El fútbol es todavía lo único capaz de darnos ficciones imposibles y héroes inesperados en tiempo real. Es la gran literatura realista y, como tal, superior a la realidad. Puede expandir el tiempo como un elástico y también concentrarlo en un aleph. Por estas razones Brasil 2014 será recordado como el mundial que superó la expectativas de un acontecimiento que venía acostumbrándose a no cumplir sus promesas.
Eso en general. En particular, los argentinos recordaremos el camino a la final como un rugoso camino de Santiago, mareados por el goce que nos dieron unos pocos instantes: el gol de Messi a Irán; el gol de Di María y el cabezazo de Dzemaili en el palo contra Suiza; los globetrotters Witsel y Fellaini perdidos después del gol de Higuain a Bélgica; y la intercepción misilística de Mascherano a Robben, las atajadas de Romero y el penal con dos escalas de Maxi Rodríguez contra Holanda, el candidato arrogante que le hizo marca personal a Lucas Biglia.
Todo fue encaminándose hacia el último embudo que encausó las llaves hacia las semifinales, donde vimos dos hechos destinados a un diálogo de espejos que no pudieron tener naturalezas más diferentes. Empecemos por Brasil, la primera selección emo de la historia, que introdujo el concepto de pánico como un recurso por el que la narrativa del fútbol tomó como propios los protocolos del cine de terror.
Lo que ocurrió en el Mineirao el escalofriante 8 de julio es ilegible. Cuatro goles en seis minutos es una ráfaga de básquet. Nunca hubo allí un partido de fútbol sino una catástrofe natural que encontró su escenario en una cancha, como podría haberlo hecho en el Amazonas. Hubo un uso de la fuerza un poquito nazi por parte de Alemania contra un equipo que no estaba ahí, lo que le dio una maldad wagneriana al paseo. Argentina, en cambio, no fue una cosa ni la otra. Pasó porque triunfó el racionalismo, casi el mismo con el que pudo haber pasado Holanda.
Pronosticar el futuro es despreciar los hechos, que siempre están en el pasado. Me conformo con aportar un recuerdo en esta hermosa víspera de final contra un equipo invencible. En abril de este año, el Real Madrid le ganó 4 a 0 al Bayern Munich en Alemania por una de las semifinales de la Champions. En el Bayer jugaron –con angustia brasileña– Neuer, Lahm, Boateng, Kroos, Schweinsteiger, Muller y Gotze.
*Escritor.