En Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales (1919), Freud ejecuta una de sus habituales piruetas discursivas para fundamentar su teoría del fantasma en relación con el deseo, que Lacan retomará en su seminario El deseo y su interpretación (1958-59).
De lo que se trata, para Freud, es de colocar en algún lugar la “fantasía de golpiza”. Sabemos lo que las mujeres piensan de eso: al haber incorporado a su teoría el fantasma, lo que hizo Freud fue desplazar el trauma. Es decir, el hecho de que a los niños, efectivamente, les pegan. Y a las mujeres y a las lesbianas, también.
Se trata de golpizas siempre de intenciones correctivas, que provienen de un espacio de autoridad (identificado, por lo tanto, con el lugar que el régimen heteropatriarcal otorga al hombre) y cuyo declive tanto preocupaba al Coronel Freud.
A Mariana Gómez le pegaron (representantes de una institución ordenadora) como niñe, como mujer, como lesbiana. ¿Para qué, si las lesbianas son incorregibles? No es que estén perdidas, sino que no hay nada que corregir de su deseo.
Los golpes que dejan marcas en el cuerpo no son los únicos. Vayamos, como quiere el psicoanálisis, a los fantasmáticos. El fallo condenatorio para Mariana Gómez (un año de prisión en suspenso) fue dado a conocer el mismo día que se cumplieron los 50 años de los levantamientos de Stonewall, la semana pasada. ¿La Justicia es ciega? Bueno, qué sé yo. Mejor es preguntarse sobre entidades concretas: ¿el sistema judicial es ciego? En modo alguno, y por eso pega el golpe correctivo en una fecha que aunque no reconozcamos como “matriótica” es, sin embargo, una fecha nuestra, de todes a quienes nos arrastran deseos incorregibles.
¿No es resistirse a la autoridad casi obligatorio cuando ésta demuestra su fantasma sádico, su fantasía de exterminio y, como dijo una elegante lesbiana berlinesa, su mal gusto?