Tal vez a tono con un mundo que parece recostarse en el conflicto, la violencia real y simbólica de las últimos días muestran una Argentina “vergonzante” que está ahí, agazapada, al acecho. Para materializarse sólo basta con hacer visible lo invisible: las pujas de poder e intereses no sólo de quienes lo detentan sino también de aquellos que lo padecen. Este país en blanco y negro, sin matices, es el territorio del vale todo, del corrimiento de los límites éticos y estéticos.
Las pantallas de TV repiten hasta la insensibilidad del hartazgo, violando todas las leyes, la imagen de una brutalidad descarnada que se esconde tras una camiseta. El hincha agoniza, la pelota sigue rodando.
La violencia simbólica necesita ser interiorizada, naturalizada, conformar un “sentido común” incuestionable, con valores estáticos y estratos inmutables. Si la educación pública sirvió como trampolín de ascenso y democratización social y, sobre todo, portadora de una idea de construcción de futuro, hoy los docentes están mal pagos y, además, humillados. La instalación de la escuela itinerante fue resistida por una represión inusitada, una demostración de poder lisa y llana. De marcar los límites. De reafirmar desde lo más alto de la toma de decisiones que la tolerancia, los buenos modales o los sinuosos límites de la legalidad democrática dependen de una voluntad: la del Gobierno.
Los estereotipos se basan en la estigmatización y pone a cada uno “en su sitio”. Es necesario escarbar en la intimidad de cada individuo. Siempre habrá algún manto de sospecha que transmutará la responsabilidad y hará cargo a la víctima de su desgracia. Micaela, la joven entrerriana de eterna sonrisa, no respondía a parámetros preestablecidos. Era vital, líder, principista. Una militante que quería cambiar el mundo, incluidas las relaciones de poder patriarcales que condicionan, hieren y matan. Cuando los padres fueron a la TV, intentando disminuir su ausencia en la presencia de sus convicciones, las redes sociales encendieron las alertas. Micaela debía con su muerte ser su verdugo, legitimar la “mano dura”. La presión mediática no confundió a los padres con el corazón destrozado pero la cabeza clara: “el problema es más profundo, es el sistema machista”. En La noche de Mirtha se palpaba frustración. Macri no habló con la familia pero sí opinó sobre algunos jueces. El Papa, con una agenda mundial urgente y abultada, se permitió escucharlos y bendecirlos. Las redes o los trolls quisieron ser lapidarios: se extralimitaron en opiniones y además dieron cátedra sobre cómo debían sentir la pérdida de Mica. La falta de respeto no supo de límites.
En este contexto, los grandes medios indican, cual guión de telenovela previsible, quiénes son los buenos y quiénes los villanos. No hay posibilidad de confundirse. Las causas nobles residen en los salones palaciegos. El mundo externo, desconocido por lejano, representa una amenaza imaginable y unívoca.
Vigilar, castigar. Probablemente ninguna sociedad haya sido tan condescendiente con la pérdida de la libertad en nombre de la “libertad”. La idea intrínseca a la sociedad posmoderna supone que la contracara de la seguridad es el control. A veces consentido, otras obligado. Una TV repleta de operaciones donde se mancilla la honorabilidad del ex presidente del Incaa, o en la que se inventan noticias tendenciosas con imágenes viejas y de otros países presentadas como actuales y cercanas. En tiempos de la posverdad la simulación sustituye a la esencia. El “carpetazo” real o inventado inmoviliza contrincantes políticos. Y las operaciones reemplazan la objetividad periodística. El ejercicio del poder como disciplinador social es, al mismo tiempo, indiscreto por omnipresente, y discreto porque funciona permanentemente y en silencio.
Tiempos difíciles. Como describía Michel Foucault: “No son los hombres los que emplean el poder, sino que es el poder, su distribución, sus estrategias, sus dinámicas, el que produce los sujetos; sometiéndolos, pero también haciéndolos capaces de resistirse”. Ojalá la resistencia pueda ante tanta vulgaridad.
**/**Expertos en Medios, Contenidos y Comunicación. *Politóloga. **Sociólogo.