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Las páginas secretas de Ana Frank

Las páginas 78 y 79 del diario de Ana Frank siempre estuvieron ocultas por el misterio. Habían sido tapadas con pegamento y papel madera marrón, probablemente por la misma Ana, y recién ahora, gracias a la tecnología, fue posible leer el texto oculto.

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Las páginas 78 y 79 del diario de Ana Frank siempre estuvieron ocultas por el misterio. Habían sido tapadas con pegamento y papel madera marrón, probablemente por la misma Ana, y recién ahora, gracias a la tecnología, fue posible leer el texto oculto: en las dos páginas (las únicas cencuradas de todo el diario) hay cinco líneas tachadas, cuatro chistes que ella misma define como “picantes” y 33 líneas sobre temas que tienen que ver con el sexo, la prostitución, la homosexualidad y la anticoncepción.

Las páginas fueron escritas el 28 de septiembre de 1942, casi dos meses después de que Ana Frank había entrado a la clandestinidad con su familia y otras personas en Amsterdam. Ana tenía 13 años. El desciframiento lo hicieron investigadores del Museo de Ana Frank, del Instituto Holandés para la Guerra, el Holocausto y los Estudios de Genocidio, y el Instituto Huygens para la Historia de los Países Bajos. Las páginas fueron fotografiadas retroiluminadas por un flash, y luego se usó un software de elaboración de imágenes para descifrar las palabras. El Museo pretende publicar las páginas que Ana quería claramente mantener ocultas, porque considera que su interés académico, como todo lo relacionado con Ana Frank, es significativo.

La tarde del lunes 28 de septiembre de 1942 unos obreros trabajaban en la oficina que se encontraba debajo del escondite, de modo que cualquier sonido proveniente de allí habría sido peligroso y debía ser evitado a toda costa. Ana escribía fingiendo que se dirigía a unos amigos imaginarios y aquel día había agregado cuatro nuevas cartas al diario. Había hojeado todo el texto, haciendo algunos comentarios a otras cartas y escribiendo algunos epígrafes de las fotos. Escribía acerca del miedo de que las personas escondidas fueran descubiertas. Luego había hecho una lista de los signos de belleza, tratando de saber de cuántos de ellos era feliz poseedora. Ese día Ana miraba de cerca su propio cuerpo y su propia sexualidad.

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En la primera página Ana dice que pretende escribir “chistes picantes”, como éste: “¿Sabes por qué hay chicas de las Fuerzas Armadas alemanas en los Países Bajos? Para servirles de colchón a los soldados”. Frank van Vree, director del Instituto Holandés para la Guerra, el Holocausto y los Estudios de Genocidio dice: “Cualquiera que lea los pasajes que fueron descubiertos no podrá contener una sonrisa. Los chistes picantes son un clásico entre los niños que están creciendo”. Lo que viene a demostrar lo que ya se sabía, esto es, que Ana Frank es una chica como cualquier otra.

Cuando habla de sexualidad, Ana se vuelve más seria. En la segunda página dice que debería hablar con alguien de cuestiones que tienen que ver con el sexo. Escribe acerca de la menstruación y sus consecuencias: “Es la señal de que una chica está lista para tener sexo con un hombre, pero no antes del matrimonio. Después sí. En ese momento se puede decidir si se quiere tener hijos o no. Si es sí, el hombre se arroja sobre la mujer y deja su semen en la vagina de ella. Todo sucede con movimientos rítmicos.” En cambio, cuando la pareja decide no tener hijos, “la mujer toma precauciones internas. Y eso ayuda”. Ana habla también de prostitución y homosexualidad: “Los hombres, si son normales, van con mujeres. En la calle hay mujeres que hablan con ellos y después se van juntos. En París hay casas muy grandes para esto. Papá estuvo. Hay chicas que se hacen pagar por tener relaciones.” Nada que no sepamos. Pero ahora sabemos que Ana Fank también lo sabía. Es algo.