A veces un trabajo que tengo (hoy suspendido por la pandemia) y a veces la vida social (hoy suspendida, por la misma razón) me llevan hasta Palermo. No he notado que el trotskismo florezca especialmente allí. Mis compañeros del FIT me confirman que también en esa circunscripción hemos perdido en las elecciones. Me desconcierta entonces el tweet en el que el diputado Fernando Iglesias nombra ese barrio como “Palermo Trotsky”. Más me sorprende, sin embargo, que se refiriera más exactamente a “la progresía de Palermo Trotsky”. Puede que Palermo le recuerde a Coyoacán, y por eso los asocia. Pero, ¿cómo entender la confusión política entre progresismo y trotskismo? Habiendo, como hay, tantas páginas en las que Trotsky critica (¡y hasta autocritica!) las insuficiencias crónicas del cauteloso reformismo.
No es infrecuente esa confusión en el enfoque de los conservadores, no sé si por apresuramiento o mala fe, o si al situarse demasiado a la derecha los horizontes se les entremezclan por efecto de la distancia. Pero presumo que a un legislador, precisamente porque lo es, no se le escapan las diferencias que entre progresía y trotskismo existen. Me anticipo a la retractación, si es que caí en la trampa de una cuenta fake; frecuento las redes sociales y alguna vez habré de ensartarme.
Como sea, celebro la ocasión, pues me da pie para saludar la flamante reedición, por parte del IPS, de los tres tomos que Isaac Deutscher dedicó a la vida de Trotsky. Lectura de la buena, altamente recomendable.