En el marco de la transición hegemónica presente, aparecen dos extremos interpretativos para explicarla.
Por un lado, la teorización de la aparición de una nueva potencia asiática que estaría en condiciones de reformular estructuralmente el sistema internacional desde una cultura e ideología cooperativa y organicista de fuerte liderazgo estatal.
Por otro lado, los análisis de un mundo que, si bien presuponen una nueva potencia en ascenso en el sistema internacional, entienden que su estructuración es múltiple, cruzada y superpuesta en varios órdenes (G-Plus World) así como no-polar (G-Zero).
Otro enfoque, ubicado dentro de los últimos análisis, es el que formuló el prestigioso profesor Li Xing, de la Universidad de Aalborg, que denominó “hegemonía interdependiente”, para intentar explicar la actual transición del poder global. Este concepto se contrapone al que hemos propuesto de “interdependencia hegemónica”. En primer lugar, el primer concepto adjetiva la hegemonía, la relativiza, la fundamenta y la naturaliza en sus consecuencias. El segundo concepto adjetiva la interdependencia compleja, al entender que esta no puede escapar a la lógica y la dinámica de la hegemonía global. De este modo, la deconstruye y muestra sus dinámicas de concentración y desigualdad estructural.
En primer lugar, la estructura del orden global no es necesariamente la proyección en espejo de un bloque histórico nacional. Aquí estaría negándose la propia lógica de la interdependencia. Más bien, ese orden es el producto de un desarrollo histórico del sistema económico internacional y de su dinámica de concentración.
En segundo lugar, la potencia emergente no se moldea o acepta el orden mundial existente. Ella es parte de la configuración del capitalismo en su fase actual y ahora lidera su conducción política.
En tercer lugar, no es que la potencia emergente se beneficia del orden mundial existente, sino que lo está expandiendo en una nueva fase de su desarrollo histórico. Asimismo, no desafía sus “fundamentos ideológicos establecidos” sino que los sustenta con otras conceptualizaciones e ideologías de la nueva globalidad.
En cuarto lugar, si bien la potencia que surge no “está participando vigorosamente en el proyecto neoliberal occidental”, lo está reconfigurando para su permanencia dentro de la lógica de la economía política internacional. A su vez, si bien lo hace desde un “mercado gobernado” y no desde un “mercado libre” –en parte, por cierto– , esto es relativo en tanto sigue siendo el capital sistémico global con sus diferentes formas de regulación.
En quinto lugar, la afirmación del “declive de la hegemonía estadounidense” no estaría confirmándose si consideramos la revigorización del liderazgo norteamericano luego de la invasión rusa a Ucrania. En la actualidad, la dimensión coalicional y militar está en claro desequilibrio a favor de los Estados Unidos. Asimismo, la interdependencia hegemónica configura una economía china completamente interconectada con la de Estados Unidos y forman dos jerarquías globales claramente establecidas.
En sexto lugar, el fundamento de que “ninguna potencia existente y emergente sea capaz de hegemonizar y liderar el mundo haciendo confluir economía e ideología” no comprende que no es necesario que eso suceda en un solo actor. El dominio de las dimensiones de la interdependencia hegemónica puede estar compartido pero no deja de ser desigual y asimétrico.
En séptimo lugar, claramente no es necesario que la potencia emergente cree un “nuevo marco institucional para la gobernanza global que sea política e ideológicamente universal”. Basta con que domine el existente y lo ajuste con pequeñas modificaciones para reproducirlo.
En octavo lugar, no podemos ponderar como positiva la “hegemonía interdependiente caracterizada por la acomodación y la integración” en tanto esta mantiene los pilares estructurales del orden global: la asimetría, la desigualdad y la concentración.
El mundo empieza a verse desde otras latitudes geopolíticas. Pero mantiene vivos a los padres fundadores de la modernidad política en torno a sus dos legados que movilizan las fuerzas profundas de la historia: el capitalismo global y el poder político realista con jerarquías globales entrelazadas.
*Profesor e investigador de la UBA.
Compilador y autor del Manual de la política exterior argentina (Eudeba).