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econOMISTA DE LA SEMANA

Las primeras señales hacia una mejor integración con el mundo

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Detras del foro. Un técnico maneja los controles en la Ballena Azul, en el CCK. | Nestor Grassi
Un pilar clave en la agenda de crecimiento y desarrollo sustentable post 2016 de Argentina es mejorar nuestra integración en el Mercosur y con el mundo, tanto en los flujos de comercio como de capital (inversión extranjera directa y acceso a mercados financieros) y conocimiento. El Foro de Inversiones de Argentina, realizado entre los días 13 y 15 de septiembre, es un paso importante en este proceso y un claro indicador de la dirección.

El debate central no es sobre la dirección (el qué), es decir, si Argentina debe o no mejorar su integración al mundo, sino cómo hacerlo. Si bien en el discurso público se habla de aumentarla, para ello el desafío pasa por mejorar nuestro perfil de integración.

Hay dos temas cruciales en la agenda económica externa: las negociaciones económico-financieras para bajar el costo del capital y mejorar el acceso, una vez normalizada la deuda externa, y una agenda renovada de las negociaciones comerciales internacionales orientada al desarrollo sustentable, la innovación y la inclusión.

La reintegración de Argentina en el mundo es el pilar central de un modelo de crecimiento sustentable liderado por la inversión y la exportación, y motorizado por el aumento de productividad y la innovación. Si Argentina quiere mantener tasas altas y estables de crecimiento del PBI per cápita, sólo podrá lograrlo en el contexto de una mejor inserción en el mundo, reduciendo la alta volatilidad macroeconómica y fortaleciendo las capacidades productivas, las instituciones y el consenso social. Como dijo Paul Krugman (2004) en un artículo sobre Argentina, “darle la espalda al mercado mundial es malo para el crecimiento a largo plazo, y la propia historia de Argentina es la mejor prueba de ello... La depresión de Argentina de fines de los 90 tenía más que ver con la política monetaria que con los mercados libres”.

Caminos posibles. Argentina ha disminuido significativamente su participación en el comercio mundial desde principios del siglo XX, tendencia que no se modificó en la década pasada, no obstante el aumento de las exportaciones inducido por el superciclo en el precio de las materias primas. De forma similar, América Latina ha reducido su participación en el comercio mundial de casi el 8% en 1950 al 6% en 2013, mientras que en el mismo período Asia emergente ha incrementado su participación del 4% al 18% del comercio mundial.

Podemos, entonces, preguntarnos si integrarse a la economía mundial es un prerrequisito o un resultado de una estrategia de crecimiento exitosa. Hay visiones diferentes sobre el tema de la apertura o la integración al mundo y el crecimiento económico por parte de los economistas y de las instituciones multilaterales. En la visión ortodoxa (Washington Consensus), la apertura y la integración al mundo son un prerrequisito, y no sólo la apertura comercial sino la apertura financiera o de la cuenta capital. En la visión “institucional” (Dani Rodrik), la integración al mundo es el resultado de una estrategia de desarrollo exitosa, que tiene más que ver con el rol crítico de las innovaciones institucionales domésticas (que muchas veces se alejan de la ortodoxia) enfocadas hacia inversores domésticos y adaptadas a realidades específicas locales.

Nuestra visión está en un punto de equilibrio entre ambas posturas precedentes, y es “heterodoxa” en el significado griego de la palabra hairetikos: capaz de elegir. Nuestra visión es, asimismo, “desarrollista”, en el sentido de que el foco de la integración al mundo debe ser el desarrollo económico, es decir, el crecimiento sostenible con reducción de pobreza, cambios estructurales en las capacidades productivas y sustentabilidad ambiental. En nuestra visión, la integración al mundo no es un prerrequisito pero tampoco únicamente un resultado, sino que es un elemento central de una estrategia de crecimiento sostenible y de desarrollo sustentable en la era actual del conocimiento. Se tiene que dar pari passu con ese crecimiento, de forma gradual y secuencial, de modo de aprovechar las oportunidades de la globalización y moderar sus riesgos (volatilidad en el flujo de capitales), a fin de incentivar el desarrollo y el fortalecimiento competitivo y la diversificación del sector productivo de bienes y de servicios intensivos en conocimiento.

