Resulta redundante señalar que la actual circunstancia de la vida argentina, se parangona, lamentablemente, con las peores situaciones, sino la más difícil que le ha tocado vivir, al menos, en democracia. La fragilidad del Estado de Derecho, interminables cortes de luz, la inflación desbocada, y la inseguridad ya con visos de total descontrol e impotencia por parte de las autoridades, conformaron un escenario generador de un muy inquietante clima de tensión social, aún no exteriorizado en su real dimensión, pero cuya eclosión podría tener características penosas.
Las protestas en las calles ya no son una excepción en ningún punto del país, ante la mirada de los sufrientes habitantes de a pie, observando la manifestación de los violentos, y la inacción de quienes deberían ponerles coto.
A su vez, el avance de la comercialización y consumo de drogas ilegales ante la inacción o corrupción policial, en muchos casos, agregan un ingrediente que hipoteca no ya el presente, sino el futuro, especialmente de los más jóvenes.
Por su parte, las señales económicas constituyen una renovada desazón.
En materia de balance de divisas, en el mes de febrero, la autoridad monetaria cerró el peor saldo para ese mes en veinte años, y en lo que va de marzo, el cuadro ha empeorado: la dinámica inflacionaria no da tregua, y los economistas ya no vacilan en estimar un piso anual largamente superior a los tres dígitos iniciales ya alcanzados.
A su vez, ante la restricción de dólares y el cerrojo a las importaciones, muchas empresas se ven obligadas a suspender, por carencia de insumos, sus líneas de producción, pronosticando para el país, una inevitable baja en su producto bruto y en el ya castigado nivel de empleo.
Existen evidencias que ante el año electoral, el Gobierno, cuyo déficit fiscal es monumental, continúe con su política de gasto proselitista, apelando a la emisión, prácticamente sin control, que a su vez realimenta la ya desbocada inflación.
Es en este contexto, donde la mirada de los otros se vuelve muy crítica respecto al país.
Por fuera de los reiterados análisis negativos de distintas entidades internacionales respecto al devenir económico, Estados Unidos volvió a repetir denuncias sobre la impunidad, la corrupción y la falta de eficacia y de independencia del Poder Judicial en la Argentina en su última edición del Informe sobre Derechos Humanos del Departamento de Estado, donde se recogen numerosos informes de corrupción gubernamental durante el año, refiriendo la debilidad institucional y un sistema judicial a menudo politizado, incapacitado de frenar ese deterioro.
En consonancia, en el último informe anual de la organización Human Rights Watch , se alertó que la ofensiva del Gobierno sobre la Justicia , las demoras en la designación de jueces y de otros cargos, como el Procurador General, y la corrupción incluida en el Poder Judicial, han socavado el Estado de Derecho en laArgentina. (La Nación. 20-3-23).
Por su parte, la ONU publica anualmente el denominado Informe Mundial sobre la Felicidad, basado en las evaluaciones que hacen los propios habitantes de los distintos países sobre su situación, su bienestar económico, apoyo social, ingresos, salud, libertad, generosidad y ausencia de corrupción, en el que por sexto año consecutivo, Finlandia encabezó el ranking como el país “más feliz del mundo”, seguido por Dinamarca, Islandia e Israel en los primeros puestos.
La noticia que más nos atañe es que la Argentina, por su parte, se ubicó en una más que modesta posición 52° de ese ranking, lejos de otros países latinoamericanos: Costa Rica, en el puesto 23°, seguido por Uruguay, en el 28°, y Chile, en el 35°. Mientras tanto, la nave de los argentinos va, ¿hacia dónde?, azorados por la ineptitud oficial, disfrazada de una ya obscena campaña publicitaria del Gobierno y de las numerosas empresas y entidades estatales (a costa de agrandar aún más el déficit fiscal, que pagamos los ciudadanos contribuyentes de a pie) y que no hace mella en la opinión objetiva que el mundo (en consonancia con los propios argentinos), se está forjando de la triste realidad de nuestro castigado país.
*Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.