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La risa de las mujeres

Mae West 20221125
Mae West | Wikipedia.org

En un reciente diálogo público en torno al humor entre Maitena y Malena Pichot, dos de las más celebradas referentes del feminismo local, la dibujante señaló que en las viejas películas blanco y negro las actrices no podían reír abiertamente, sino que debían taparse la boca o apelar a otros recursos para cultivar el pudor. Para los cinéfilos que hemos visto reír a mandíbula batiente y ejecutar todo tipo de desfachateces frente a cámara a innumerables estrellas de nacionalidades y estilos diversos que hicieron furor en las décadas de los 20, 30 y 40, como Louis Brooks, Barbara Stanwyck, Carole Lombard, Claudette Colbert, Thelma Todd, Pola Negri, Tallulah Bankhead, Catherine Hessling, Gene Harlow, Joan Crawford, Clara Bow, la primera “It girl”, Lupe Vélez, apodada “The mexican spitfiure” o la Lucille Ball previa a la remanida serie de televisón I love Lucy, la premisa está un poco floja de papeles. Es que quienes tenemos interés por aquello que popularmente se llama Blanco y Negro no podemos dejar de lado esas subcategorías que se establecen a partir de diferencias entre lo producido en el mudo y el sonoro, en Europa, Estados Unidos o América Latina. Tampoco desconocemos que el pudor hollywoodense afectó, tras el código Hays, a la industria en general, independientemente de los géneros, y que mucho de lo filmado previamente incluye temas, escenarios y formas de actuación que resultan transgresoras todavía hoy. Sin embargo, la evocación de Maitena al pasado vale la pena porque los intentos de revisar la relación de las mujeres y el quehacer cultural retrospectivamente son siempre interesantes. Y acaso lo sean aún más cuando no se enfocan tanto en la denuncia de ninguneos y opresiones (reales o percibidos) como en el rescate de aquellas que supieron hacerse un lugar a partir de una obra propia, original y trascedente.

En el cine, artistas como Mae West, quien en los años 30 ejercía un control casi completo sobre las películas que escribía y protagonizaba, o Mary Pickford, quien añadió a su rol de estrella el de productora en la década de los 20, representan hitos que, además de ir contra el supuesto que atribuye a las mujeres una suerte de veda inflexible para la comicidad y la toma de decisiones, abren claves a futuro. Ni siquiera es necesario cruzar fronteras para verificar cómo las humoristas supieron ganar espacio en un mundo tildado de exclusivamente masculino con resultados inolvidables, como ocurre con casi toda la obra de Nini Marshall o los trabajos de esa extraordinariamente graciosa actriz de reparto que fue María Santos. Tampoco hace falta recurrir a extrañas películas de culto, porque las cómicas fueron parte de la cultura de masas desde el vamos, basta con recordar a Margaret Dumont con los hermanos Marx o a la inefable Mery Dressler, junto a Fatty, Chaplin o Buster Keaton.

El problema del humorismo y la mujer parece, en definitiva, algo no reductible a simplificaciones axiomáticas y más que digno de estudiar a la luz de ejemplos concretos. En 2015, cuando las políticas de género empezaban a explotar mundialmente, otra dibujante, Sally Cruikshank (en este caso norteamericana y abocada no al humor gráfico de nicho, sino a la producción autogestiva de cortos cómicos de animación) fue objeto, junto a varias de sus colegas, de una disertación en el College of Liberal Arts de la Universidad de Minnesota a cargo de la especialista Vanessa Cambier, quien advertía, entre otras cosas, sobre la inutilidad de replegarse en la denuncia. Proponía incentivar la búsqueda de material existente para ponerlo en valor después del ninguneo ejercido no solo por la “industria patriarcal”, sino por los activismos que aseguran luchar para combatirla. Para Cambier “mujeres como Cruikshank o Suzan Pitt, que trabajaron sobre todo en los años 70 y 80 y utilizaron la animación de forma poco convencional para introducirse en la escena vanguardista, dominada entonces por los hombres, han hecho películas mal reconocidas, tanto por el cine feminista como por los estudios de animación”. 

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Mientras esperan ser rescatadas de un olvido que afecta tanto avances sociales como artísticos, mujeres con grandes obras a cuestas ríen desde el pasado cada vez que sometemos al humor y la creatividad al rebatible abanico de postulados que empiezan con un “antes las mujeres no podían…”.