
Cataluña está viviendo una “primavera educativa” que tiene como elemento distintivo la cantidad de escuelas públicas, subvencionadas y privadas, que están generando modificaciones profundas a partir de la experimentación, la formación y el trabajo en red. El II Simposio de Educación y Cambio, que se desarrolló recientemente en Barcelona, presentó a través de conferencias y visitas a escuelas cómo se gestan, consolidan, comparten y evalúan estos cambios.
En la
jornada inaugural, Joan Domenech, miembro de la Federación de Movimientos de
Renovación Pedagógica de Cataluña, expresó “las experiencias anticipadoras e
innovadoras facilitan las transformaciones posibles”. A la vez, compartió una
nueva definición de utopía: eutopía, la cual definió como “el buen lugar
posible: lo realizable en las condiciones reales”.
Una de
las claves de esta primavera que vive Barcelona tiene que ver con la decisión
del gobierno catalán de dejar que las escuelas innoven y, a partir del trabajo
en red y la decisión de directivos con altas capacidades de liderazgo,
emprendan un camino de transformación radical.
En las
escuelas catalanas visitadas durante el simposio, algo que despertó
especialmente la atención es el grado de participación y protagonismo de los
estudiantes. Activos, en movimiento, en continua búsqueda, a su ritmo, tomando
decisiones, aprendiendo a aprender. Algo de lo especial y único que proponen
estas escuelas es la cultura del proyecto, de la construcción del conocimiento.
Y allí es donde la escuela deja de ser una institución spoiler, cuyos
contenidos parecen poco atractivos por su disponibilidad ubicua a través de
internet, los libros de texto, los recorridos ya digeridos a través de
programas muy definidos, y pasa a ser una institución constructora de
conocimiento, cuyos hacedores son los alumnos. La idea de spoiler, muy
utilizada en el mundo de la ficción, ilustra de lleno un problema de la
escuela. No miraríamos la serie si ya sabemos el final y qué va a ocurrir en el
próximo capítulo. Lo mismo sucede con aquellos contenidos que la escuela
propone y repite históricamente.
Ahora
bien, una escuela donde los estudiantes investigan, reflexionan, resuelven
problemas, crean soluciones, deja de ser spoiler. Hacia allí deben orientarse
las escuelas que forman para el futuro. Evidentemente, esto solo puede suceder
en escuelas (y sistemas educativos) que acompañan con liderazgo, formación,
ideas y recursos a sus equipos docentes.
Daniel
Wilson, Director del Proyecto Zero de la Escuela de Educación de la Universidad
de Harvard, sostuvo en la conferencia de cierre que “el cambio educativo es un
cambio complejo, para lograrlo hay que cambiar las creencias básicas acerca de
la educación, así se logra el cambio en las prácticas y puede trasladarse a los
sistemas educativos”. Esto significa que para lograr una transformación real,
debemos creer que algo estamos haciendo mal, reconocer qué y luego pensar en
cómo modificarlo. Este es el desafío que se debe iniciar en conjunto: entre
docentes, directivos, políticos, decisores e investigadores. Reflexionar,
colaborar, compartir, investigar, evaluar y empezar a trazar en conjunto ese
mejor lugar posible para la educación.
*Directora de estudios del Colegio Secundario Aula XXI. Expositora
del II Simposio de Educación y Cambio en Barcelona.

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