Mientras EE.UU., junto al mundo desarrollado, se introduce en la era de la posverdad, Argentina, una sociedad vanguardista, intenta desenfrenadamente abandonarla y darle la bienvenida a la posmentira. Todos los días, a las audiencias atónitas se les corre un velo instruyéndolas sobre la existencia de una nueva mafia atrás de cualquier acontecimiento noticioso. Viendo la cantidad abrumadora de unidades económicas non sanctas activas, se podría decir que todos probablemente tengamos un mafioso en la familia o, quizá, debamos pensar que las mafias constituyen nuestra institucionalidad. Inclinándome más por lo segundo, abandonar la oscuridad –como solicitó Macri en su conferencia de prensa a los dirigentes del fútbol– no será fácil en un país que tuvo una ONG, Hinchadas Unidas Argentinas, promocionada desde el gobierno (cuyos “voluntarios” fueron expulsados de Sudáfrica) o en el que el ex candidato a gobernador por la provincia más grande nos aclara que coimear no es robar.
Quizás esto explique que, con todas las críticas que se pueda hacer a la gestión de Macri, ésta no parece mostrar las suficientes debilidades como para generar daños de relevancia en su imagen frente a la opinión pública. Ya pasada la mitad de enero, muchos no deben poder creer, dadas las difíciles circunstancias, lo saludable que sigue la alianza política que dio origen al actual gobierno y los aceptables índices de aprobación y altas expectativas. Esto último es lo más llamativo. Más de la mitad de la población cree que va a estar mejor en el futuro, lo que demuestra que la gente está dispuesta a esperar a Cambiemos. Esto sucede porque una de las cosas que quería está sucediendo y consistía en cambiar a los personajes de la historia. Con eso queda cubierta la mitad de la satisfacción. A Cambiemos, la gente que lo votó, le debe no tener a Aníbal Fernández de gobernador en Buenos Aires. Eso constituye una importante porción de su opinión positiva.
La conferencia de prensa dada por el Presidente, entonces, viene a explicar las altas expectativas que conserva la opinión pública, pasado más de un año, ya que se inscribe en aquello que se deseaba y que lo representa ver al funcionario que detenta la más alta investidura dar cuenta de lo que hace, escuchando preguntas y respondiendo. La población buscaba desde 2001 un nuevo concepto. Y eso es parte de lo que aprueba dentro de una diferente estructura partidaria donde las opciones a Cambiemos deben entender un nuevo contexto. Porque, como decía Darwin, sólo así se sobrevive.
Peronismo desorientado. En este sentido, Macri sigue disfrutando de un PJ con graves problemas de imagen frente a la opinión pública, un Frente Renovador con dificultades de definición de identidad y un kirchnerismo cada vez más fuera de contexto, sin mencionar los problemas legales. Esta oposición con restricciones para diferenciarse eficazmente no resulta una ayuda menor. El Frente para la Victoria, por un lado, continúa consolidándose en lugares de aislamiento como por ejemplo en Puente Avellaneda, reivindicando otro caso también difícil de iluminar como es el de Milagro Sala, quien ejerció durante largos años el poder en las sombras en Jujuy y en virtud de lo cual Fellner, elegido por su mismo espacio, perdió el poder formal durante las últimas elecciones. Quizás algunos de los que participaron en el video K lo desconozcan, pero la dirigente de la Tupac Amaru es la de peor imagen en esa provincia, alcanzando niveles superiores al 80% de valoración negativa en su mejor momento. Aun estando probablemente mal encarcelada, las cámaras que muestran a su gente retirando bolsas con plata en efectivo de las ventanillas del Banco Nación no parecieran encajar con la de primera mártir de un gobierno que favorece a los ricos. Por su parte, el otro fragmento opositor relevante, representado por Massa o por Urtubey, todavía no encontró la fórmula para desmarcarse del oficialismo sin perder adhesión.
Las peores amenazas de la imagen de Cambiemos, entonces, las constituyen actualmente Todesca, con los datos del Indec sobre desempleo y aumento de precios, y las noticias vinculadas a la inseguridad, tema que se ubica entre los vecinos de CABA y GBA como su mayor preocupación durante el último bimestre de 2016. Si bien solamente el 14% de la población en AMBA cree que el gobierno actual es el responsable de la inseguridad, cada víctima profundiza las críticas a lo que constituye su mayor fortaleza: la gestión.
Las comisarías, espacios oscuros si los hay, quedaron en el centro de la atención durante los últimos hechos de inseguridad y en el desalojo de los manteros. La acusación directa de complicidad por parte de los vecinos representa la claridad con que la gente analiza el problema. No quiere más policías en la calle sino que la policía no esté asociada al delito. Por eso fue al grano y puso llamas para iluminar la verdad en Flores. Acciones como la de Rodríguez Larreta con el cambio de jefes policiales esta semana o como la obligación de presentar declaraciones juradas por éstos en la Bonaerense de Vidal son las que la gente espera. Todo el resto sólo confirma la sustentabilidad de una antigua mafia conducida por políticos, la postergación del problema y más muerte de seres queridos.
Señalar la oscuridad es clave y constituye un potente driver de adhesión, que tiene un alto costo en una sociedad de muchos años de posverdad. Porque algo más que el fútbol debe encontrar la luz en la Argentina, un país cuya dirigencia en general ha construido espacios de privilegio a partir de la intervención del Estado con una lógica clientelar, demagógica, boba y corrupta. La posverdad es un calificativo que cuadra para entender ciertos fenómenos políticos en las sociedades acostumbradas a manejarse afuera de la mentira. No es el caso argentino. En nuestro país, Karina no era la novia de Scioli. Quizás alguna vez ingresemos en la posmentira y cubramos de luz a las multivariadas mafias administradoras con las que hemos, lamentablemente, sabido convivir.
*Politóloga.