COLUMNISTAS
MUTACIONES MEDIATICAS

In memoriam

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Sabemos que, en los procesos de la evolución natural, el azar juega un papel importante y que la historia de los asuntos humanos es sólo uno de sus aspectos. En los períodos de cambio producidos por la emergencia y diseminación de nuevos dispositivos de la comunicación (la escritura, el códice, la imprenta, la prensa de masas, la fotografía, la grabación del sonido, el cine, el telégrafo, el teléfono, la radio, la televisión y ahora Internet…), la aceleración del tiempo social que los acompaña tal vez sea directamente proporcional a la frecuencia de efectos de sentido que resultan de combinatorias que nadie ha buscado ni querido. Dado su carácter agradablemente aleatorio, esas combinatorias fortuitas tienen la ventaja de hacer posible una lectura desprejuiciada y sin complejos de su significación, que puede sin embargo ayudarnos a comprender algún aspecto de lo que nos está pasando.

Desde este punto de vista, la página 19 del diario La Nación del último jueves me provocó una sensación próxima, tal vez, a la emoción que debía producir en los surrealistas el juego del cadáver exquisito. Dos títulos en la parte superior de la página presentaban sendos artículos de la sección Información general. El de la izquierda, a cuatro columnas, era el más importante: “Facebook no quiere que llegue el ‘derecho al olvido’ a la Web”, con la bajada: “El responsable de privacidad de la empresa dijo que se deben buscar otros mecanismos”. El título de la derecha decía: “El hallazgo de un avión caído en 1950” con la bajada: “La Justicia chilena confirmó que los restos son de un Avro Lincoln de la Fuerza Aérea Argentina”. Estas dos noticias compartían la misma página de un diario… fechado el 24 de marzo, Día de la Memoria. Como convergencia de azares, me pareció bastante logrado.

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En el implacable mundo natural de la Cordillera de los Andes, se terminan encontrando los restos materiales de un avión desaparecido hace sesenta y un años. Era el momento en que nuestras sociedades buscaban, asombradas, familiarizarse con esa nueva y mágica ventana al mundo que era la televisión. Hoy, Facebook no quiere que se le impongan reglas acerca de qué hacer con los restos virtuales de lo que sus 500 millones de usuarios deciden subir a la Red: el “derecho al olvido”, promovido por la Unión Europea en función de sus propias reglamentaciones sobre la privacidad, implica que el operador (en este caso Facebook) está obligado a borrar información que ha sido subida a la red social si el usuario que lo hizo así lo solicita. El argumento de los directivos de Facebook es que, como casi nadie pide semejante cosa, habría que definir procedimientos para casos especiales y no una regla general. Por el momento, los usuarios no parecen preocuparse por lo que serían sus propios “restos”. El artículo de La Nación recuerda que el año pasado ya hubo una controversia sobre otro servicio lanzado por Facebook: “Place”, que permite a los usuarios de la red social que tienen un smartphone indicar dónde están. Bueno, tal vez los directivos de Facebook podrían argumentar que si Place se generalizase, no se tardarían sesenta años en encontrar un avión accidentado.

Lo que este cruzamiento temático fortuito en la página de un diario permite subrayar, es uno de los aspectos fundamentales de las mutaciones mediáticas, en este caso Internet: una vez más, de lo que se trata es de las condiciones de preservación de la memoria, tanto social como individual, tanto institucional como personal, tanto supuestamente memorable como aparentemente insignificante. La importancia de los “restos” de la historia humana ha sido, en cada momento fuerte de la mediatización, desde la aparición de la escritura hasta Internet, pasando por todo lo demás, una de las cuestiones cruciales. Tal vez no sea inútil reflexionar, en ocasión del Día de la Memoria, sobre el rol de los medios en la construcción del tiempo histórico.

Tal vez tampoco sea inútil recordar, una vez más, que pensar que los medios se limitan a reflejar una “realidad” es tan estúpido como considerar que la deforman. Robert Darnton, el gran historiador y actual director de la biblioteca de la Universidad de Harvard, expresa muy bien este principio en su reciente colección de ensayos The Case for Books (“En defensa de los libros”). Su deseo se refiere a los libros, pero vale para todos los otros dispositivos mediáticos: Darnton espera que, por fin, los historiadores consigan mostrar “que los libros no cuentan simplemente la historia –la hacen”.

*Profesor plenario. Universidad de San Andrés.