La nenita se levantó con esa sensación extraña en la garganta. La había tenido ya varias veces, pero desde hace unos días se había intensificado. Así que cuando el padre la despertó ya tenía la idea fija en la mente. Tenía un propósito, y eso la hacía sentir bien. Atenuaba la presión en la garganta. Se vistió, desayunó y preparó sus útiles escolares. Pasó el primer recreo y cuando vino el segundo de la mañana, el más largo, decidió acercarse a las dos amigas que siempre jugaban juntas en un rectángulo del patio. Se llevaba bien con ellas pero no eran de su grupo más estrecho. Sin embargo, hoy eran fundamentales. Les preguntó si podían hablar en las escaleras que daban a la secretaría, ellas tres solas. Las chicas dijeron que sí y caminaron juntas atravesando un patio inmenso donde grupos de chicos y chicas jugaban, charlaban, se perseguían, se enamoraban y se hacían bromas. Cuando llegaron al lugar ella habló. Les dijo que sabía que los papás de ambas estaban separados y que los papás de ella se habían separado el 8 de octubre de 2019. A las chicas les impactó que ella les contara esa intimidad, pero también la precisión de la fecha que tenía en la cabeza. Como si la hubiera anotado en un diario. Después les dijo que se sentía muy mal por eso, muy triste. Y les preguntó si esa sensación pasaba. Las chicas le dijeron que sí, que eso pasaba. Que era cuestión de acostumbrarse, como se acostumbraron a la profesora gritona. Una de ellas, la que era más veterana como hija de padres separados, le dijo que no era nada tan grave vivir en diferentes casas. Las tres hicieron silencio. Entonces ella dejó de sentir la presión en la garganta y se puso a llorar. Era un llanto muy tenue, como esas lloviznas casi invisibles de verano. Las dos chicas la abrazaron y lloraron juntas, las tres. Supongo que ese momento lo iban a recordar siempre.