En nuestro país los esquemas binarios no sólo empobrecieron notablemente el debate político, sino que están corroyendo diferentes esferas de la sociedad y del Estado, entre ellas, el Poder Judicial, cuya caída en el pozo de la polarización genera hechos cada vez más preocupantes. Así, la semana que acaba de transcurrir bien podría haberse titulado “Crónica de una Justicia estallada”, tanto por el previsible apartamiento del juez Claudio Bonadio de la causa de Hotesur –que involucra fuertes sospechas de lavado de dinero por parte de la familia presidencial– como por el increíble embargo-allanamiento, claramente intimidatorio, realizado contra uno de los periodistas símbolos del oficialismo, Víctor Hugo Morales, medida judicial impulsada por Cablevisión.
Las demostraciones de poder y la sucesión de chantajes y venganzas cruzadas a las que hoy asistimos no sólo apuntan a exacerbar la polarización política sino, sobre todo, a aflojar aun más los escasos controles horizontales y verticales existentes, lo que termina de asegurar así la impunidad a los diferentes bandos en pugna. Pues hoy la búsqueda de impunidad se convirtió en uno de los elementos comunes de los más diversos oficialismos, sean éstos locales, provinciales o nacionales. Por otro lado, en Argentina resulta difícil transitar la semana sin contar con alguna nota de color. El premio mayor se lo llevó el largo spot de campaña de Máximo Kirchner, quien se presenta como candidato a diputado nacional por la provincia de Santa Cruz. En la única parte en la que el hijo presidencial habla se reproduce una frase del también único discurso público, pronunciado en el acto de La Cámpora en Avellaneda, en septiembre de 2014 (algo así como el “discurso del rey”, pues imagino que debe haber sido muy preparado y varios meses ensayado). La frase dice: “No hay apellidos milagrosos sino proyectos”… Podrían escribirse muchas cosas sobre tamaña afirmación. Pero no creo que valga la pena, porque esas palabras bastante jactanciosas poco pueden servir para borrar o hacernos olvidar el “efecto de nepotismo” que las propias imágenes del spot promueven y buscan consolidar: así, con música de la Bersuit, vemos varias veces a Néstor y Cristina y, para que nos quede bien claro, a Máximo se lo ve incluso replicar un gesto del padre... De todos modos, en mi humilde opinión, hay que recordar que Máximo no es el único “heredero” con pretensiones políticas. En Argentina hay herederos en todos lados. Basta ir a cualquier provincia o localidad del conurbano bonaerense –sin excluir la ciudad de Buenos Aires– para constatar que la política está cada vez más corroída por el nepotismo y la endogamia.
También esta semana la Presidenta inauguró la nueva estatua de Juana Azurduy, donada por el gobierno boliviano. La fiesta tuvo un plus, que fue la presencia de Evo Morales, el primer presidente indígena de la región. Algunos podrán pensar que este gesto “de reconocimiento” viene a decirnos que el gobierno kirchnerista defiende los valores y derechos de los pueblos originarios. La realidad es más dura y menos multicultural que lo que muestran la interesada simbología oficial en sus fiestas o los programas bienintencionados del canal Encuentro. En realidad, en estos 12 años el kirchnerismo promovió activamente la expansión de la frontera sojera, lo que produjo un fuerte proceso de acaparamiento de tierras, desplazamiento y expulsión de indígenas y campesinos, y una dinámica de criminalización de la protesta. En ese listado hay que incluir también asesinatos –realizados por sicarios o policías, mandatados por terratenientes y amparados por los gobiernos provinciales– que luego se disfrazan de accidentes.
Otra muestra cercana de la política real del Gobierno es ilustrada por el acampe originario, que lleva cinco meses en la 9 de Julio sin que la Presidenta se haya dignado a recibir a los representantes de los pueblos indígenas y sin que sus reclamos hayan sido contemplados. En breve, frente a la situación de desposesión de tantas comunidades indígenas y campesinas, la presencia de la estatua de Juana Azurduy desborda el doble discurso y roza ya decididamente el cinismo.
Finalmente, para volver al tema de la justicia y la impunidad, hay que recordar que ésta es una semana especial: hoy se cumple un nuevo aniversario del atentado a la AMIA, el mayor ataque terrorista de nuestra historia. Veintiún años después no hay imputados, ni presos ni condenados: sólo impunidad y una larga cadena de encubrimientos e irregularidades. Este sentimiento de impunidad encuentra una vuelta de tuerca en la reciente muerte del fiscal Alberto Nisman, de la cual hoy se cumplen seis meses. Por otro lado, el adelantamiento del juicio por encubrimiento para el próximo 6 de agosto (que esta semana tuvo como correlato la prohibición de salida del país de varios de los imputados, entre ellos el ex presidente Menem) está lejos de apuntar al corazón de la causa AMIA. Sin negar su importancia, hay que decir que se trata de una causa lateral, por encubrimiento, pero que no apunta a abrir pistas sobre los responsables del atentado.
Así, este nuevo aniversario del atentado nos confronta con la persistencia de la impunidad y refuerza la necesidad de crear una comisión investigadora independiente, conformada por personalidades de trayectoria intachable con plenas facultades y garantías para llevar a cabo una verdadera investigación, con desclasificación y apertura de todos los archivos. En esta línea se inserta la propuesta de Apemia, una de las organizaciones de familiares de las víctimas de la AMIA, que hace más de un año presentó un proyecto de ley ante el Congreso Nacional y que, pese al aval de diferentes sectores políticos, todavía no fue tratado. Vale la pena agregar que, en la medida en que se conoce, este proyecto suscita más adhesiones, pues es visto como la última oportunidad para salir de la situación de injusticia e impunidad.
*Socióloga.