La década de los noventa será recordada como la década del autismo cambiario y esta década, como la del autismo energético. Como el sistema energético opera al límite y hay cada vez mayores necesidades de importar energía, las exigencias del verano y las del invierno ponen al descubierto su fragilidad. Los cortes de gas se han venido extendiendo en números de días y en 2007 también alcanzaron los consumos de GNC. Hasta ahora, el intervencionismo matón se ocupó de reorientar flujos, reasignar cupos, repartir subsidios y forzar la operación del sistema con el objetivo de evitar mayores problemas al consumidor residencial. Objetivo logrado en el pasado año electoral.
El 2008 sigue complicado. Por el lado eléctrico, hemos sumado algo de potencia con la central de Campana (400 MW), pero la sequía en el sur de Brasil nos priva del flujo de importación disponible en 2007. Es posible, además, que haya menos aporte hidroeléctrico del Comahue. Vendrá un poco menos de gas de Bolivia y ya no podemos contar con mayores cortes de gas a Chile. Otra vez, serán las temperaturas las que van a tener la última palabra. El Gobierno argumenta que el sistema energético está exigido por las altas tasas de expansión económica En sus planes, con inversión pública planifica reemplazar la baja inversión privada y para abordar la escasez transitoria, lanza políticas de uso racional y eficiencia energética (lámparas de bajo consumo, cambio horario en verano) que se frustran por desconocer la realidad de los precios y las tarifas del sector.
La verdad es que las tasas de expansión económica gozaron en un tiempo de la capacidad ociosa heredada de la depresión de los últimos años de la convertibilidad. La megadevaluación imponía una transición en el sector energético, pero la transición se eternizó. A partir de allí, la energía pasó a ser rehén de políticas de corto plazo. Se resintieron los mecanismos de inversión y la oferta de energía empezó a correr detrás de la demanda de energía. La crisis energética afecta las cuentas públicas y las cuentas externas (en 2009 habrá balanza energética deficitaria, otra vez) y es disuasiva de inversiones reproductivas. Su solución impone asumir costos políticos que el Gobierno trata de evitar en un contexto inflacionario. Su no resolución agrava las inconsistencias de un modelo “productivo” con signos de agotamiento.
*Economista. Ex secretario de Energía. Ex presidente de YPF .