COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Inteligentes, honrados, libres

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Esta semana me llamó la atención –y en cierta medida llegó a sorprenderme– el inédito elogio de la Presidenta a un artículo de opinión publicado por este diario, al que habitualmente la señora Fernández suele identificar con operaciones mediáticas opositoras tendientes a poner fin a su gobierno. Se refería, ella, a una breve columna escrita la semana pasada por el jefe de redacción, en la cual éste decía lo que muchos venimos pensando desde hace tiempo, más precisamente desde que entramos en tiempos electorales y el futuro político de la Presidenta pasó a ser cuasi cuestión de Estado. Decía Javier Calvo, bajo el título “Ella no lo hizo” (parafraseando, claro, aquel elogioso “Menem lo hizo” de finales de los 90) y en el cierre de su texto: “Lo que no puede ni debe desconocerse es que con el alto nivel de aceptación que tiene en la opinión pública y las contundentes demostraciones de poder que continúa dando, no pareciera que CFK vaya a borrarse de la escena post 10-D. Entre que siga manejando todo –como quieren algunos– o que vaya presa –como desean otros– hay una amplia gama de grises. Para verlos, sólo hay que esforzarse un poco en no ser binarios. O básicos”.         

Es curioso cómo estas pocas definiciones vienen a incomodar a quienes han hecho del periodismo una militancia opositora a ultranza –hasta llegar con frecuencia a la diatriba–, tanto como la que vienen practicando en sentido inverso y desde hace años los amanuenses oficiales, más alcahuetes que trabajadores de este oficio.

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No es la primera vez que me ocupo aquí de lo complejo que resulta para los periodistas independientes cumplir su tarea sin ser contaminados por las peores miasmas de una y otra orilla de lo que se ha dado en llamar “la grieta”. Por cierto, es un ejercicio cercano a la proeza caminar por esos barrosas territorios de desmedidos elogios en el lado oficialista y no menos exuberantes denuestos en  el lado opositor.

Más de una vez, lectores de PERFIL a los que se puede calificar como pensantes, con buen discernimiento, han expresado en sus cartas cierta desorientación cuando desde la contratapa editorial o en espacios interiores (y aun en títulos de tapa), se ha elogiado una u otra política de gobierno. Raramente –es necesario señalarlo– han escrito para cuestionar las abundantes críticas publicadas en esos mismos espacios acerca de acontecimientos ocurridos durante los años de Néstor y Cristina en el poder.

Y es que se trata de un error de apreciación: está clara cuál es la posición militante de comunicadores asalariados en medios oficiales –la agencia Télam, las radios y la televisión del Estado, los canales de expresión en redes sociales con sello también estatal– y operadores paraperiodísticos que actúan en la enorme bandada de medios escritos, radiales, televisivos y vía internet que respaldan el Gobierno y se benefician con los dineros públicos vía publicidad y prebendas; y está claro cuáles son los medios opositores en los cuales la independencia periodística es entendida como un eufemismo para publicar o decir cualquier cosa que pueda afectar al Gobierno.

Revolviendo algunos papeles, me encontré con un artículo de la catedrática mexicana Mabel Valencia Sánchez. La investigadora hace allí la semblanza de un periodista prestigioso de su país, Julio Arce (1870-1926), que definió la relación entre gobernantes y periodistas de manera casi quirúrgica. Escribió Arce en ¡1905!: “Un periodismo independiente radicado en la oposición sería un absurdo no sólo moral, también social. Si ser independiente es, como la palabra lo indica, ser imparcialmente libre, no vemos por qué un periodista así no puede mostrarse elogioso para el buen gobernante sino que haya de mostrarse siempre vomitando denuestos, obstruyendo, ardiendo siempre en un inconsumible fuego de oposición constante y reiterada. (...) Ni el periódico semi-oficial o vendido, ni el periódico de sistemática oposición son periodismo útil a la sociedad. El periodismo que la sociedad necesita es el que, elevándose sobre la subvención o sobre cualquier otra miseria, con independencia de miras y sanidad en la intención, sabe juzgar los actos públicos
dándoles su debido valor, elogiando los que merezcan elogios y censurando los que de censura sean dignos. El periodista (... ) debe tener las mismas cualidades que un juez: inteligencia, honradez y libertad”.

Que la Presidenta haya elogiado un texto de PERFIL en plena campaña proselitista (sus palabras fueron también difundidas vía Twitter) tiene el mismo valor relativo que tantas de sus críticas a este medio. Es decir: sin influencia sobre el buen ejercicio de esta profesión.

Ni integrantes de pelotones de fusilamiento mediático ni obedientes soldados de la palabra dispuestos a defender al Gobierno a cualquier costo.  

El secreto está en ser simplemente periodistas.