“De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso”
Napoleone di Buonaparte (1769-1821)
Adoro a estos tipos. Cuando la realidad no ayuda (un campeonato raro, grandes que ganan un día y pierden el otro), ellos te salvan la columna con su infinito talento para el ridículo. ¡Gloria y loor a la querida Armada Brancaleone de Maradona, en cruzada divina rumbo a la tierra santa de Sudáfrica para recuperar el santo grial perdido en 1990! Sin ustedes la vida sería demasiado previsible, gris, aburrida, estúpidamente eficiente.
Las listas de Maradona, como las de Tinelli para su programa, se nutren con la lógica de la eficiencia circunstancial. ¿Cristian Alvarez embocó un par de tiros libres y no hay nadie por derecha? Adentro. ¿La gente habla de Ricardo Fort? Adentro. Después vemos. Mañana será otro rating.
Es la hora de Jamaica. Un rival exótico, como discurso de Bilardo. ¿Qué sabemos de ellos? Que tienen a Usain Bolt (no, nada que ver con el turco Husaín, doctor), un tipo capaz de correr los 100 metros en 9,58 segundos; la música de Bob Marley (el que se cae en la tele es otro, Man) y un modesto puesto 78 en el ránking de la FIFA. Poco más. Para enfrentarlos, el equipo que conduce los sagrados destinos de la Selección convocó a otro grupo de entusiastas nativos dispuestos a cumplir su sueño de niño: sacarse una foto con Maradona y otra con la camiseta. Tan sonrientes y satisfechos como turistas frente a las focas de Mar del Plata o los Boteros del Central Park. En fin: un vaso de agua, una crítica a Cristina y un llamadito para la Selección, en este país, no se le niega a nadie.
El estrafalario ejército de Brancaleone-Vittorio Gassman juntó a un viejito que cargaba su propio ataúd con un ciego que llevaba a un paralítico sobre los hombros, un traductor de todo (brisas, rugidos, canto de pájaros, cascadas), un masoquista, un leproso y un falso profeta, entre otros. Cualquiera se sumaba. La armada maradoniana sigue esa línea. Su último paso de comedia fue desopilante. El armado de la lista tuvo más vueltas que interna peronista. Primero citaron a cuatro jugadores de Estudiantes que debían jugar la Libertadores. Después a Pereyra, de Atlético Tucumán, recién operado de su nariz rota. Con sus reemplazantes de apuro, se superó el centenar de citados en poco más de un año. Only in Argentina.
Para completarla, Bilardo, el doctor balbuceante, muy a su estilo, explicó así el sainete: “Uno puede decir ¡pero la puta, para qué! Pero es así, siempre es así. La lista dice: es parcial, no es definitiva. Si fuera la definitiva, ahí sí, ahí sí…”. Ahá. Siempre es así. Mirá vos qué bien. Me quedo más tranquilo, entonces.
¿Para qué servirán estos simpáticos partiditos? Si la idea es fortalecer el grupo y ensayar la convivencia, no será fácil hacerlo con un plantel que ya tiene más personajes que novela de Tolstoi. Al que sí le sirven es al novato Maradona, técnico fugaz y de desastrosos antecedentes que todavía arrastra un 1-6 vergonzante en Bolivia, la clasificación con el agua al cuello, una guerra absurda por su ex amigo-enemigo Ruggeri, una campaña contra la cancha de River, el despido de Lemme, la suspensión de la FIFA y su pelea con Bilardo. Uf... Estos son partidos para ganar, gustar, golear y fortalecer la autoestima salvo que… el rival parezca “Alemania”, como dijo el propio Maradona de ¡Costa Rica! El fútbol está cada día más parejo, ¿no? Lástima.
Nada personal tengo en contra de Maradona. Es más, lo que más me seduce de él es su costado políticamente incorrecto, eso que tanto indigna a los fundamentalistas del sentido común. Lo amé cuando compraba toda la first class de los aviones para pasearse en chancletas con su familia, cuando criticaba al Vaticano o se le ocurrió elogiar a Fidel Castro… justo un año antes del Mundial de Estados Unidos. Su genialidad como futbolista está fuera de discusión. Y aunque piense que la adicción de la gente tiene con su figura supera a la suya con la cocaína, me conmueve el amor incondicional que recibe de las multitudes. Eso sí es de verdad. Un mito puede explicarse. Lo que no se puede es crearlo artificialmente.
El Maradona DT es otro tema. El Maradona DT no existe, como tampoco existe su capacidad de aceptar límites. Maradona es un solista, un milagro individual, una explosión de narcisismo. Lo suyo no es liderar; lo suyo es reinar, tener una corte, súbditos. El talento siempre le brotó naturalmente, como un manantial. Ejercer la conducción es otra historia. Requiere análisis, conocer al otro, ponerse en su lugar. Algo casi imposible para el pobre Maradona, eternamente encapsulado en su papel de deidad. No es su culpa.
Pese a su escaso vuelo en el oficio, tiene jugadores como para ilusionarse con un Mundial digno. Ojala sean campeones; me encantaría, aunque, por infiel, sé que seré condenado la máxima pena de oralidad maradoniana. Es difícil, pero puede pasar, claro que sí. El fútbol es un juego y si en ese juego existiese la lógica, Bielsa ganaría siempre.
De todos modos, para mí, no se trata sólo de ganar, compatriotas. A veces también se trata de ser mejores.