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La pasión de Postel

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

¿De qué modo obra el obstáculo en el ánimo de un hombre de convicciones? Vivimos en el mejor de los mundos posibles, aunque este no sea perfecto respecto de los dictámenes de nuestro gusto y voluntad: lo posible es un límite no perfectible. Si me hubiese sido dada la opción de elegirlas, a Guillaume Postel le habría asignado, además del impulso, un mínimo de resignación. Pero ese no fue su caso.

El lector atento recordará que este mártir de la lengua y profeta de la concordia universal pensaba en el hebreo como la primera y única lengua universal, y pedía expandirla como lengua internacional para establecer la paz planetaria, bajo el signo del cristianismo y el liderazgo del rey de Francia, y que en su peregrinación al Vaticano y su visita a Ignacio de Loyola no consiguió persuadir de tales ventajas al español, porque además de los detalles de la supremacía gala en términos político-militares cuestionaba el voto de obediencia al Papa. Postel no dio el brazo a torcer en su causa, pero algo, sensiblemente, había comenzado a torcerse en él. 

Como primer gesto, abandona la Compañía de Jesús, viaja a Venecia y se desempeña como capellán en el Ospedaletto y como censor de los libros escritos en hebreo. Es un hombre de palabras: escribe y lee y escucha las confesiones de los fieles. Algo del habla de una de ellas lo cautiva (la conciencia de la fe está estructurada como un lenguaje místico). Se trata de Johanna, una mujer de unos 50 años que dedica su vida a socorrer a los pobres. Postel cree que a ese corazón simple lo habita el espíritu profético, piensa a esa mujer como Madre del Mundo, la destinada a redimir a la humanidad del pecado original. Una rápida relectura del Zohar lo lleva a pensar que es la mismísima Shekinah, la radiación divina y la prueba del vínculo de Dios con el pueblo de Israel. En esa mixtura entre ambas tradiciones religiosas decide que Johanna es el segundo Mesías, solo que ella se ocuparía de redimir a las hijas de Eva del pecado original.

Ocupado en sus viajes de evangelización, Postel deja Venecia y cuando vuelve se entera de que Johanna ha muerto. Con el paso de los días, siente que el espíritu de la muerta comienza a habitarlo. Lo acusan de loco pero no de malo, lo meten preso y lo liberan. Poco antes de morir, se retracta de todas sus creencias. Hay quien dice que es en venganza porque el espíritu de Johanna lo abandonó.