Argentina, como gran parte de América Latina, es un país de ingreso medio, entre un 75%-80% inferior al ingreso per cápita de un país desarrollado como Estados Unidos. A pesar del los progresos impulsados por el superciclo de alza en el precio de las materias primas y los altos términos de intercambio en la década pasada, Argentina y América Latina (con la excepción quizás de Chile) no están convergiendo hacia los niveles de ingreso y bienestar de los países desarrollados, mientras que otros países y regiones del mundo, como Asia Pacífico, sí lo están haciendo.

Detrás del decepcionante desempeño en el crecimiento del ingreso per cápita y la falta de convergencia hay no sólo problemas de índole macroeconómica e institucional, sino también déficits sustanciales en las capacidades productivas, una baja productividad en la utilización de los factores de producción, poca complejidad del aparato productivo y baja capacidad de innovación en las empresas, y un problema central en su perfil de inserción en el mundo. Este está muy centrado en las exportaciones de commodities, con bajo escalonamiento de valor (aún en la competitiva cadena agroindustrial), escasa diversificación en las exportaciones y alta exposición a la fluctuación de precios internacionales de las materias primas.

Si bien la expectativa es que Argentina recupere el crecimiento en 2017, como también Brasil, hay problemas económicos de arrastre (recesión e inflación), en parte debido al fin del superciclo (y al déficit de ahorro previo), un reducido espacio fiscal y monetario, y un entorno externo más difícil para las negociaciones comerciales preferenciales, con estancamiento del comercio internacional y del aún frágil crecimiento mundial, debilitamiento del multilateralismo y mayor riesgo de despliegue de políticas proteccionistas, sumado al enorme desafío que presenta el sector industrial de China. El fin del superciclo está indicando una baja en el nivel de ingresos en la región y la probabilidad de un crecimiento más lento. Por ello, la prioridad para fortalecer el crecimiento debe ser impulsar la inversión y la innovación, a fin de aumentar la productividad y mejorar el perfil exportador, y apalancar así el consumo de forma sostenible.

InserciЧn. En este contexto, el desafío que tiene Argentina para recuperar el terreno perdido y mejorar su participación en los flujos internacionales de comercio, inversión y conocimiento es grande. La estrategia de negociación comercial y la económica tienen que cambiar el foco, puesto desde los 90 principalmente en el acceso a mercados, para poner el foco en el desarrollo económico sustentable, es decir, en el crecimiento sostenido con reducción de pobreza y cambio estructural (desarrollo productivo, industrial y tecnológico, y desarrollo científico y socioambiental). Sencillamente, esto implica dejar de evaluar estas negociaciones solamente desde el ángulo de la maximización de los flujos de comercio (en mercaderías o servicios) para preguntarnos, en cambio, si las negociaciones comerciales (actuales y nuevas) maximizan las posibilidades de desarrollo sustentable a nivel regional, nacional y subnacional. Es decir, por ejemplo, si se maximizan no sólo los flujos de comercio sino los de inversión, si se fortalecen nuestras capacidades productivas y de innovación, si el balance neto en términos de empleo es positivo (si hay mayor creación que destrucción de empleo) y si, consecuentemente, nos ayudan a mejorar nuestro perfil de integración al mundo de modo de encaminarnos en un sendero de convergencia hacia los niveles de ingreso y bienestar de los países desarrollados. Todo ello en el marco de negociaciones balanceadas desde el Mercosur hacia el mundo, a nivel multilateral y bilateral, aquellas en curso con la Unión Europea y sin descuidar aquellas en el vecindario y el hemisferio, como las orientadas al Pacífico.

No sólo es necesario un ejercicio inteligente y pragmático de las negociaciones comerciales internacionales, sino que se requiere complementarlas modernizando las instituciones, las políticas y los instrumentos de promoción de exportación y de inversión, y de desarrollo productivo, como se está comenzando a hacer. Esto requiere, principalmente por el lado de la oferta, fortalecer el financiamiento a las exportaciones y a la inversión, y el acceso a capital emprendedor así como, por el lado de la demanda, en un marco de transparencia y eficiencia, promover a través de la contratación pública la innovación, el desarrollo de las pymes y el socioambiental.

*Ex titular de la Agencia 
Nacional de Inversiones. 
Miembro del Club Político Argentino.