No deja de resultar incómodo que Amado Boudou sea el presidente del Senado y tengamos con él un tratamiento educado o de formas como en la sesión, cuando nos dirigimos a él con el vocativo “señor presidente”, como manda el reglamento, ya que los legisladores debemos siempre dirigirnos al presidente para que nos habilite la palabra.
Pero resulta incómodo, cuando no hipócrita, cuando en el lugar de la labor parlamentaria (que es cuando acordamos qué leyes serán tratadas en el recinto, una reunión reducida de pocos senadores, donde la cercanía a Boudou es casi como si tomáramos con él un café), nunca tratamos en esa reunión lo que vemos escrito y denunciado por los diarios y la televisión.
En el lugar en el que se escenifica la representación, todos hacemos “como si” entre lo que está escrito todos los días como denuncias en los diarios y la persona que preside el Senado. Vale decir, una persona de trato afable al que jamás vimos molesto o enojado.
La hipocresía mayor fue cuando tratamos la expropiación de Ciccone y Boudou presidió la sesión. Ya sólo por eso, por respeto, para evitar la incomodidad a los que integramos ese cuerpo colegiado, debería haber pedido licencia. Casi una cuestión ética, de sentido común, de respeto a los otros. Una ingenuidad de mi parte.
Lo mismo si miramos las últimas sesiones del Senado presididas también por el vicepresidente de la Nación para convalidar decenas de jueces con escasa idoneidad y vinculaciones a La Cámpora.
En cuanto a nosotros, como oposición, invocamos cuestiones éticas, la mayoría oficialista va convalidando un régimen que busca subordinar a la Justicia, ya que el Congreso, por la mayoría obediente, ya está domesticado. Por eso, ahora toda la luz pública debe ponerse como reflector en los jueces, para que en nuestro país se comience a castigar la corrupción nuestra de cada día. Sin decencia en el manejo de los dineros públicos, difícilmente podamos construir normalidad democrática.
La noticia sobre la indagatoria al vicepresidente y presidente del Senado, en parte, viene a corregir la sensación de impotencia de la última sesión, presidida también por Boudou, cuando la mayoría que se ausentó del recinto y sólo apareció a la hora de votar convalidó el millonario desfalco de la Fundación de la Universidad Madres de Plaza de Mayo, que pasó a ser un instituto del Estado, bajo el amparo de una de las causas más nobles, como fue la gesta de los pañuelos blancos, utilizados hoy para proteger a corruptos.
Ojalá la sociedad argentina comience a entender la urgencia de la “justicia ya”, para recuperar una democracia decente.
Sólo la luz pública y el clamor de la ciudadanía pueden sostener a los magistrados que viven con miedo la extorsión o los favores del poder, pero que pueden caer bajo el desprecio de la sociedad si no cumplen con su función de jueces independientes.
*Senadora de la Nación.