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UN PAIS EN SERIO

La Argentina desaparecida

Seguridad total para el G20 y atentados de dudosa seguridad. El dolor no sabe de feriados.

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Entro en la oficina de mi productora y está Carla, mi asesora de imagen, mirando las imágenes del ARA San Juan en su iPad.

—Qué garrón –es lo único que se me ocurre decir.

—Esta vez no te puedo decir mucho más –responde Carla–. Es un lugar común, una obviedad, pero en este momento no hay margen para mucho más, ¿no?

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—Demasiado dolor.

—Además, hay que admitir que tu “qué garrón” es mucho más que lo que dijo el Gobierno sobre el tema en todo este año.

—Tampoco exageres. Tené en cuenta que los familiares estuvieron acampando durante mucho tiempo en Plaza de Mayo.

—¡Pero no los recibió nadie del Gobierno! –exclama Carla.

—Bueno, pero tampoco los echaron a patadas.

—Eso porque no coincidió con la cumbre del G20.

—Ni les dieron feriado –insisto.

—Porque no coincidió con la cumbre del G20.

—¡Y dale con el G20! –me quejo–. ¿Te parece tan importante el asunto?

—¿A vos no te parece importante que una ministra de Seguridad les recomiende a los habitantes que abandonen la ciudad porque va a estar militarizada?

—Es como que no da mucha seguridad esa idea de la seguridad, ¿no? –reconozco.

—No, aunque es perfectamente constitucional –admite Carla.
—¿Vos decís?

—Ya lo dice el preámbulo de nuestra Constitución: “Para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

—En eso tenés razón, los mandatarios del G20 van a habitar nuestro suelo, al menos por un par de días.

—Por otra parte, hay un trato equitativo: el despliegue de fuerzas de seguridad es el mismo que se utiliza para otro tipo de extranjeros –continúa Carla–. Por ejemplo, los manteros senegaleses.

—Pero la seguridad en el G20 es para cuidar a los mandatarios –explico–. En cambio las fuerzas de seguridad que envían a los manteros senegaleses son para reprimirlos.

—Detalles. Lo importante es que la seguridad funciona, aunque para que funcione tengamos que huir de Buenos Aires.

—¿Cómo que la seguridad funciona? En los últimos tiempos tuvimos un atentado anarquista y otro de Hezbollah. ¿Te parece poco?

—Sí, anarquistas –Carla lanza una carcajada–. Esos son menos anarquistas que vos.

—¡Pero pusieron una bomba en la tumba de Ramón Falcón! –exclamo.

—Los anarquistas mataron a Ramón Falcón en su momento, a principios del siglo XX –responde Carla–. ¿Por qué iban a querer matarlo de vuelta si son gente que no cree en Dios y mucho menos en la reencarnación?

—¿Vos decís que es verdad aquello que decía Marx, que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa?

—Sí, pero tené cuidado que a los anarquistas no les gusta mucho Marx –sugiere Carla–. Ellos prefieren a Bakunin. Aunque pensándolo bien, es probable que estos anarquistas sí siguieran a Marx. Lo que no me queda claro es si a Groucho o a Harpo.

—¿Y lo de Hezbollah qué te parece?

—Que era hora de que llegaran los inversores extranjeros.

—¿Te referís a la lluvia de inversiones? –pregunto.

—Exacto –responde Carla—. El problema es que parece ser una lluvia de balas. Aunque para eso está la gente de seguridad del G20.

—A mí me parece que estás siendo muy dura con el Gobierno.

—Puede ser, pero no hay problema. El Gobierno acaba de aprobar un Presupuesto de ajuste feroz por 45 votos a 24 en un Senado mayoritariamente peronista. Una goleada histórica. Después de eso, creo que las críticas le importan bastante poco.

—Eso los posiciona bien para 2019, ¿no?

—Falta una eternidad para 2019, pero sí, sin dudas –reconoce Carla–. ¡Si hasta se pueden dar el lujo de admitir barbaridades!

—¿Te referís a lo que dijo Dujovne, de que ningún otro gobierno sobrevivió a un ajuste tan brutal?

—Exacto. Eso le allana mucho el camino. Solo falta un detalle.

—¿Cuál?

—Que se presente Cristina –responde Carla.

—¡Otra vez la grieta! –me quejo–. ¿No podemos sacudirnos ese karma?

—No te quejes, que hay karmas mucho peores.

—¿Por ejemplo? –pregunto.

—Los desaparecidos. Hasta la Armada carga con eso ahora.

—Pensar que en el kirchnerismo había idiotas que decían que el Gobierno hacía aparecer un nieto cada vez que se quería tapar un problema económico.

—No te sorprenda entonces que ahora alguien diga que el Gobierno hizo aparecer el submarino para tapar los aumentos de tarifas.

—¿O sea que la grieta ya no sería un problema? –pregunto.

—Sí, pero es un problema menor –concluye Carla–. La grieta es solo un detalle en el abismo insondable de la Argentina desaparecida.