De Praga le traje a mi nieta una caja con piezas de ilustraciones sin texto, que se encastran unas con otras para formar una historia (la que uno quiera). Yo me dejé llevar por la belleza de los dibujos y el diseño. Luego, cuando miramos las ilustraciones con más detenimiento, resultó que se referían a mundos muy arcaicos. El abuso de las princesas, sobre todo, daba un poco de náuseas, aunque estuviera justificado históricamente por el escenario de época general que se presentaba: campesinos, castillos, algún dragón, niñes jugando o conversando con sus padres. Armé esta historia para ella (fotografié el resultado, para poder reproducirlo mejor).
En el campo, los campesinos tienen hambre y frío. El niño le pregunta al padre por qué no puede ir a la escuela. El padre le dice que ya lo conseguirá.
En el castillo, una princesa niña está aburrida en su cama. Mira por la ventana de la torre y ve al niño, que vuelve del campo a su choza atravesada por la intemperie.
Como tiene que tener un buen final, en mi historia las brujas triunfarían sobre el catolicismo.
Al día siguiente, lo espera y conversan. El niño le cuenta sus desdichas. Ella toma una decisión y decide aliarse con los campesinos para obtener la reforma agraria.
La consiguen, y poco después el niño va a la escuela, donde aprende los nombres de las estrellas.
Ahora que se quemó la siniestra catedral de Notre Dame, que recordaba las innumerables muertes que bajo excusa de herejía provocó el poder católico francés (solo hay una iglesia más amedrentadora que Notre Dame: la del Albi, donde los cruzados mataron más de 30 mil “herejes”), tengo que fijarme si hay alguna ilustración con algún templo, que me permita explicarle a mi nieta el karma de los lugares que recuerdan la muerte y la tortura.
Como tiene que tener un buen final, en mi historia los herejes y las brujas triunfarán sobre el catolicismo, para hacer un mundo más justo y menos amedrentador. Si alguna vez va a París, que pregunte por Notre Dame de Luis Vuitton.