La apertura de sesiones del Congreso que realiza en este primero de marzo Alberto Fernández marca una suerte de reinicio de su gobierno del cual tomara las atribuciones del mando el 10 de diciembre pasado, hace 82 días.
Actuar el acto. Si bien la apertura de sesiones tiene como objetivo formal que el Presidente despliegue al Congreso su agenda parlamentaria del año, la política argentina la ha transformado en un acto de pleno contenido político. De esta forma durante las aperturas de los mandatos de Cristina Kirchner sus simpatizantes se movilizaban hasta el Congreso Nacional y luego la ex presidenta utilizaba la particular ocasión para expresar sus miradas siempre con fuerte contenido ideológico. En cambio, Mauricio Macri utilizó esa tarima para realizar sus querellas sobre la “pesada herencia” recibida del kirchnerismo, pero también volcaba sus puntos de vista sobre la necesidad de un cambio de mentalidad en la sociedad, combinando datos con adjetivaciones. Incluso dotaba a su discurso de un énfasis que hasta lo llevaba a enojarse, dejando en un plano secundario la agenda parlamentaria. Sensibilidad, enojo, alegría: las emociones son elementos que hoy se funden en el discurso político, para lo cual los dirigentes precisan más de las dotes actorales que en las piezas clásicas de oratoria.
El discurso presidencial suele tener múltiples destinatarios, la audiencia principal son los ciudadanos interesados en ver en vivo el evento por televisión o escucharlo por radio, pero también apunta a un periodismo especializado que luego desmenuzará la palabra del mandatario intentando buscar claves acerca del futuro político del país. Sin embargo, también hay un tercer actor objetivo que son los propios factores de poder, y que en esta oportunidad estarán más atentos que nunca para descifrar los contenidos del mensaje. ¿Quiénes son los factores de poder en Argentina? Sin hacer una lista exhaustiva se trata del empresariado, banqueros y financistas, alto clero de la Iglesia, sindicatos, y entidades agropecuarias. Otro factor de poder que estará más alerta que nunca frente al discurso de Alberto Fernández son los miembros del Poder Judicial, en especial los integrantes del fuero federal.
Reconocer. Obviamente la novedad del discurso de Alberto Fernández de hoy reside en que es el primero de su gestión y debería incidir en un sector de la sociedad argentina que –aunque parezca extraño– todavía lo está conociendo. Es que se trata de un presidene cuya nominación surgió un 18 de mayo de 2019 apenas tres meses antes de las elecciones primarias de agosto del año pasado, y que había renunciado a su rol de jefe de Gabinete once años atrás. De aquí que su trabajo sea doble: 1) proponer los cambios para gestionar un país muy desorganizado luego de años de alta inflación, recesión, pérdida del poder adquisitivo del salario y alto endeudamiento y 2) debe convencer a la sociedad, y especialmente a la clase media, que muchas de las drásticas medidas adoptadas en estos 82 días y otras por venir, son las que debe tomar como piloto de tormentas. En síntesis, llega a este marzo con la necesidad de transmitir “densidad” presidencial. Pero esto no es suficiente. Si la proyección que llega a generar a partir de su discurso es que la emergencia va a durar cuatro años o más, correrá el riesgo de transformarse en un presidente de transición, situación peligrosa tanto por una sociedad muy ansiosa por observar resultados económicos que esquivaron sistemáticamente a Macri, como por la propia lógica del peronismo que se abroquela bajo la expectativa del organizador del poder.
Medias tintas. Buena parte de la clase media apostó fuertemente a Mauricio Macri en 2015 y 2017 en parte por su tradición antiperonista que se renovó en el antikirchnerismo, pero también porque en los últimos años del segundo gobierno de Cristina Kirchner la situación económica y social se comenzó a deteriorar. Cepo, inseguridad, e inflación fueron elementos que descompusieron el 54% que Cristina había obtenido en 2011. Luego, la ruptura de Sergio Massa y su triunfo electoral en la provincia de Buenos Aires en 2013 le restaría a Daniel Scioli un caudal electoral de la clase media baja, componente sin el cual ningún peronista puede ser presidente en Argentina.
Sin embargo, la amplia clase media, que va desde la clase media baja que gana hasta 60 mil pesos (dos canastas básicas), hasta la media-media (o media típica) que obtiene ingresos familiares entre 60 y 120 mil pesos, no solo sufrió una aguda decepción por el gobierno de Macri, sino que la pasó mal por el deterioro de los ingresos y por el aumento sideral de las tarifas de los servicios públicos. Por eso un importante espacio de este sector le dio la espalda a Macri en el camino hacia su reelección, cuando en las PASO la fórmula de Juntos por el Cambio apenas obtuvo el 32% contra el 48% del Frente de Todos. Estos resultados fueron un verdadero voto castigo que provocaron la famosa furia del ingeniero en la noche del domingo 11 de agosto. Aunque todavía había (y hay) un obstáculo para Fernández y que es nada más y nada menos que buena parte de la clase media (así como la clase alta) no la quiere a Cristina, una suerte de desencuentro histórico. De esta forma y bajo el paraguas del antikirchnerismo JxC subía 8% en las generales mientras que Fernández apenas lo hacía medio punto. A Macri no le alcanzó para ser electo presidente, pero sí para mantener viva la llama de un espacio político que puede competir electoralmente con el peronismo.
Round de estudio. Hoy la clase media sigue estudiando a Fernández. Por supuesto que un sector antiK intenso lo rechaza, y ya sueña en movilizarse contra el Gobierno. Pero otro sector no tan politizado no lo ve con malos ojos. En ciertos aspectos el Presidente se parece mucho a esos sectores medios profesionales, con un perfil poco adepto a la estridencia que lo aleja estilísticamente tanto de Macri como de Cristina. Es claro que parte de las medidas adoptadas por el Gobierno del Frente de Todos no fueron bien recibidas por esa clase media típica que suele ahorrar en dólares, y reclama también ser atendido por las medidas de gobierno, por ejemplo, en créditos a tasas razonables, lo que parece difícil para el futuro inmediato.
*Sociólogo (@cfdeangelis)