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Las mil y una vidas de Bolaño

Cuando en 2007 el crítico Ignacio Echevarría ordenó y seleccionó los relatos que habían quedado en la computadora de Roberto Bolaño después de su muerte en 2003, aparentemente se cerraba un ciclo.

Tomas150
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Cuando en 2007 el crítico Ignacio Echevarría ordenó y seleccionó los relatos que habían quedado en la computadora de Roberto Bolaño después de su muerte en 2003, aparentemente se cerraba un ciclo. El libro se llamó El secreto del mal, y con ese puñado de textos irregulares e inconclusos los lectores (la legión de fanáticos de Bolaño, que crecía con intensidad) entendieron que se agotaba la obra escrita por el chileno para ver la luz. La figura de Echevarría, amigo personal y respetado editor, funcionaba como certificado de legitimidad.

Pero, paradójicamente, desde entonces no han dejado de aparecer, aquí y allá, nuevos textos inéditos de Bolaño. Primero fue la noticia de que en una caja se habían encontrado dos novelas de su primera época. Una de ellas se llama El Tercer Reich, y la viuda del escritor contrató al agente Andrew Wylie, apodado El Chacal, para negociar los derechos del libro (Bolaño nunca tuvo agente: su editor Jorge Herralde, de Anagrama, cumplía esa función). La jugada iba en paralelo a la consagración que las novelas Los detectives salvajes y 2666 estaban alcanzando en los Estados Unidos, y su figura comenzó a cotizar en alza en la bolsa de valores literaria estadounidense (la única que pueda salvar a un escritor, o a sus herederos).

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Por si fuera poco, la revista virtual 60 Watts difundió esta semana otro relato inédito del autor (inédito a medias, ya que se trata de un cuento que fue publicado en su ocasión, cuando ganó un premio en un concurso regional de relatos en España). El texto se llama El contorno del ojo, se puede rastrear fácilmente en la web, es el diario de un ex soldado chino y fue escrito por Bolaño alrededor de los veinte años. Es, está claro, un relato primerizo con algunos aciertos, pero que está lejos de su producción más interesante.

Lo que sucede es que la trama del cuento parece, a su vez, salida de una ficción de Bolaño, tan afecto a los relatos enmarcados. Porque esta historia con la que el escritor obtuvo el tercer accésit del I Premio Alfambra de Cuentos del Ayuntamiento de Valencia en 1983 lo llevó a comenzar a cartearse con el autor del texto que había logrado el segundo lugar, y que no era otro que el argentino Antonio Di Benedetto. Bolaño le escribió a Di Benedetto, el mendocino le respondió, y los dos empezaron una correspondencia en la que se aconsejaban sobre cómo sobrevivir presentando sus cuentos a distintos concursos literarios. Esta amistad epistolar se convirtió, con el tiempo, en el argumento de “Sensini”, relato que abre el libro Llamadas telefónicas, de 1997. Allí, Bolaño homenajea a Di Benedetto, y sobre todo, aprovecha para dejar en claro la admiración que sentía por la literatura argentina. Primero menciona a Cortázar, Sabato, Bioy Casares, Mujica Láinez, Conti, Walsh, Castillo, Moyano, Arlt, Puig y Soriano. Y luego escribe que “la literatura bonaerense es, probablemente, la mejor en lengua española de este siglo” (si los argentinos comenzaran a ser reconocidos y publicados en los Estados Unidos a consecuencia de este guiño, Bolaño sonreiría entre irónico y complacido).

Mientras se convierte en mito, en el último gran autor latinoamericano, y cosecha nuevos lectores, hay quienes empiezan a ver la figura de Bolaño (y estos hallazgos y manoseos) con cierta desconfianza. Es algo que nos sucede a todos. Lo que no quita que, cuando a principios de 2010 Anagrama publique la anunciada El Tercer Reich, estemos entre los primeros, abrigados por el morbo y la ansiedad, en llamar a la editorial para reservar un ejemplar.