La población mundial está envejeciendo, y los seres humanos pasamos más tiempo en el planeta Tierra que el que pasábamos antes. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hay una extensión del ciclo de la vida relacionada a factores biológicos, sociales, culturales, políticos, económicos y hasta antropológicos.
De acuerdo a este organismo, a nivel global la población mayor de 65 años está creciendo a un ritmo más rápido que el resto de los segmentos poblacionales.
En 2018 las personas de 65 años o más superaron por primera vez en la historia el número de niños menores de cinco años en todo el mundo, y se estima que en los próximos años el número de personas de más de 80 años o más se triplicará, pasando de 143 millones en 2019 a 426 millones en 2050.
Para 2050 se prevé que una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16%), más que la proporción actual de una de cada 11 personas en este 2019 (9%).
Los datos relevados por la ONU abren un nuevo arco de interrogantes: ¿cómo pensar en nuevas formas de adultez dignas, con derechos y calidad de vida para un envejecimiento activo y saludable? Que una sociedad tenga mayor esperanza de vida ofrece oportunidades no solo para las personas mayores y sus familias, sino para toda la sociedad en su conjunto.
Según los censos realizados en Argentina en 1991 y 2010, mientras la población de niños de 0 a 4 años se mantuvo en el mismo nivel durante veinte años, la proporción de adultos mayores de 65 años o más creció un 42%, lo que ratifica que hoy hay más mayores que antes.
“Si las personas mayores pueden vivir esos años adicionales de vida con buena salud y en un entorno propicio, podrán hacer lo que más valoran de forma muy similar a una persona joven. En cambio, si esos años adicionales están dominados por el declive de la capacidad física y mental, las implicaciones para las personas mayores y para la sociedad son más negativas”, plantea la ONU ante este fenómeno.
Esta rama de la ciencia que se dedica a estudiar los diversos aspectos de la vejez y el envejecimiento de la población, además, comprende sus necesidades físicas, mentales y sociales, incluyendo cómo estas son abordadas por las instituciones públicas y privadas de la sociedad.
Como una rama clave de la salud, la gerontología se estudia en las universidades del país para hacer foco en este sector de la población frecuentemente olvidado, pero cada vez con mayor incidencia demográfica.
En este contexto, pensar en profesionales que atiendan a los adultos desde una perspectiva integral y de derechos se convierte en un desafío para las universidades. Deben ser tomadas en cuenta dimensiones biológicas, psicológicas, sociales, culturales, económicas, recreativas, ocupacionales y educativas, por solo nombrar algunas.
Bajo este panorama de cambios poblacionales, resulta fundamental que desde el ámbito académico comiencen a plantearse nuevos desafíos para la comunidad universitaria, que contemplen futuros profesionales de la gerontología abocados a las necesidades que el mundo y la evolución necesitan.
*Doctora. Asesora de la Licenciatura en Gerontología de Universidad Siglo 21.