A esta altura, el papelón del INDEK ya dejó de ser un problema económico o político para convertirse en una especie de radiografía de la polémica relación con la verdad que tiene el matrimonio Kirchner. No se trata de cargar las tintas sobre esa tozuda actitud negadora frente a lo evidente que une a Néstor y Cristina además del amor, los hijos, un envidiable patrimonio y fuertes convicciones políticas. En defensa de ellos puede decirse que la mentira por ocultamiento, la exageración o la sobreventa son materias primas de su actividad. Para confirmarlo, sólo basta ver como José Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy forzaron hasta el límite de lo creíble estadísticas y datos en su debate. O apelar a esa ironía tan rusa de Nikita Kruschev, cuando dijo: “Los políticos son siempre iguales: prometen construir puentes incluso donde no hay ríos”.
Tal vez éste sea el punto de partida del rechazo kirchnerista hacia los periodistas, que precisamente tienen como objetivo la búsqueda de la verdad o de lo más aproximado a la verdad, que siempre es relativa, como le gusta repetir al próximo presidente del PJ. Cuando el periodismo muestra sólo lo que los gobernantes quieren o amplifica sólo el discurso oficial, se convierte en agente de publicidad por convicción ideológica o por negocios opacos. La mirada crítica debe estar en el ADN del periodista que debe ser abogado del hombre común y fiscal del poder, pero, además, responsable y riguroso para revelar aquello que todos los gobiernos prefieren ocultar.
¿Qué quieren que creamos esta semana? es una seccion ingeniosa y divertida que PERFIL suele publicar en la página 69… y esto no es chiste. Que las vacaciones de este año les costaron a los argentinos más baratas que el año pasado. Que San Luis tiene más del doble de inflación que la Ciudad de Buenos Aires. O que bajó el 1% el precio de los shopings. Son datos tragicómicos que se convierten en una provocación a la inteligencia y que logran el efecto contrario al buscado cada vez que un argentino mete la mano en su bolsillo. Las cifras dibujadas por Guillermo Moreno potencian el interés de la opinión pública en lugar de disminuir el impacto mediático. Este Gobierno viene padeciendo desde hace tiempo esa suerte de búmeran noticioso. Expulsar a los periodistas argentinos, bolivianos y brasileños de la sala de prensa para quitarle fuerza al fracaso de la gestión diplomática no hizo más que multiplicar el interés por una información que, de todas maneras, trascendió gracias a una conferencia de prensa de Lula. Y como si esto fuera poco, generó que Clovis Rossi, periodista admirado y emblemático del Mercosur, escribiera en Folha de São Paulo que esa sala de prensa en Olivos era un boliche y que los funcionarios del área tuvieron actitudes circenses.
Acaso la mejor figura para explicar el vaciamiento institucional y simbólico que los Kirchner hicieron del INDEK sea la de las arenas movedizas. Un Guillermo Moreno enterrado hasta las rodillas que cada vez que produce un movimiento se entierra más y hasta la induce a actos fallidos a la Presidenta, que lo llama ministro. ¿O el rumor de que habían tirado a Martín Lousteau por la ventana para reemplazarlo por Moreno no fue un subproducto no querido, construido por la mala comunicación del propio Gobierno ? ¿Y el casi boxeo entre el Talibán de los Precios y el Bombón Keynesiano qué fue?
En la redacción de la BBC de Londres tienen pegado en una pared un cartelito con un concepto muy british: “No creas nada hasta que el gobierno lo desmienta”. Los reyes están en todo su derecho de seguir creyendo que no están desnudos. Pero para no convertir esto en un agujero negro que invada peligrosamente el resto de las políticas o fortalezca en su credibilidad a las denuncias de corrupción aquí y en el exterior deberían escuchar –por lo menos– a aquellos que no son enemigos del gobierno.
Martin Luther King aportó una frase luminosa: “Tu verdad aumenta en la medida en que sepas escuchar la verdad de los demás”.
• Roberto Lavagna. La semana pasada, en este mismo espacio, se reflejó la solución drástica que propone: “Que se vayan todos los militantes políticos y que vuelvan los técnicos del INDEC”.
• Horacio Verbitsky. Escribió en Página/ 12 y declaró que “es una vergüenza que Moreno esté apretando a los trabajadores del INDEC y que Beatriz Paglieri haya entrado protegida por gente armada. Es una actitud de prepotencia y abuso inadmisible y una torpeza y un error de parte del Gobierno por mantenerlo”.
• Hugo Moyano. En un almuerzo de la Unión Industrial Argentina dijo: “Nosotros no creemos en las cifras del INDEC. Nos manejamos con los números que nos traen los compañeros que van al supermercado.”
Nadie –en su sano juicio– puede acusar al economista, al periodista o al sindicalista de ser trotskistas desaforados anticapitalistas o mucho menos de ser neoliberales gorilas pronorteamericanos. Sin embargo dicen lo que dicen porque creen que así ayudan al Gobierno. Tomas Borge, el ex comandante sandinista decía que a los amigos hay que criticarlos de frente y elogiarlos de espalda.
El doble vallado policial que no permitió entrar a los trabajadores y la patota de los oficialistas de UPCN adentro superaron todos los límites. El delegado Raul Llaneza denunció en sede judicial que fue amenazado de muerte: “Te perdonamos la vida porque estás con tu hijo”, le dijeron. Este Gobierno se ha cuidado muchísimo a la hora de repartir palos a trabajadores. Lo han hecho algunas veces pero su espíritu siempre fue respetar los derechos humanos a rajatabla. ¿Es capaz este Gobierno de reprimir duramente a los trabajadores del INDEC, muchos de los cuales tienen tanto prestigio académico que son contratados apenas se los desplaza? ¿Alcanza como justificación que toda esta fantasía numérica es patriótica porque baja las ganancias de los bonistas y aumenta los ahorros del país? ¿Cuánto cotiza el costo político por romper los termómetros? El tema es mucho más complejo. Tiene que ver con el lugar que el Gobierno está dispuesto a darle a la verdad. Santa Teresa decía que la verdad padece pero no perece. Hay que proteger a los Kirchner de sus propias mentiras. Los buenos periodistas ante un escape de gas deben concurrir con una linterna. Los malos funcionarios suelen concurrir con un fósforo. Dice Woody Allen que deberíamos preocuparnos por el futuro porque es el lugar en donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas.