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AUTOCRITICA

Intelectuales olvidadizos

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Desde muy distintos observatorios de la realidad este gobierno debe ser criticado a fondo. Su manejo de la cuarentena, a tanto tiempo de su inicio, dio lugar a protestas y marchas que parecían querer lapidar a los infectólogos que informan a la Casa Rosada.  

Una amplia fotografía mostró a una parte significativa de los ciudadanos que guardan encierro, atolondrados con las afirmaciones oficiales que confirman que todo se puede estirar hasta agosto o septiembre.

La cuarentena obligó a cerrar comercios y la mayoría de las industrias de peso perjudicando también a profesionales independientes, y a los que mantienen familias con changas.

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Nadie puede determinar por dónde pasa el poder real. El que conduce cada uno de los movimientos. La Cámpora y los sectores ideologizados que siguen a Cristina Kirchner se manejan con una brújula que indica diferentes rumbos más todo lo que hay que hacer para ganar el poder total.

Son los mismos que con un especial desparpajo plantearon quedarse con las acciones de las empresas a las cuales el Estado ha ido en su auxilio para pagar sueldos. Son devotos del estatismo sin más. El peronismo de la primera presidencia de Perón ya no va. El peronismo de Carlos Menem no tiene nada que ver. Alimentan la nostalgia de los tiempos que arrancaron con Néstor Kirchner y luego se potenciaron con su mujer. Su conducta antes y ahora es mostrar los dientes al grito de “Vamos por todo”. Sus intenciones son vengativas. En esencia es la vuelta a la vida del ciego populismo. Están esperando estrujar a la Justicia y atemorizar a los jueces para que las demandas contra Cristina Fernández se las lleve el viento. Quieren ampliar en mucho la cantidad de magistrados en Comodoro Py, como si ese paso abriera las puertas de un paraíso legal. No toman conciencia de que aunque logren sus propósitos Cristina Fernández pasará a la historia como Jefa de un grupo numeroso de corruptos.

Es tanta la desprolijidad y heterogeneidad en el peronismo que Alberto Fernández tiene que salir a cuestionar lo que andan diciendo otros o avalar un proyecto, que tiene por finalidad la exigencia de una gabela mayúscula, para sacarle a los ricos unos 3 mil millones de dólares.

No se sabe bien cuál es el verdadero pensamiento de Alberto ¿Es el profesor en la Facultad de Derecho? ¿Es un representante de un peronismo más civilizado y negociador? ¿O acaso es un actor domado, al que solo algunas circunstancias lo llevan a que se les suelten las cadenas?

El Frente de Todos, formado en escasos meses, congregó a representantes de heterogéneos anhelos provinciales, locales o nacionales. Para ellos lo fundamental era quitarle la Presidencia a un mediocre Mauricio Macri. El mismo balanceo que iluminó los finales del 2015: ahora sacarse de encima al PRO.   El mascarón de proa era Macri, a quien le soplaban ideas en el oído sus amigos personales, la mayoría ricos empresarios, y Marcos Peña, su álter ego. Ellos dejaron sus huellas digitales.

Todo ese conjunto humano es el responsable de lo que ocurrió. Los radicales estaban excluidos. Y Lilita Carrió se calmaba, siendo incluso una mujer combativa, con un beso y una sonrisa del residente en la Quinta de Olivos.

A Macri lo acompañaban cierta cantidad reconocida de intelectuales. Muchos provenientes de ideologías “progresistas”. Algunos de ellos formaron parte del gabinete o no, pero lagrimearon con su derrota. Son algunos de ellos más otros intelectuales los que firmaron recientemente la solicitada   “Infectadura”.

Es bien sabido que ninguno de ellos ha hecho una sincera autocrítica de su paso en la Administración del Estado. Porque se abrazaron a un gobierno con caparazón dura, que despreció la comunicación social, incrementó la pobreza, aceleró la inflación y la recesión, engordando la deuda externa ya desmesurada, vapuleando a la industria nacional hasta ahogarla. Y azotando a la clase media.

*Historiador y escritor.