Los representantes de Irán y el grupo 5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania), liderado por la alta representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Catherine Ashton, reanudarán esta semana en Estambul las conversaciones sobre el programa nuclear iraní. No es probable que haya avances espectaculares, pero el resultado podría ser más favorable de lo que muchos esperan.
En octubre de 2009 se logró un principio de entendimiento, según el cual el uranio iraní de bajo enriquecimiento (UBE) sería entregado a Rusia para proseguir con su enriquecimiento y convertirlo en barras de combustible para el reactor de investigación de Teherán (RIT). Pero el acuerdo tropezó con la política interna de Irán: los adversarios políticos del presidente Mahmoud Ahmadinejad acabaron por bloquearlo. ¿Podría ocurrir lo mismo otra vez?
Ahmadinejad, muy debilitado tras su disputada reelección de 2009, ha consolidado ahora su posición. Los representantes de su régimen siguen manifestando preocupación por lo que ven como intentos apoyados desde el exterior por organizar una “revolución de terciopelo” en el país, pero hay poco temor a nuevos retos desde el interior.
Un intelectual conservador lo expresó en términos casi nietzscheanos: “Sí, dos millones de personas salieron a las calles después de las elecciones. Pero fueron los votantes, no combatientes. Criticaron la situación... pero nadie quiere cambiar el sistema por la fuerza”. En otras palabras, no hay voluntad de poder por parte de la sociedad civil y la oposición.
Muchos de quienes protestaron contra el régimen en 2009 están desilusionados. La gente común no oculta su desprecio por el régimen, pero también ve que el año pasado fracasaron las protestas de masas. Muchos se han retirado a la esfera privada: la educación y la cultura para algunos, los negocios para otros. Las solicitudes de visa están aumentando, lo que indica preparativos para estadías limitadas o prolongadas en el extranjero.
Si bien las autoridades de Irán siguen reprimiendo a los disidentes liberales, se sienten lo suficientemente seguras para hablar la “reconciliación” con parte de la oposición “leal”, es decir los adversarios conservadores y reformistas de Ahmadinejad que quieren preservar el sistema islámico como tal. También en el campo del presidente hay discusiones sobre la era posterior a Ahmadinejad y sus posibles sucesores: todo, sin embargo, en el supuesto de que se realizarán elecciones presidenciales en 2013. Hasta entonces, a pesar de las frecuentes y duras críticas a su actuación, se considera que el presidente tiene un mandato para gobernar.
Los efectos de la última ronda de sanciones internacionales contra Irán son un tanto ambiguos: han debilitado el país, pero no parecen haber debilitado a Ahmadinejad. La retirada de las empresas europeas está retrasando las inversiones necesarias y obligando a las empresas iraníes a buscar alternativas menos preferentes, principalmente en China y Rusia. Los precios van en aumento, una mayor cantidad de transacciones se realiza en efectivo y arriban de todo el mundo socios de negocios menos fiables.
No obstante, si bien los funcionarios del gobierno no niegan que las sanciones les preocupen, apuntan a las altas reservas de Irán en moneda extranjera y la creatividad de los iraníes para hacer frente a sus efectos. Por otra parte, Ahmadinejad las utiliza como cobertura para aplicar su política económica de recortar los subsidios a la electricidad, la gasolina y el pan.
A pesar de que es poco probable que la presión económica obligue al régimen a abandonar el enriquecimiento de uranio, la unidad entre los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad en torno a las sanciones y las medidas de la Unión Europea, Japón y Corea del Sur para profundizarlas han tenido efecto. Más importante aún, las sanciones han fortalecido a quienes forman parte de la élite iraní y favorecen las negociaciones, y debilitado a quienes critican el evidente interés de Ahmadinejad por hacer negocios con Occidente, especialmente con Estados Unidos.
Para Ahmadinejad y sus seguidores hay dos razones principales para llegar a acuerdo con EE.UU. En primer lugar, saben que sería popular, especialmente entre los jóvenes educados y la comunidad empresarial. En segundo lugar, Ahmadinejad y los líderes políticos creen que el régimen está bajo seria amenaza de EE.UU. y sólo de esta nación.
Los funcionarios estadounidenses a menudo subestiman esta percepción de amenaza y la desconfianza profunda hacia las intenciones de los estadounidenses, pero son factores de gran alcance en la política iraní. Si bien la élite gobernante de Irán parece estar dividida sobre la posibilidad de un acercamiento pleno con EE.UU., sus miembros comparten este temor subyacente y no quieren que su país sufra un aislamiento aun mayor.
Con estos antecedentes, es muy posible que esta vez la política interna iraní no socave un nuevo acuerdo para intercambiar uranio poco enriquecido de Irán por barras de combustible para el RIT. El grupo 5+1 está interesado en reducir las existencias de uranio poco enriquecido de Irán y el riesgo de su uso en algún momento para fines militares. Irán, por su parte, tiene interés en garantizar tanto el suministro de las barras de combustible para el
RIT y la aceptación implícita de la comunidad internacional de sus actividades de enriquecimiento de uranio, como el diálogo con EE.UU.
Cualquier acuerdo de ese tipo sólo será posible si responde a los intereses de ambas partes. Sin duda, sería útil que Irán comenzara las conversaciones con el compromiso de limitar su enriquecimiento de uranio al nivel del 20%. Hasta los funcionarios iraníes admiten que el programa no tiene propósito (civil) si las barras de combustible enriquecido al 20% para el RIT son producidas en Rusia.
Otra señal clara de la intención de Irán de resolver el conflicto sería un avance hacia la ratificación por parte del Parlamento de Irán del Protocolo Adicional al Tratado de No Proliferación Nuclear. El 5+1, por su parte, debe indicar que es posible un eventual acuerdo sobre la base de “enriquecimiento mínimo y controles máximos”.
Un acuerdo sobre un intercambio de combustible UBE no resolvería la disputa nuclear entre Irán y Occidente, pero abriría las puertas para un proceso diplomático que eventualmente podría llegar a la raíz del problema: el enriquecimiento de uranio de Irán y los riesgos de su desviación para fines militares. Si las conversaciones de Estambul van bien, podrían proporcionar una hoja de ruta para futuras negociaciones, no sólo sobre la cuestión nuclear, sino también sobre Afganistán, Oriente Medio y el terrorismo. Incluso si no hacen más que abrir el camino para un entendimiento bilateral entre EE.UU. e Irán, demostrarán haber merecido el esfuerzo.
*Director del Instituto Alemán de Asuntos de Seguridad e Internacionales.
Copyright: Project Syndicate, 2011.
Tomás Abraham volverá a escribir en esta sección el próximo sábado.