Si algo caracteriza el escenario actual de la política argentina es la dominancia inusitada de la empresa estadística. Es por ello que los analistas de opinión han ganado un lugar ilegítimo, pero, hasta el momento, indiscutido, para interpretar el resultado de las decisiones ciudadanas.
Advertir sobre estas formas de interpelación de lo político no es una cuestión menor si se tiene en cuenta la precariedad institucional en que se sostiene nuestra democracia representativa. Más aún, si el vedetismo del discurso determinista condiciona el derecho ciudadano a elegir representantes.
Sabido es que, en el campo social, el pasado no determina exactamente lo que ocurrirá luego, pero es cierto también, que por tales motivos, la sociedad llegó a ser objeto de la estadística. Así es que, con el recuento e inventario de las personas y de sus hábitos, se cierran filas contra la indeterminación y se produce un alud de datos a partir de los cuales se modelizan tipos de comportamiento normal, pero también, se objetivan tipos de comportamiento desviado, susceptibles de intervención.
Así visto, los usos de la estadística en el campo político pueden tener resultados diversos.
En este caso, el pivote, está sobre el modo en que la producción de tales interpretaciones forcejean el límite de la lectura socioestadística y operan como leyes de derecho propio. Es que como discurso, y aún en la controversia, estabilizan los límites del escenario electoral: al enunciar probabilidades, elevan el nivel de control sobre el riesgo que supone, para una política de élites, la indeterminación del acontecimiento político.
Por tales razones, entonces, el discurso estadístico debe observarse como un dispositivo que interviene en el proceso de domesticación de la política, no sólo porque quienes lo producen organizan un modo de interpretar la normalidad, sino porque también objetivan las decisiones minoritarias como desviación.
De acuerdo a esto, el abanico de opciones electorales se vuelve irrelevante en tanto el dictum estadístico colabora con la reproducción de aquéllas que resultan proporcionalmente mayoritarias.
Asimismo, se debe tener en cuenta que la probabilidad de ocurrencia de determinadas opciones se asocia con el proceso de formación de las decisiones ciudadanas. En este aspecto, la narrativa estadística también corrosiona la libertad para elegir, puesto que, sin desprenderse de las tablas oficiales de la desviación, subordina la decisión a un repertorio de opciones condicionadas.
A esta altura, es indiscutible que el desarrollo de un análisis crítico sobre las debilidades en que se sostiene nuestra democracia representativa, además de concentrarse sobre la calidad de las instituciones, debe desplegarse sobre los mecanismos de domesticación de la política, que como la estadística y según sus usos, pueden expropiar al ciudadano de uno de sus atributos fundacionales: la soberanía.
Frente a esto y como aún no ha sido posible inventar otro sistema político, entonces, debe avanzarse en una crítica responsable del sistema que tenemos. En este orden, los usos políticos de la estadística y la estadística como política de domesticación deben abrirse a la discusión.
(*) Socióloga (UBA). Profesora regular en la Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco” (UNPSJB). Maestría en Gerencia Pública (UNPSJB). Maestría en diseño de políticas sociales y formulación de proyectos (FLACSO) Argentina. Candidata a Doctora en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales- FLACSO- Argentina (tesis en evaluación).