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Lenguas peludas

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Ser una boca no es fácil. Hay que vérselas con la lengua. Algunos la tienen larga y enrollada, otros simplemente suelta. El problema es cuando hablan por boca de otros, no hay quien las detenga, se envician con “el qué dirán” sin contemplar nada de lo que están diciendo; trasladan prejuicios y provocaciones, como en carrito de dos por uno. Las bocas nos quejamos del virus del lenguaje cuando éste se propaga por el ciberespacio dañando lo humano. El maldecir se vuelve moneda corriente de un tortuoso intercambio. Si así ocurre, una chorrera de palabras nos atraviesa sin que sepamos de donde proviene y quedamos literalmente boquiabiertas; saltan a borbotones, sobre todo cuando un micrófono estimula la polución (y están en horario central, todas las noches). Es increíble el palabrerío inconexo, insultante, empobrecido, sumiso, imperativo, malicioso, mediocre, calculado, denigrante que irrumpe en los adictos al poder, con un poder arbitrario, pasajero, pernicioso: el de los medios y las “lenguas contratadas”, sobre todo las peludas (aunque clamen por las depiladas), que vociferan como guerreras de la mediocridad, sometidas al texto que les dictan. ¿Será por eso que se las nota forzadas, erotizando el vituperio hasta la vergüenza? 

Si en lugar de infiltrarse los discursos en las lenguas, las lenguas (poéticas, amatorias, generosas, contemplativas) se infiltrasen en los discursos… Cuánto más bello, personal y sanador, saldría de nosotras las bocas. Una escritora pampeana, de Toay, lo consiguió y lo dijo clarito en su libro: “Con esta boca, en este mundo”. Ella lo podía decir, tenía voz propia.