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La dictadura del cierre y el estrés en periodismo

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Tragedia. Lo publicado ayer en la versión papel quedó superado por los hechos. | cedoc

“El cierre es un tirano”, se dice cuando la redacción de un medio gráfico llega al límite temporal de su gestión, paso previo a la puesta en marcha de la maquinaria que hará del diario o revista un producto terminado y apto para llegar a los kioscos. El Cierre –el empleo de las mayúsculas es deliberado– no admite postergación, salvo catástrofe o la necesaria espera para definir con la mayor cercanía a la verdad y la precisión (elecciones, por ejemplo, un accidente o acontecimientos similares por lo lábil del resultado final). Es en El Cierre cuando los editores sienten en plenitud los efectos del estrés periodístico: “¿Cierro aunque todo puede cambiar?” es una pregunta interior de quien define cuándo llegó el momento de bajar la cortina. “¿Y si me equivoco y quedo pagando?” es otra, no menos cargada de tensión. El Cierre es tensión pura, un momento de adrenalina adicional, una angustia profesional a veces costosa.

Así, El Cierre determina qué encontrarán los lectores en el kiosco cuando vayan a buscar su medio periodístico. Determina qué va en la portada y cómo. Determina –en definitiva– si el editor responsable del último OK antes del envío al taller de impresión lo hará con cierta paz o cargado de cierta angustia.

Antes de llegar a eso, El Cierre ajusta sus tiempos, obliga a acelerar cuando viene atrasado, presiona sobre los responsables de las secciones si alguna está en mora, tritura las seseras de los redactores cuando faltan treinta líneas para su nota y solo llevan escritas veinte. Y enciende el motor de la urgencia en quienes tienen que transformarse en dictadores si quieren que su trabajo llegue a las rotativas en tiempo y forma.

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Esto les cabe, creo, a quienes tuvieron a su cargo El Cierre el pasado viernes en PERFIL como en los demás medios gráficos diarios de la Argentina: debieron quedarse (y publicarla) con la versión oficial del gobierno de Irán, que hasta última hora de ese día insistía en que el avión ucraniano estallado cuando sobrevolaba Teherán (con la consecuente muerte de 176 personas) no había sido derribado por alguno de los misiles disparados el miércoles contra objetivos militares norteamericanos en Irak. Debo imaginar que, en verdad, El Cierre fue tranquilo, porque cuando una versión es oficial permite a los editores ir a dormir sin conflicto ni inseguridad.

Ayer por la mañana, los diarios ya eran viejos en los kioscos, al menos en lo que a esa información se refiere: contradiciendo lo afirmado por el gobierno iraní el viernes, Perfil.com (y, con variantes, otros portales locales de noticias) informaba: “El comandante de la sección aeroespacial de los Guardianes de la Revolución iraní, general de brigada Amir Ali Hajizadeh, (…) declaró que ‘asumía la total responsabilidad’ de la tragedia del Boeing 737 ucraniano, por el disparo de un misil ‘disparado por error’”. “Asumo la total responsabilidad”, dijo Hajizadeh en una declaración difundida por la televisión ayer. Perfil.com agregaba en su despacho: “‘Hubiera preferido morir antes que ser testigo de un accidente semejante’, aseguró el militar con rostro serio, asumiendo en forma personal las culpas del régimen iraní ante la comunidad internacional. Según el militar, ‘un soldado disparó sin poder obtener la confirmación de una orden de tiro debido a una interferencia en las comunicaciones’. Dijo Hajizadeh que el soldado confundió el avión con un “misil de crucero” y tuvo “apenas 10 segundos” para decidir.

Comparto con los editores y responsables de la tapa y la sección Internacionales lo que han sentido ayer por la mañana, al leer en Perfil.com y otros medios electrónicos que, una vez más, la tiranía de El Cierre jugó una mala pasada.