, porque ha perdido, justificadamente, la confianza en la dirigencia política y también en los jueces de la Nación. Un descreimiento que se generó por el aporte fundamental del Gobierno.
El Congreso –con mayoría justicialista– se transformó en una escribanía que refrendó –y aún refrenda– todas y cada una de las decisiones del Ejecutivo, desde los inconsultos términos del desendeudamiento hasta el acuerdo de supuesta cooperación judicial de Irán, las leyes de blanqueo de capitales, la indemnización de Repsol y de la ex Ciccone y la estatización de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, por señalar algunos de los muchos despropósitos de esta gestión.
El Poder Judicial también fue sometido, porque más allá de la probada independencia y valentía de unos pocos jueces, lo cierto es que siempre existió un tácito acuerdo de convivencia. Prueba de ello, es que los expedientes han “dormido” en sus despachos y, recién, fueron “despertados” cuando el fin de ciclo del Gobierno y el hastío social funcionan como reaseguro y respaldo de las decisiones judiciales, que hace mucho tiempo debieron ser adoptadas.
La sociedad, angustiada por sus dramas cotidianos –inseguridad e inflación–, ve a la clase dirigente (política y judicial) como una casta con privilegios inaceptables e indignantes; hay una situación de agobio, de falta de credibilidad y de desgaste que hay que revertir.
La dirigencia política honesta –que la hay– debe encontrar la manera de esperanzar a la sociedad –no de ilusionarla para llevarla a otra decepción–, explicándole que las cosas pueden hacerse de otra manera. Con mayor eficiencia, con mayor transparencia, con mayor control institucional y ciudadano, respetando la Constitución y la Ley: demostrando que hacer “sin robar” es posible.
Resulta hoy lamentable observar el escenario político donde, muchos de los que aspiran a conducir el país, muestran una acentuada desconexión entre las cosas que nos agobian y lo que ellos dicen.
No importa cómo piense el candidato, quien la mayoría de las veces trata de que se lo individualice no con una idea o con un programa, sino con un color, una frase o una foto.
Estos políticos están lejos de ser los escultores del alma nacional y de las estructuras del país. Frente a cada necesidad o contingencia no señalan un camino para que el pueblo lo acepte o rechace, muy por el contrario, lejos de formar opinión, preguntan a un encuestador qué hacer o decir, ocultando su pensamiento, y así se ha venido retardando el progreso argentino.
Somos un país cuyos precursores lucharon para moldearlo de acuerdo a sus convicciones y a su idea de patria. Si San Martín le habría preguntado a una consultora sobre la conveniencia de cruzar los Andes, jamás habría realizado tal hazaña. Aquellos próceres que hicieron grande a esta nación marchaban delante de la columna, estos políticos de hoy van detrás, esperando que la columna determine su rumbo.
De este último modo, aparece anulada la acción creadora de la política. Con esta concepción y estos dirigentes, ¿cómo no van a criticar a la política y a los partidos?... que son las herramientas para salir de la decadencia.
Los partidos y los frentes que ellos integren deben exhibir a la sociedad sus propuestas y sus equipos de trabajo, formados por hombres y mujeres con probada idoneidad, experiencia y vocación de servicio. Es fundamental que sean personas independientes de factores de poder, grupos económicos e intereses sectoriales, para asegurar la elaboración de una propuesta seria que, transformada en un plan de gobierno, permita al electorado elegir entre la esperanza fundada en un proyecto realizable y la ilusión que venden los que –hoy reciclados– han sido destacados protagonistas del largo derrotero, que nos ha llevado al estado actual de las cosas.
*Senador de la Nación (UCR-Chubut). Consejero de la Magistratura.