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Inversa exuberancia irracional

Alan Greenspan
Alan Greenspan | Cedoc

“Las opiniones de los hombres de negocios derivan generalmente de economistas difuntos y escritorzuelos académicos de generaciones pasadas”.
(Francis Fukuyama)

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“Los hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto. Los maniáticos de la autoridad destilan su frenesí inspirados en algún mal escritor académico de algunos años atrás. El poder de los intereses creados se exagera mucho comparado con la intrusión gradual de las ideas. En el campo de la filosofía económica y política no hay muchos que estén influidos por las nuevas teorías cuando pasan de los veinticinco o treinta años de edad, de manera que las ideas que los funcionarios públicos y políticos, y aun los agitadores, aplican a los acontecimientos actuales no serán probablemente las más novedosas. Son las ideas y no los intereses creados las que presentan peligros”.
(John Maynard Keynes)

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“Exuberancia irracional” fue la figura que el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos entre 1985 y 2005, Alan Greenspan, usó para graficar “el pensamiento positivo de los inversores que, por sus mismas características, les impide ver la situación real” y motivó el aumento de los activos durante su mandato hasta la eclosión de la crisis de las hipotecas en 2008. En la Argentina pareciera estar produciendo el mismo fenómeno pero en sentido inverso.

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El riesgo país y el valor de los bonos argentinos va a contramano de los datos económicos

 La soja alcanzó su valor récord, el aumento del precio del petróleo vuelve a hacer rentable a Vaca Muerta, la inflación mundial depreciará el dólar y todas las monedas sobre los activos, haciendo que nuestra deuda externa se reduzca proporcionalmente con los años, sobra liquidez en el mundo por la gigantesca emisión como respuesta al coronavirus, también se emite para aumentar el capital de Fondo Monetario Internacional, el que lo redistribuye en derechos especiales de giro, al igual que el volátil  bitcoin: productos, bienes, empresas y propiedades valdrán más dólares, euros, yenes o renminbis, en la Argentina para 2021 se corrigen a la baja los pronósticos privados de inflación y de déficit fiscal mientras se corrigen a la alta los pronósticos de crecimiento del producto bruto y de superávit comercial, al mismo tiempo el Banco Central compra dólares, aumenta sus reservas y reduce la brecha entre el dólar oficial y los restantes.  

 Pero el riesgo país sube a niveles de default haciendo que los bonos de la deuda argentina caigan hasta el piso. Si se recomprara el total de la deuda externa privada al valor actual en el mercado de sus bonos, sería menos de 50 mil millones de dólares, un quinto de los dólares que los propios argentinos con capacidad de ahorro tienen en dólares billete. Además, las empresas y las familias no tienen sus propiedades hipotecadas o prendadas como es común en el mundo desarrollado, donde el 70% de los activos se financian con deuda porque, al no haber crédito, en la Argentina se compró con capital propio. Los argentinos son acreedores y no deudores del mundo.

La percepción de insolvencia se explica en la influencia de las ideas en la mente de los actores económicos, como explicaba Keynes, antes “que en los intereses creados”. Si los intereses dirigieran sus acciones, el animal spirit del capitalista, muchos argentinos podrían ver una gran oportunidad en infinitesimal valor de los activos argentinos y estarían comprando empresas y propiedades a precio de remate como Walmart, que se vendió a mucho menor precio que la suma del valor de sus inmuebles. Otro ejemplo es YPF, cuyo valor bursátil total es menor que la suma de los terrenos donde están sus estaciones de servicio sin contar las reservas, Vaca Muerta, ni sus refinerías y otras instalaciones. Los argentinos huyen de los bancos y la moneda local, y se refugian en el dólar; y los bancos extranjeros, por temor a ser estafados con devaluaciones, pero en el exterior, también están siendo estafados por la devaluación real del dólar y todas las monedas. El índice de inflación de Estados Unidos mide solo el flujo y no el stock, por eso las acciones y las propiedades aumentan su valor mucho más que el índice de inflación, y los inversores profesionales no “ahorran” en dólares, sino en bienes. 

Los libros viejos que influyen a quienes fueron a la facultad dos y tres décadas atrás a los que se refería Keynes a mediados del siglo pasado serían hoy, ya avanzado el siglo XXI, los del paradigma económico dominante de fin de siglo pasado. 

En los años 90 se consolidó una nueva subjetividad de época. Fruto de la cosecha por los avances en la calidad de vida que había producido la acumulación de varias décadas de economías socialdemócratas en Occidente constituyendo lo que se llamó Estado de bienestar, más una incipiente digitalización que aceleraba y potenciaba los avances tecnológicos que aumentaban la productividad, la economía de mercado derrotó a la economía de Estado, produciendo el fin de la ex Unión Soviética, con el derrumbe del Muro de Berlín como símbolo, y los cambios que en China ya se sucedían tras la muerte de Mao Tse Tung y una década de conducción de Deng Xiaoping, arquitecto del giro capitalista de China,  quien acuñó las frases “enriquecerse es magnífico” y “no importa  que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. 

Al revés, en estos años 20, comienzo de la tercera década del siglo XXI, ya no tan nuevo, está llegando a su fin aquella subjetividad de época noventista en gran medida fruto de la cosecha negativa por la pérdida de calidad de vida que produjo la acumulación de varias décadas de economías menos social-liberales en Occidente, que desarmaron aquel Estado de bienestar y trajeron aumento de la desigualdad. 

Primero la crisis de las hipotecas de 2008-2009 con el aumento de liquidez (quantitative easing) fue el primer síntoma, y la crisis de la pandemia con el propio Fondo Monetario Internacional pidiendo a los gobiernos que gasten y se endeuden todo lo que puedan parece indicar el fin de una época. Se busca un paradigma distinto a aquel de la Universidad de Chicago previo a Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Hoy con US$ 50 mil millones se podría recomprar la deuda externa privada argentina

El problema hoy no reside en cómo mejorar la productividad por empleado orientando el trabajo a áreas donde se agregue más valor, sino en cómo darles empleo a millones de personas que duplicaron la población desde 1980 agravado por la automatización de tareas que hace cuatro décadas solo podían realizar los seres humanos. 

Salvando distancias, el mundo se argentiniza y la Argentina puede encontrar  oportunidades en esta especie de “año cero” que significa la pospandemia. El problema es que hay que aprender a desaprender para poder ver el mundo con los ojos de hoy.