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La risa de todos estos años

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

¿Por qué tanto enojo? ¿Será el ceño fruncido un gesto predominante del futuro? Y yo, ¿para cuándo? Hace tiempo que me paseo por los aires en busca de un rostro y todos me esquivan, aprietan los labios, miran hacia abajo. El descontento desaprueba mi existencia, no permiten que me exhiba a mis anchas. Porque suelo ser ancha… Me hago notar con ganas, sin petulancia. Incluso la carcajada, mi compañera de vida, parece haberme abandonado. Estoy muda, casi lisa, ni llego al esbozo de la Gioconda. ¿No tienen en cuenta lo que valgo, mi buena disposición a ponerlos alegres, insuflando nuevos aires en el cuerpo y un temblor inadvertido? Con la tristeza me llevo mejor, es más clara, puede ser risueña en su nostalgia. Allí tengo un lugarcito, yo, la risa, tan retaceada, siendo gratuita y gozosa. Sí, la risa. ¿Se acuerdan de mí? Solía estar las mañanas en bocas de muchos, intercambiando saludos alegres o chistes cotidianos; cambiando de forma según las ganas de reír de cada uno, su estilo de manifestarse: sonrisa abierta, otros, ladeada; dientes de teclado de piano, como diría Felisberto Hernández, o enmarcada en cotizados hoyuelos. ¿Se han dado cuenta de lo que sucede cuando aparezco? La gente se ilumina, ¡hasta el tiempo se afloja conmigo!, las horas pasan más rápido, el sentido de la vida se aclara. Pero ahora, ni el viento quiere ser mi cómplice haciéndole cosquillas a personas que van demasiado circunspectas. ¿Acaso hace falta enemistarse para conseguir lo propio? La rabia del enojo me destierra, yo que me creía más terrenal que la tragedia. 

Antes me buscaban para agradecer o se servían de mí en intercambios pasajeros. Cuánto hace que no se destartalan de la risa llevándome puesta un buen rato, ejerciendo la elasticidad de la vida recomendada por Bergson. El otro día, sin saber ya dónde posarme, choqué con una colega desproporcionada: la risa del guasón estampada en un barbijo. ¿Se burlaba de mí? La dejé pasar, me dio pena lo estática que se veía, como autoimpuesta. 

Además, yo no soy socarrona, soy risa fácil, casi un alivio. Podrían convocarme en momentos difíciles, algunos me consideran buena para las encrucijadas… Un escritor irlandés lo entendió muy bien y por eso me otorgó uno de los mejores pasajes de su novela. Si tuviera que resumirlo mediante una fórmula, diría que en circunstancias de la vida vergonzosas o dramáticas, de perplejidad o gran enojo, uno puede hacerse muchas preguntas, pero solo una de ellas permite que no seamos el centro de nuestras preocupaciones: “Si tuvieras que reírte en este momento, ¿de qué te reirías?”.

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