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La izquierda unida...

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El hastío que me provoca la cloaca electoralista estuvo a punto de hacerme salir de Buenos Aires durante la semana del 11 de agosto, para no convalidar con mi presencia unas sedicentes “primarias” en las que lo único que se decidirá es quién ejecutará las reformas laborales y previsionales: ¿la fórmula macedoniana o la fórmula ultraderechista? Para el caso, el resultado va a ser el mismo y yo, en lugar de repasar los números y las letras que la inteligencia de mi nieta me reclama, seguiré atado al yugo cotidiano.

Después recapacité, porque había (hay) un acontecimiento político que no puede ni debe pasar inadvertido: la ampliación del FIT, que se presenta esta vez con listas unitarias armadas junto con el MST. Es, desde la perspectiva de muchas personas con las que converso y también desde la mía, la única opción sólida contra el neofascismo contemporáneo, tan sutil y diluido que a veces parece imposible localizarlo y enfrentarlo.

Hace unos días, en un acto en el Congreso de la Nación del que yo participaba, fui increpado por un señor (lo presumo macrista, o peronista de Pichetto, por la prepotencia y la insolencia con la que me habló) a propósito de una cita que hice del inmenso repertorio de ideas de Pedro Henríquez Ureña. “Eso es tirar nafta al fuego”, me dijo. Si vamos a tener problemas para citar a don Pedro (en un acto en el que se lo homenajeaba) imagínense lo que podría ocurrir si uno quisiera usar las herramientas epistemológicas que el marxismo nos legó. ¿Compareceremos ante una Comisión de Investigación de Actividades Antipatrióticas?

Gane quien gane el sillón del inmundo Rivadavia, se vienen tiempos de un autoritarismo sombrío. Garantizar la presencia de la mayor cantidad de voces que provengan del arco de izquierda es una apuesta contra la política “realista”, cuyo único horizonte es lo posible. Mejor es reivindicar lo imposible, lo puramente potencial, lo necesario.