COLUMNISTAS
la lengua argentina

La pandemia y la guerra

20200405_coronavirus_shutterstock_g
Virus. Las metáforas bélicas se imponen ante el “enemigo invisible”. | shutterstock

Afirmaba Jost Trier, en una obra de la década de 1930, que toda palabra pronunciada evoca su opuesto (esto es, su antónimo) en la mente de quien la dice y la de quien la escucha. Esta afirmación impulsa una teoría más amplia que establece la existencia de campos de significado organizados o estructurados en la mente por medio del léxico.

Desde esta perspectiva estructuralista, en concreto, puede decirse que las palabras se asocian semánticamente en el lexicón o diccionario personal (el que se constituye con el cúmulo de palabras que somos capaces de comprender en una lengua) por distintos tipos de relaciones. Relaciones estas como la oposición de significados (los antónimos), como la similaridad del significado (los sinónimos), como la cercanía –por algún rasgo particular– de los significados.

En este último aspecto –el de la cercanía de algún rasgo del significado entre palabras– quisiera detenerme. La conformación de una especie de conjunto de vocablos con significados asociados ha sido llamada por la semántica “campo léxico”. Un campo léxico es, dicho de modo poco técnico, una suma de términos emparentados por lo que significan y que se encontrarían conectados en nuestra mente. Así, la palabra “guerra”, por dar un ejemplo simple, aparecería en nuestro lexicón vinculada con sustantivos como “estrategia”, “armas” y “derrota” o con verbos como “luchar” y “vencer”.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La pandemia del coronavirus nos ha familiarizado con una metáfora angustiante, el campo léxico que liga al virus con la imagen de un “enemigo invisible”. Queda claro que las diferencias entre el virus y un enemigo real son notorias: los enemigos tienen (al menos en su origen) voluntad. El virus, no. El virus es, más vale (si se me disculpa la comparación definitivamente lega, aunque aprobada por mis amigas médicas), como partículas de pimienta que se adhieren a las superficies (de las cosas, de los cuerpos), pero sin saber para nada que lo están haciendo. En particular, porque no tienen vida –ni conciencia, claro–, aunque sí tienen existencia.

Sin embargo, los medios y las personalidades entrevistadas por ellos aluden a esta metáfora insistente de la guerra. Que se trata de “una guerra de invasión, porque hay un enemigo que nos amenaza a todos”, ha dicho la escritora española Almudena Grandes. Que el mundo vive una “situación bélica” global y “no la va ganando”, sostuvo el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres. Y que, en definitiva, el planeta está en guerra, como siguen repitiendo líderes de Estado y periodistas.  

El recurso a la metáfora bélica cuando se trata de una enfermedad resulta, ya se sabe, acostumbrado. Ese campo de significados que se abre en la mente de quienes la dicen y quienes la oyen ubica a ciertos individuos (en este caso, a los agentes de salud, por quienes se aplaude, con justicia, en muchas zonas del país todos los días a las 9 de la noche) en el lugar de los soldados. Y, a quienes no tenemos esa responsabilidad, en el lugar de la población pasiva y vulnerable a la que los soldados protegen.

Habría que hacer, con todo, una advertencia. Como bien apunta Antonio Ruiz en un artículo de “El mostrador” de Chile (disponible en https://www.elmostrador.cl/destacado/2020/03/25/la-guerra-contra-el-coronavirus/), la asociación de la pandemia con una guerra no parece del todo feliz, aun cuando pueda ser útil a ciertos individuos que tienen voz pública. Porque la alusión a la guerra define también la presencia de aliados y de contrincantes y porque en ella siempre hay vencedores y vencidos.

Si acaso el empleo de este campo de significados sirviera para buscar culpables y señalar con el dedo, pobre de la humanidad, que no sería capaz de reflexionar sobre la tragedia. Si en cambio nos ayudara a entender que no somos pasivos y que todos tenemos nuestra parte de responsabilidad, que en esta “pelea” solo puede “vencer” la raza humana unida, tal vez la metáfora de la guerra nos mancomunara como un solo pueblo universal y solidario. Sobre todo porque, seguramente, “ganaremos la batalla”. Aunque todavía no se sepa cuándo.

*Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.