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La caja criogénica del doctor Martinot

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El doctor Raymond Martinot, médico parisino muerto el 22 de febrero de 2002, a los 79 años, no verá el mundo en 2030 y no podrá abrazar nuevamente a su adorada Monique, muerta en 1984. El tribunal de Saumur decidió que no se cumpliera su sueño de inmortalidad y ordenó que se desenchufara la tumba de hielo donde reposaban, en estado de perfecta hibernación, los cónyuges. Durante treinta años, en la cripta del castillo de Preuil, en la campiña francesa de Touraine, funcionaba la caja criogénica de acero del doctor Martinot, primer experimento de congelamiento de cuerpos humanos intentado en Francia.

El gigantesco sarcófago mantuvo a una temperatura constante de 65 grados bajo cero al cuerpo de Monique. A su muerte, fue el mismo doctor quien preparó el cuerpo, inyectó los productos para la hibernación, puso en movimiento la ruidosa caja de acero, fruto de años de estudios, de lecturas, de investigaciones maduradas en los libros de anatomía, del continuo informarse de los últimos avances de la criogénesis en Estados Unidos y los adelantos en el congelamiento de embriones, pero también de las lecturas de las novelas de Julio Verne y especialmente de Las maravillas del 2000, del italiano Emilio Salgari. Según el doctor Martinot, en treinta, cuarenta o cincuenta años, en 2030 o en 2050, los científicos sabrían hacer “revivir” un cuerpo conservado por el hielo.

Sintiendo que la muerte se acercaba, en los últimos años había escrito un libro para su hijo Rémy, donde especificaba todas las instrucciones para hibernar un cuerpo. Y Rémy llevó prolijamente a cabo la tarea. Aquel 22 de febrero, cuando el corazón de su padre se detuvo, inyectó uno después de otro los productos indicados. Pero fue la ley la que se opuso a la última voluntad del doctor Martinot. El juez Roger Mondonneix impuso una sepultura “tradicional” al considerar al experimento “irresponsable e ilícito” y “contrario a las prácticas funerarias en vigor en Francia”. “Es una sentencia injusta”, comenta Rémy Martinot. “Mi madre reposa en la cripta desde hace treinta años, y eso todos lo sabían”. Su abogado, Alain Fouquet, anunció que tiene la intención de recurrir a la apelación. Pero para entonces podría ser demasiado tarde: incluso pocos minutos sin corriente eléctrica bastan para lanzar al sueño eterno los cuerpos de Raymond y Monique.

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Vencer a la muerte se volvió la única obsesión de Martinot. En 1970 había comprado el castillo de Preuil para poder llevar a cabo allí sus experimentos. En 1974 hizo fabricar la gran caja criogénica, un enorme congelador de cierre hermético alimentado por un generador. Enfermo de cáncer, estaba seguro de que reposaría en su tumba de hielo. Pero en cambio murió Monique, cuando acababa de cumplir sólo 45 años. Fue ella la que pidió ser hibernada.

Rémy estuvo ausente durante la lectura de la sentencia. Después de haber crecido en un ambiente donde no se hablaba más que de muerte, le tocará a él enterrar, una vez más, a sus padres. Y esta vez para siempre.