Como suele ocurrir a lo largo de la historia, los fenómenos sociales irrumpen de improviso. Para citar sólo dos ejemplos: el peronismo el 17 de octubre y los piqueteros en los '90. Ahora debemos hablar del surgimiento y de la posible evolución de un nuevo sector o movimiento, que para darle un nombre llamaremos “la nueva derecha militante”, un fenómeno nuevo en la Argentina, no así en Europa o Estados Unidos.
Las preguntas que caben hacerse son varias: ¿cómo se originaron?, ¿qué es lo que piden?, ¿a quiénes representan? ¿Cuál es su posible proyección?
La primera tiene una respuesta poco simpática pero más certera. Nacieron de las entrañas de la antipolítica del 2001 cocinadas a fuego lento por doce años de kirchnerismo. Es indudable que gran parte de aquellas cacerolas anti-corralito y del “que se vayan todos” son la base de la gente congregada el sábado 1 de abril. Pero ello no tendría mayor trascendencia si el kirchnerismo no hubiera inoculado en sus doce años un lenguaje plebeyo y popular, que para la nueva derecha militante es un insulto a las esencias más sagradas de la República. En otro plano, hay que reconocer también que Jorge Lanata no sería el periodista más amado por esta gente si no hubiera levantado la bandera de la anticorrupción contra el matrimonio santacruceño.
El segundo enigma es más complicado. Como siempre se sabe lo que no se quiere, pero poco lo que se quiere. La nueva derecha militante habla de la República, de la independencia de los jueces, de la división de poderes pero -como suele pasar en la Argentina- la interpreta a su manera. La justicia en la Argentina es para la gente -sea quien sea que gane- venganza. Por eso al levantar de vuelta la teoría de los dos demonios lo que buscan es atacar al kirchnerismo, culpable de la justicia a favor de los guerrilleros. No les importan los códigos ni las leyes internacionales, ni siquiera si las mismas tienen algún grado de racionalidad. Simplemente son la reacción epidérmica apoyada por algunos medios de comunicación afines.
Otro tema -fogoneado por el conflicto docente- es la educación. Para ser claros a nadie le interesa de verdad el problema educativo. Y para decir esto recurrimos a nuestros casi treinta años de experiencia docente. Para la mayoría de los argentinos el tema educativo es simplemente un problema pedagógico que no tiene nada que ver con nuestra conformación cultural. En otras palabras, se escinde el tema del contexto cuando en realidad lo que se debe hacer es lo contrario. Por lo tanto, se discuten consignas más o menos pomposas. En una apretada síntesis, sería “la inclusión” kirchnerista y “la meritocracia” macrista. Para la nueva derecha militante esta última es la solución. Una señora en la Plaza de Mayo más o menos lo expresaba en éstos términos: “Antes vivíamos en un país en donde ya la presentación de los chicos era otra”. En pocas palabras, la idea sería volver a una entelequia sarmientina (ojo, nada que ver con el prócer) que hoy no dice nada, ni representa nada concreto.
Finalmente la nueva derecha militante se convoca para defender la democracia. Aquí sí es cierto que el gobierno de Macri -perdido por sus errores- ha incentivado la idea de un supuesto golpe fogoneado por la ex Presidenta Cristina Kirchner. Los medios afines han hecho su obra también en este sentido. Es obvio que esta bandera se debilita cuando uno examina superficialmente la situación de la oposición, particularmente del peronismo. Hoy el peronismo son muchos, los cuales no se ponen de acuerdo ni para ir hasta la esquina. ¿Quién podría sensatamente pensar que estarían todos juntos o separados en circunstancia de conspirar y echar a Macri? Obviamente sólo esta nueva derecha militante.
El tercer interrogante es más paradójico. Representan en su mayoría a sectores medios de este país: jubilados, militares y profesionales, jóvenes de colegios privados, algunos dueños de empresas, empleados jerarquizados, docentes, o jubilados que no cobran la mínima (algunos beneficiados por la reparación histórica). Generalizando, son los muchachos y chicas de la Capital Federal y de la zona norte del Gran Buenos Aires, más algunas ciudades grandes del interior, que tienen un pasar aceptable y que consideran que Mauricio Macri es el representante de los sueños de libertad que ellos tienen. Como dijimos, es paradójico porque son en su mayoría gente de ingresos fijos cuyos salarios y medios de vida se han visto comidos por la inflación en este último año y medio de gobierno macrista.
El último enigma es más complicado de responder y aquí sólo nos cabe hacer algunas hipótesis. Me parece que el dato nuevo de una derecha que gana la calle sólo podrá permanecer y consolidarse en la medida que haya un gobierno dispuesto a seguir adelante con su tarea de destruir al peronismo en lo más importante que tiene: su influencia en el mundo del trabajo. Aquí si se puede engarzar perfectamente un discurso antinegro de la nueva derecha militante y el antimafioso de la misma orientación. Es decir, nos acercamos peligrosamente a un discurso racista y criminalizador de dirigentes y dirigidos. Obviamente en este paquete entran también los piqueteros por negros y vagos. Ahora, si el gobierno deja de aumentar la grieta y se vuelve más moderado su capital político de esta derecha militante se evaporará rápidamente. Por las declaraciones del presidente Mauricio Macri contra el choripán y las mafias sindicales parece que se iría en la primera dirección.
Si lo dicho es así, un gobierno que dijo venir para acabar con la grieta contribuirá por razones políticas a aumentarla, con el correlato de violencia y desolación que ello representa. Paradojas de la Argentina que no para de caer.
*Profesor de historia e historiador.