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ALTERNATIVAS

La hora de los partidos políticos

La alternancia no se le da fácil a la dirigencia argentina.

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Cambiemos. Esta fuerza significa un cambio de ciclo que excede a Macri. | cedoc

La alternancia no se le da fácil a la dirigencia argentina. A pesar de contar, desde sus orígenes, con una importante tradición intelectual orientada a construir teoría para fortalecer el desarrollo institucional que la promueve, la competencia electoral parece no haber anclado nunca en la profundidad de nuestra vida política. En la mayoría de los países organizados democráticamente, es, mal o bien, el sistema de partidos políticos el que describe las alternativas posibles que, en general recorren el arco de izquierda a derecha, cada uno de manera excluyente para poder conquistar diferentes franjas poblacionales. Este criterio, nacido durante la Revolución Francesa y por algunos catalogado como una clasificación obsoleta, sigue siendo un claro organizador de oferta y demanda política permitiendo al electorado optar, alternativamente, por propuestas integradas por más o menos Estado, más o menos individuo, más conservadurismo o más progresismo, etc. Allí anida la diferencia y, para una franja importante del electorado, la oportunidad de otorgarle a uno u otro el poder, según el contexto, que es cambiante. Para otra parte, no importa la situación, siempre votará a la misma línea ya que nace y muere con algún tipo de convicción y cree que cualquier situación será resuelta, de la mejor manera, a través de una única fórmula. Ninguna representa el fin del mundo. Su fin llega cuando la mayoría del electorado así lo desea, durante los siguientes comicios.

Sin embargo, algo que pareciera ser tan sencillo en la Argentina es sumamente complejo y hasta traumático. La mayor parte de nuestra historia muestra que la alternancia, decidida por la opinión del ciudadano, no es aceptada como motor de definición política. No es, a través de ese modelo, que se obtiene la mejor situación esperable. Durante la mayor parte de nuestra vida como nación, las elites prefirieron recostarse en estructuras corporativas y no dejar esta decisión en manos del electorado, negociando, casi todo, a sus espaldas.

Esta lógica, obviamente, pulverizó el sistema de partidos políticos generando un estilo de gobernabilidad atado fuertemente a otro tipo de organizaciones a las que la opinión pública les importa muy poco. Dentro de este tipo de disputa, obviamente, no había espacio para la competencia partidaria hipertrofiando al PJ, que orientó su estructura de sustentación al estilo de partido único, convirtiéndose él solo en todas las posibilidades, representando el único aval de gobernabilidad, en gran parte gracias a la corporación sindical.

Ahora bien, quizás el siglo XXI alumbre alguna transformación. Podemos imaginar que Cambiemos impulsa un nuevo principio ordenador y encarna la posibilidad de inaugurar un ciclo político poscorporativo luego de una lenta transición 1983-2015. Un aspecto que me anima a hacerlo es que quizá la administración Macri no pueda ir a fondo, limitada por las antiguas estructuras, pero Cambiemos demuestra tener capacidad para producir cuadros y una representatividad territorial tal que sí le permitirán, probablemente, hacerlo, soportando de este modo las viejas embestidas. Macri no explica Cambiemos. Cambiemos lo excede porque representa un cambio de ciclo. De ser real esta hipótesis, el peronismo, entonces, en un contexto de estabilidad institucional donde la gobernabilidad no corra riesgos y comience a carecer de sentido su rol como garante de ella, tendrá que optar, como bien postula Pichetto, por desarrollar una propuesta programática y abandonar los personalismos –esto último es mío– dejando el polirrubro de lado. Sabrá hacerlo.


*Politóloga.