Estoy en mi oficina leyendo toda la información sobre el G20, tratando de sacar algunas conclusiones para mi columna política del domingo. En este momento estoy analizando el menú que preparó Francis Mallmann para la reunión de primeras damas en Villa Ocampo.
“¿Entrada, cinco platos y postres para una reunión de señoras flacas, espléndidas?”, pienso, y lamento que no me hayan invitado. Centolla fueguina, ojo de bife, empanadas jujeñas, humitas salteñas, flan de dulce de leche…
¿Por qué será que nos atrae tanto saber el detalle del menú y de los diseños de los vestidos? Estoy pensando en esas cosas cruciales para el futuro del país, en los temas que les interesan a mis lectores, cuando entra Carla, mi asesora de imagen, dando un portazo y a los gritos:
—¡Este país no da para más! ¡Yo me voy a vivir a Canadá!
—¿A Canadá? –pregunto, totalmente desconcertado–. ¿No hace mucho frío ahí?
—Puede ser –admite Carla–. ¡Pero el presidente Justin Trudeau está buenísimo! Encima es progre, feminista, defiende los derechos de gays y lesbianas, está a favor del aborto legal…
—Sí, tanto que el embajador canadiense en la Argentina se puso unas medias a favor del aborto…
—¡Obvio, porque sigue la política de Trudeau!
—¿O sea que le das a Trudeau?
—Le entro como piedra al micro de Boca.
—Pero mirá que está casado, ¿eh? Y su mujer es progre, linda, periodista…
—¿Ves? ¡Le gustan las periodistas! ¡Tengo chances! Además, qué me importa que esté casado. El y ella son tan progres que seguramente deben ejercer el poliamor.
—Peña Nieto también está bueno, ¿no?
—Mal no está –responde Carla–. Pero no me vas a comparar a ese machirulo conservador mexicano con el bombón canadiense. Encima, Peña Nieto ya no es más presidente. Se fue antes del G20 para dejar su cargo.
—Me da la sensación de que el G20 es como un Mundial.
—Sí, pero más cortito. Y además, en el Mundial el porcentaje de jugadores que están buenos es mayor al 50%. En el G20 no llega ni al 10%.
—Además, en el Mundial los protagonistas tienen que ser hombres sí o sí. En el G20 no tienen por qué serlo… pero lo son.
—¡Qué mundo machista! –se enoja Carla–. Los hombres se reúnen para hablar de negocios, de cómo se va a repartir la torta, de si China hace negocios en América Latina, si Europa manda en Africa, si Estados Unidos nos vende armas… Y las mujeres se reúnen para mostrar sus vestidos.
—Y la izquierda se reúne para protestar contra todo lo que está pasando allá adentro y está totalmente fuera de su alcance –agrego.
—En ese sentido hay que reconocer que la organización del G20 funciona a la perfección. Hay un espacio para el lobby inescrupuloso, otro para la pelotudez decorativa, otro para la protesta inocua…
—¿Vos decís que así todo el mundo queda conforme? –pregunto.
—Por supuesto –responde Carla–. Encima, también les sirve a algunos presidentes para descansar un poco.
—¿Descansar?
—Claro. Fijate que en estos días no se habla ni de crisis, ni de aumentos de tarifas, ni de nada. En el país no pasa otra cosa que el G20. Y el superclásico, claro.
—Macri debe estar aliviado.
—Sí, pero no solo Macri. A Emmanuel Macron se le está prendiendo fuego Francia. Literalmente. En París hay quema de gomas en Champs Elysées, a metros del Arco de Triunfo. Pero el tipo está lo más tranquilo acá, leyendo a Borges.
—¿Vos decís que para el Gobierno el balance del G20 es positivo? –pregunto.
—Muy –responde Carla–. Más allá de no haber recibido a Macron, de haber confundido al chino, de que Trump dejara pagando a Macri, de que no hubiera wi-fi en la sala de prensa, de las detenciones a dirigentes de izquierda por tener un handie, la organización fue un éxito.
—¡Pero todo lo que decís es bochornoso!
—Puede ser –admite Carla–. Por un 10% de todo eso, la Conmebol te trasladaba la cumbre del G20 a Madrid. Pero hay cosas que le salieron muy bien al Gobierno.
—¿Por ejemplo?
—El operativo que se hizo para atar y amordazar a Elisa Carrió durante todo el G20 salió a la perfección. ¿O vos escuchaste alguna declaración?
—¿O sea que el Gobierno sale fortalecido?
—Un poco sí. Lo que hay que ver es cuánto dura todo esto.
—¿Qué puede pasar? –pregunto.
—Quién sabe –concluye Carla–. Pero da la sensación de que el G20 viene por Libertador. Lo que hay que evitar ahora es que la economía doble por Monroe.