Alfonso Reyes solía repetir aquella afirmación de Kant que dice “No es engrandecer, sino desfigurar las ciencias el confundir sus límites”. Entonces distingamos entre una historia del pensamiento o la filosofía argentina y la caracterización de lo que se ha denominado “pensamiento nacional”, o sea, aquel conjunto de escritos que nos fueron mostrando por dónde pasaba la colonización mental de los argentinos, enajenados con la oposición civilización vs. barbarie, en donde lo europeo era la civilización y la creación cultural argentina de una patria independiente y soberana afianzada en el pueblo, era la barbarie hispano-criolla. Se trata de dos corpus textuales diferentes, aunque se crucen.
La creación de una Secretaría de Estado del Pensamiento Nacional fue entendida como referida a este segundo corpus, delimitado a un pensamiento liberador. Pero las declaraciones del profesor Forster sorpresivamente aclararon que no se refería, dijo, a San Martín-Rosas-Perón y a la historia argentina de José María Rosa. Y citó a Rivadavia, y Sarmiento, justamente dos intelectuales partidarios de aquella “civilización” que contraponían a la creación cultural propia de los argentinos, que se expresó en el XIX en la república federal, la Confederación Argentina: las provincias eran vistas como una evolución positiva de instituciones hispánicas que debían ser el fundamento de la formación nacional.
En la reciente presentación de su plan de acción, Forster aclaró que para él el pensamiento nacional no es solo el cuerpo de doctrinas nacionalistas, populistas y revisionistas, pero no entró en más detalles, aunque es clara la alusión a lo que está pretendiendo olvidar o, directamente negar. Y habló de una “nueva independencia” que no explicó. Hay una vieja idea de José Martí (“segunda independencia”), que Perón concretó con la fórmula “independencia económica”, perdida por los Kirchner —entreo otras cosas— al apelar a Nueva York para dirimir problemas de deuda, y así nos va.
Un artículo de Horacio González (Página/12, 20/6) actuando en tándem con Forster reitera algunos conceptos: dice que Borges “luego de Sarmiento, es nuestro máximo escritor”. Ambos se olvidaron de Hernández: la omisión es significativa. En su artículo dice que el pensamiento nacional tiene “un canon fijo que lo limita exclusivamente a lo que se ha conocido como revisionismo histórico”. Error: el pensamiento nacional no se circunscribe al revisionismo, aunque éste forma parte de aquél. El revisionismo y sus continuadores volvieron a estudiar los siglos XIX y XX, y sus conclusiones modificaron el enfoque que se tenía por “científico” de esos siglos, recolocando en su justo lugar, entre otros, a Rivadavia, a Juan Manuel de Rosas, a Urquiza, a Sarmiento, a Mitre, a Perón y a Eva, alterando la visión liberal de la historia. Son valiosas realizaciones. Reivindicar el revisionismo no es defender moldes, consignas o dogmas (son expresiones de González) sino valorar lo que una rigurosa escuela histórica realizó.
González enumera una mescolanza de autores de lo más variada, —que tal vez preanuncia la lista de Forster—, que coloca contrapuestos, para citar a continuación el cuento de Borges que reitera su conocida tesis de que dos teólogos de doctrinas opuestas son una sola persona “para la insondable divinidad”. Pero en la concreta tierra argentina se trata de los que sostuvieron la civilización contra la barbarie y que asesinaron a sus adversarios, sea en Olta o en José León Suárez.
El pensamiento nacional produjo el revisionismo histórico y también una corriente intelectual que creó o resemantizó conceptos de utilidad para el análisis, tales como “comunidad organizada”, “conciencia” y “ser nacional”, “colonialismo mental”, o “conciencia colectiva popular”. Y, con ellos, pensadores como Perón, Jauretche, Hernández Arregui, Chávez y varios más realizaron el análisis desmitificador. Y habrá que seguir haciendo lo que sea necesario…
*Crítico literario y ensayista.