Un granito de arena a la confusión general en torno al interesante debate sobre la publicación de la foto del pequeño Aylan. No intento dictar sentencia, sino sumar reflexiones. Incómodas, hasta para mí.
Entiendo el argumento de los que defienden que dar la imagen del cuerpito sin vida del niño sirio sea un llamado a la toma de conciencia de todos sobre el drama de los refugiados.
Sin ir más lejos, ésa es la opinión hasta del ombudsman de PERFIL, en esta misma edición. Así como la de tantos otros periodistas y editores respetables y no tanto (como el que la justificó en la página 2 de Clarín de la misma manera que debió hacerlo cuando otro diario de ese grupo mostró el cuerpo sin vida de Angeles Rawson en el Ceamse).
No bebo agua bendita. Y de hecho trabajo en una editorial que ha hecho de la cultura fotográfica un tótem, donde muchas veces en otras publicaciones se transgreden límites que me molestan o irritan.
Me resulta provocadoramente innecesaria la foto de Aylan. Lo digo primero como padre, pero también como periodista.
¿Qué suma? Conciencia, me responden. ¿Eso va a servir más que los más de tres mil chicos como Aylan que han muerto como Aylan intentando huir como Aylan por el mismo conflicto del que fue víctima Aylan? Si así fuera, no es mérito de la foto, sino un reflejo patético de la sociedad global desarrollada, que requiere una imagen casi inhumana para conmoverse.
Habría que ver cuánto dura y qué profundidad tiene esa conmoción. Por lo visto con las fotos de la niña vietnamita escapando del napalm en los años 60 y del desnutrido niño sudanés “custodiado” por un buitre de los años 90, no deja mucho margen para la esperanza.
Pero bueno, mostrar a Aylan sin tapujos seguro que va a cambiar todo, ¿no? Y con el mismo espíritu periodístico libre y esclarecedor, mañana podríamos justificar otras imágenes. La de una modelo muerta en la bañera, para que se tome conciencia de lo mal que hacen las drogas. La de un músico con cáncer, para que se tome conciencia de lo importante que son los estudios médicos preventivos. La del cuerpo ensangrentado de Claudia Schaefer, asesinada en su casa del country por su ex marido Farré de 74 puñaladas, para que se tome conciencia del drama del femicidio. La de alguna de las chicas violadas a diario, para que se tome conciencia de la violencia de género. Y así hasta el infinito y más allá.
Porque para eso estamos, para ser tan generadores de conciencia como necios. ¿Y si discutimos eso?