El primer tiempo electoral de 2011 –las doce elecciones provinciales desdobladas de la presidencial que tienen lugar entre marzo y septiembre– nos muestra que no sólo el crecimiento económico, la imagen positiva de la gestión y la aún pobre oferta opositora explican el camino despejado para la reelección del FpV en octubre. Se ha agregado otro factor: la coalición oficialista está desplegando, con realismo peronista, las mejores estrategias y alianzas disponibles en cada distrito para optimizar sus chances de triunfo.
Esto que ocurre es exactamente lo contrario a lo registrado en las elecciones de 2009, que fue el peor momento electoral del kirchnerismo desde que llegó al gobierno, en 2003. Como diferentes analistas observaron entonces, tras la fuerte polarización de la crisis con el campo (que había dejado como saldo el abandono del oficialismo por parte del vicepresidente Cobos y de un grupo importante de legisladores nacionales), el kirchnerismo optó en las legislativas de 2009 por una táctica defensiva consistente en replegarse sobre sí mismo, desestimar las alianzas territoriales y privilegiar la lealtad ideológica de los candidatos, antes que su potencialidad electoral medida en encuestas.
El resultado de la estrategia aislacionista de 2009 fue contundente. En los principales distritos, los que aportan la mayor cantidad de votos, esta oferta de kirchnerismo puro y duro fue derrotada con claridad. En la Capital, con un no-peronista (Heller) a la cabeza de la lista, arañó el 11% En Córdoba, enfrentado al peronismo provincial de De la Sota y Schiaretti, el candidato kirchnerista al Senado (Acastello) no llegó al 9% y en Santa Fe, enfrentado al peronismo de Reutemann y Obeid, el FpV no llegó al 8%. En Buenos Aires, como todos recuerdan, la estrategia fallida de las candidaturas testimoniales no le permitió esquivar la derrota en manos de De Narváez. De no haber sido por el aporte del peronismo del interior en muchas provincias, las legislativas de 2009 hubieran significado un revés terminal para el kirchnerismo.
Lo que ahora se observa es un FpV que aprendió la lección de 2009, y que está apostando a sumar todos los aliados necesarios para ganar en cada uno de los distritos. El primer paso en esa dirección lo dio a mediados de 2010, con Néstor Kirchner aún en vida, al reconciliarse con los líderes del peronismo cordobés. Córdoba aporta el 9% de los votos nacionales, lo que la convierte en una provincia importante en cualquier escenario. Y el otro hito de la nueva estrategia fue la reunificación en febrero pasado del peronismo santafecino, que decidió dirimir sus diferencias en una elección interna y luego competir con una sola fórmula contra el oficialismo provincial. Este gradual retorno de los peronistas cordobeses y santafecinos al oficialismo implicó un vaciamiento de contenido para el alicaído Peronismo Federal.
En la esquiva Capital, entregada con resignación al “progresismo porteño” durante la mayor parte de la era K, la Casa Rosada hoy apuesta a recuperar terreno, ofrendando a dos ministros para que sean candidatos, y un despliegue no menos importante se observará en la provincia de Buenos Aires, el distrito clave de toda elección presidencial.
Pero esta estrategia catch all del kirchnerismo no se agota en los distritos grandes. Allí donde se siente más confiado de ganar, la estrategia de la Casa Rosada es avalar diferentes listas “colectoras” para gobernador que respondan a Cristina Kirchner a nivel nacional, como en Buenos Aires, Salta, Mendoza o Tucumán. En cambio, en aquellas en las que se enfrenta una oferta más fuerte, propicia la unidad de las diferentes expresiones peronistas detrás de una fórmula única. Ello ya probó ser exitoso en Catamarca, donde el peronismo se unificó por primera vez desde 1991 y venció el 13 de marzo a la coalición neoradical.
En este contexto, se debe entender el caso de La Rioja, muy mencionado por los medios reecientemente. Allí, la Casa Rosada avaló una ingeniería mixta para conservar el distrito y las bancas legislativas, promovida por el actual gobernador, Luis Beder Herrera. Se trata de admitir una lista menemista “colectora” para senadores y diputados que apoye la reelección del kirchnerista Beder, quien proviene de las filas del menemismo. El cuco a vencer era una gran coalición provincial anti-Beder, que agrupase a los radicales, al sector peronista que responde al ex gobernador Maza y aún al propio menemismo. Menem no suscribirá un apoyo público al kirchnerismo, del que reniega por motivos ideológicos, pero está claramente dispuesto a converger con él en alianzas políticas contra sus adversarios provinciales, y en votaciones legislativas por conveniencia. Es la plasticidad de la Realpolitik.
*Analista político. Director de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Belgrano.