La inflación de abril llegó al 6% y volvió a impactar a la sociedad y a sacudir los cimientos cada vez más endebles de un gobierno que navega por el barro de su interna brutal e imparable. Con todo, no es ese el único dato que enciende las alarmas: el acumulado en el primer cuatrimestre llegó al 23% y en los últimos 12 meses tocó el 58%. La suba interanual, pues, es la más alta de los últimos 30 años. Pero hay más: la Argentina hace 10 años que no crece y su PBI per cápita es 13% más bajo transcurrido el mismo período de tiempo. Y por si esto fuera poco, la inflación en el Conurbano alcanzó niveles aún mayores, pisando el 6,2% para todos los habitantes que moran en ese submundo atravesado por los contrastes y las acechanzas.
Los sectores acomodados con mayores posibilidades de hacerle frente a esta situación se protegen como pueden. Para los más pobres, en cambio, no hay protección posible. El desafío no es cómo llegar a fin de mes sino cómo llegar a mañana. Los empresarios, por su parte, no arriesgan inversiones de magnitud significativa. Tiene lógica: es mejor volar bajo radar a ver si a alguno se le ocurre gravar la renta inesperada. La clase media no da más y es, en líneas generales, la mayoría de la población (44%) sobre la cual recaen los mayores esfuerzos impositivos y laborales. El grueso de la gente que está en la economía informal recorrió las calles de la Ciudad de Buenos Aires el pasado jueves generando un caos que ya a nadie parece sorprender. No todos, los piqueteros afines al oficialismo que tienen sus caciques dentro del propio gobierno –es decir que están de los dos lados del mostrador– como Emilio Pérsico del Movimiento Evita y secretario de Economía Social en el Ministerio de Desarrollo Social; Fernando “Chino” Navarro del mismo Movimiento, es secretario de Relaciones Parlamentarias; Daniel Menéndez, subsecretario de Promoción de Economía Social y Desarrollo Local; entre otros– no movilizaron a sus agrupaciones. El Gobierno cuenta con protección en ese sentido. De no haber sido así, la movilización hubiera sido masiva y determinante. Lo mismo puede decirse de la CGT que parece dormir una larga siesta en su rol de defensa de los trabajadores. Peronismo explícito.
En este marco, el Reporte de Expectativas del BCRA habla del 65% de inflación para todo el año. Un reconocimiento oficial que pese a su criticidad, choca con los cálculos de consultoras privadas que la ubican por encima del setenta.
Los jóvenes y los adultos mayores son quienes llevan la peor parte; los primeros por la presión que la mayoría sufre para abrirse paso en la vida en un país donde estudiar, comprar libros, terminar el colegio secundario y la facultad al mismo tiempo que deben salir a trabajar para solventar sus gastos, algo que cada vez se les hace más difícil de lograr. Los adultos mayores, porque pese al aumento anunciado, no van a poder subsistir con solo 37 mil pesos de bolsillo. Es de un cinismo inhumano.
Las invectivas de una Cristina enceguecida por el odio ya no tienen ningún efecto
Luego del Aló Presidenta de Cristina Fernández de Kirchner en Chaco, donde se esmeró cuidadosamente en desairar a su otrora elegido, Alberto Fernández, se ha constatado la poca efectividad de sus dardos llenos de veneno político. Máximo Kirchner le mandó otro mensaje al Presidente: “Cuando uno quiere conducir también debe saber obedecer”. Es más de lo mismo. Ya no entran las balas. “Primero fue la época epistolar con cartas cargadas de ego y cinismo, luego los ataques de sus títeres, con su hijo y Kicillof a la cabeza, luego sus propios discursos, ahora nuevamente envía sus laderos. Al principio sorprende, después genera disgusto, y ahora es como escuchar la lluvia caer. Está desquiciada y enceguecida por el odio pero, sobre todo, porque Alberto resiste sin ella”, señala una voz desde la Casa Rosada.
En el entorno del tridente económico (Martín Guzmán, Matías Kulfas y Miguel Pesce) nadie camina con tranquilidad, aun cuando cerca de los dos ministros se ufanan de una cosa: “Ellos presionaron para hacerse cargo de bajar la inflación con recetas viejas que tenían el fracaso asegurado; ahora que vayan a llorar a La Plata” –en referencia a la Gobernación del predilecto de CFK.
En el entorno de Guzmán apuntan a Kicillof y, en el de Kulfas, se mofan del malogrado Roberto Feletti.
El asado del martes por la noche en la casa de Sergio Massa con los economistas Martín Redrado, Marco Lavagna, Diego Bossio, Miguel Ángel Peirano y Martín Rapetti –contado en detalle por Pablo de León– es una muestra más de la falta de sustento político con el que navega la gestión de Guzmán.
El viaje del Presidente a España, Alemania y Francia –en verdad, una excursión– dejó en evidencia su intrascendencia. Por eso, de lo único que se le preguntó en los reportajes con los pocos medios europeos que mostraron interés en entrevistarlo fueron temas vinculados con la interna gubernamental.
En medio de tanta nada, la presencia de los miembros de la Corte Suprema en la reunión de los jueces federales en Rosario representó un hecho de alto voltaje político-institucional. En primer lugar por el alerta sobre la necesidad que tiene el país de que las autoridades políticas le otorguen la prioridad que exige la lucha contra el narcotráfico. En segundo lugar, por el cuestionamiento sin tapujos a la inexistente gestión del ministro de Justicia, Martín Soria, otro vendehumo nombrado por CFK para insistir en la terquedad de su fracasado intento de configurar una Justicia adicta que incluye la ampliación del número de sus miembros. Y, en tercer lugar, por el respaldo dado a la fiscal anticorrupción de Entre Ríos, Cecilia Goyeneche, cuyas investigaciones fueron clave para lograr la condena del ex gobernador de la provincia, Sergio Uribarri.
La Argentina asiste a los devaneos de un gobierno de la nada que no tiene remedio.